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Caricatura de Alfredo Sabat

martes, 15 de noviembre de 2011

Entre la paranoia, la incapacidad y el fracaso

Por Carlos Manuel Acuña para el Informador Público

Clínicamente es fácil definir y diagnosticar la paranoia pero en política resulta algo más complejo.
Desde el fin de semana último, la expectativa estaba puesta en las alternativas cambiarias de nuestro mercado para tentar el dibujo de un nuevo panorama de la crisis que crece día a día y que puede convertirse en una corrida bancaria.
Sin embargo, la posibilidad de tener la información suficiente se ha complicado, pues ahora el acorralado Banco Central aplica un método que demora los datos por un mínimo de dos semanas, por lo que habrá que armarse de paciencia y tener en cuenta que la incapacidad administrativa del gobierno en su conjunto sólo hace que la situación se agrave y en este caso, como en otros, adquiera perfiles cada vez más agudos.

Periodísticamente, lo más inteligente que se dijo desde ayer por la mañana es que el aplastante triunfo electoral -con o sin fraude- logrado por Cristina Fernández de Kirchner ha sido rifado desde ese día hasta la fecha y que hoy el kirchnerismo se encuentra haciendo equilibrio inestable en un poder que apenas si ejerce. 
Entre la espada y la pared, la ineficiencia ha desplegado sus alas sobre la opinión pública que, sin que mediaran sucesos proporcionalmente ruidosos, olvidó como se votó y decidió poner a cubierto sus ahorros, un ejercicio que a lo largo del año acumuló varios millones de dólares y virtualmente se comió buena parte de las reservas.
Con seguridad y aunque algo intuye, la ciudadanía todavía no mensura plenamente la gravedad de los momentos que se viven en todos los campos de la administración.
Pocos han reparado en que la misma Cristina optó por devolverle a la Fuerza Aérea el control de la actividad en la materia, control que le fue quitado como parte de la política de disolución de las Fuerzas Armadas por razones ideológicas y firmes compromisos políticos.

La medida no obedece únicamente al insostenible escándalo suscitado en Aerolíneas Argentinas, a la que La Cámpora logró quebrar y anarquizar, al mismo tiempo que profundizó las diferencias internas que existen en todo el arco de la administración pública.
Para Cristina esto es un fracaso personal, habida cuenta que su idea sobre el futuro de su renovada gestión presidencial consistía en una “superación del peronismo” sustentada en la incorporación al gobierno de jóvenes reclutados para constituir una nueva clase dirigente, bien paga, fiel y sometida a directivas novedosas que debían integrar un proyecto regional que muchos llaman la “chavización de la Argentina”.

Curiosamente, Cristina y sus teóricos asesores no tomaron en cuenta que el venezolano inspirador del Socialismo del Siglo XXI ingresó en el plano inclinado que lo lleva a la muerte antes de lo que esperaba, que el poder de Evo Morales tiende a desintegrarse,
que Correa en el Ecuador carece de destino y que otros ítems que hemos tratado recientemente en estas columnas son indicativos de una progresiva deflación de esa corriente de pensamiento e intereses.

Tampoco Cristina valoró adecuadamente su conversación con Barack Obama en Francia hace apenas unos días -casi unas horas- ni sopesó otros componentes del escenario estratégico mundial, ya bastante complejo en sí mismo.
Es cierto que la Presidente carece del asesoramiento de un ministro de Relaciones Exteriores que esté a la altura del cargo y también es cierto que la centralización del poder en su persona, con toda su carga de arbitrariedad y soberbia, le juega en contra...
Lo concreto, entonces, es que otra carencia importante como es la de un ministro de Economía en serio, sumado a la falsedad de que la Argentina estaba blindada para poder afrontar los peligrosos problemas externos y en particular la pulseada entre el dólar y el euro -sinopsis tal vez demasiado apretada de lo que ocurre pero lo suficientemente ilustrativa- se abatieron de golpe y simultáneamente sobre la Casa Rosada. A todo esto, la paranoia alimentó las desconfianzas internas y abrió las compuertas de un “todos contra todos”, atmósfera que se aceleró a medida que se agravaban los problemas y la corrida contra el dólar determinó medidas que lo único que hicieran fue acelerarla.
Todos comenzaron a señalarse con el dedo.
La Cámpora, sin conducción coherente, pasó a un segundo plano, y sus integrantes creyeron que podían jugar solos, incluso contra fogueados peronistas.
Moyano se abroqueló y espera para hacerse notar con fuerza.
Mercedes Marcó del Pont quedó superada por los acontecimientos.
Boudou, que tiene el doble título de ministro de Economía y de vicepresidente de la ex República, deja de ser lo primero y espera para alcanzar lo segundo, con lo que no tiene un poder real y efectivo.
Antes, el ministro era Néstor Carlos, ahora no es nadie y lo son todos, incluyéndolo al “Napia” Guillermo Moreno quien, por su carácter, su pistola al cinto y sus modales, ha logrado imponerse transitoriamente.

Así las cosas, no hay resorte de la actividad económica que no esté afectado por las insólitas medidas que adoptó, como por ejemplo, la prohibición de importar insumos agrícolas justo en el momento de una siembra que los necesita y demanda ingentes inversiones privadas que pueden fracasar y alejar la esperada salvación que siempre realiza el campo cuando todo está o parece perdido.
Ya en su segundo día, esta semana en curso es importante para vislumbrar el rumbo si es que éste existe. En materia de inseguridad, ésta se alimenta por la caída del empleo, gracias a múltiples factores, especialmente en las áreas más industrializadas por la contracción económica brasileña, el mismo fenómeno en otros mercados y la creciente pesadez local por la carencia de insumos debido a los impedimentos ordenados por Moreno.
Entonces no es difícil establecer que la estabilidad social está en peligro y que también hay una lucha para controlar o, mejor dicho, para intervenir en este terreno.
En su política garantista, permisiva y contraria a todo lo que vista uniforme, el gobierno llega a esta encrucijada sin elementos para enfrentarla y no basta el gastado argumento de descubrir supuestos complotistas para distraer la atención ciudadana.
Tuvo que convocar a la Fuerza Aérea con los mismos argumentos que utilizó para hacer todo lo contrario:
miles de pasajeros, aquí y en el exterior, quedaron varados por la orden de suspender los vuelos de Aerolíneas Argentinas, y ahora viene a saberse que forma parte de los millones y millones de dólares que pierde mensualmente, con el agregado de que los aviones no están en condiciones técnicas para volar o paralizados, permanecen depositados en sus fundas.
El papelón es mayúsculo y se buscó socorro en el sector militar para superarlo.
En materia de inseguridad, el fenómeno puede ser parecido, pero el caso -todos los casos- es que el kirchnerismo se ha comido las soluciones y Cristina puede correr el riesgo de quedar muy sola, acompañada únicamente por el recuerdo de los votos mientras mira las manos extendidas de los camporistas a la espera de una dádiva que no puede pagarles.

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