Finalmente, el kirchnerismo se topó con la realidad, y por más que jamás reconozcan un error, o que nunca quieran utilizar la palabra “ajuste”, la realidad los está pasando por encima, y al contrario del ingeniero Álvaro Alsogaray que decía “hay que pasar el invierno”, los kirchneristas deben estar pensando “hay que pasar el verano”.
Pero solo se distinguirían en el dicho, porque la única verdad, tal como popularizó el Gral. Perón, es la realidad, y dice que están forjando lo mismo que hubiese hecho Don Álvaro.
En otras palabras, están llevando adelante lo que tendría que haber puesto en marcha quien hubiese ganado si no hubiera sido Cristina Fernández, o sea, pagar la fiesta populista.
Por lo tanto, la profundización del “modelo” naufragó en tiempo récord.
Es la primera vez en la historia que un gobierno hace lo contrario, no solo a lo que prometía en campaña, sino a lo que hacía, antes de asumir.
Y por más que en el cierre de la XVII Conferencia de la Unión Industrial Argentina (UIA), celebrada en el Hotel Hilton de Puerto Madero, Cristina haya dicho que "van a encontrar una Presidenta abierta a todas las ideas", o que "Algunos entienden que competitividad se hace a costa de bajar salarios o de pagar menos impuestos” y que “Ahora hay que comenzar con sintonía fina a analizar inflación, subsidios y utilidades", la realidad es que, definitivamente, debería reconocer que ahora tiene que hacer todo al revés de lo que venían haciendo.
Es difícil entender a qué se refirió la presidenta cuando dijo: "Todos deberían comprender hacia dónde vamos", o que "abordemos cada uno de estos problemas. Nunca vi que nadie solucionara nada por los diarios. Por el contrario, las cosas siempre se complican más".
Pero, con todo respeto, ¿en qué quedamos?
Porque en realidad los que menos saben hacia donde vamos es el gobierno mismo, con Cristina a la cabeza secundada por Amado Boudou, Mercedes Marcó del Pont y el inefable Guillermo Moreno por un lado, y por otro, alguien le debería avisar que si bien nadie soluciona nada por los diarios, mucho menos se soluciona nada hablando sin sentido y borrando con el codo lo que se escribió con la mano.
Pero eso no es todo, porque tampoco se entiende qué quiso decir con "nuestro modelo es de crecimiento, no de metas de inflación" o que "la Argentina tuvo una política absolutamente previsible en su tipo de cambio, que ha sido uno de los pilares del modelo".
Entonces, si la Argentina tuvo una política absolutamente previsible en su tipo de cambio, y que eso ha sido uno de los pilares del modelo, ¿cómo se explica, entonces, que se estén tomando medidas muy contrarias a lo que afirma?
Podría empezarse con el despropósito del control de la compra de dólares, siguiendo con la quita de subsidios (medida acertada, por fin, pero que se contradice con el “modelo”), el ajuste en Aerolíneas Argentinas, el apuro por endosarle el subte sea como sea al gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, el enfrentamiento con Hugo Moyano y sobre todo, el desconocimiento y la incapacidad por controlar la inflación.
Por todo esto, y muchas cosas más, podría llamarse a Cristina “estadista” solamente por un juego de palabras, observando su posición distante frente a la realidad.
O sea: está-distante.
No quedando en claro aún la longitud que la separa y, por lo visto en los últimos años, se puede intuir que tal hecho rozaría lo imposible debido a sus patologías bipolares.
Pablo Dócimo
Tribuna de Periodistas
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