Publicado por Carlos Martín Valenzuela Quintan
Cómo quisiera saberme amada, ver mi plumaje negro
lleno de brillo, en las portadas de libros, en las banderas de alguna nación,
en las puertas de una bella iglesia…
Pero es casi
imposible y ello me llena de tristeza como ha llenado la vida de todas las palomas
negras que han buscado ser tomadas en cuenta como símbolos de la paz y de los
bellos momentos que cubren la faz de la tierra.
Si aquellos que han visto en mis hermanas que visten
de blanco, observaran en mí no solo el color de las plumas que visten mi
cuerpo, sino que miraran en la profundidad de mis ojos sabrían que en mí moran
sentimientos tan nobles como los que tienen mis hermanas que visten de blanco.
Verían que en mis venas igual a la de ellas, corre
desbocada sangre viva cuando surco los vientos de las cuatro rosas, sangre
roja, caliente, llena de fuerzas y de emociones de libertad, de sueños de vida,
de colores, de esperanza; y se darían cuenta que soy noble y anida en mí el
amor, la belleza, la sencillez y las ganas enormes de ayudar y llevarle al
mundo mensajes de luz y armonía y por supuesto de paz.
Soy paloma negra, olvidada, ninguneada, y sin embargo estoy aquí, a la vera del camino, tendidas mis alas como un saludo y en mis ojos la mirada sincera de aquel amigo que espera ahí, paciente, sabedor de encontrar una mano que le lleve la amistad que sueño siempre.
¡Paloma negra, de vestido obscuro, con sangre roja y sueños de esperanza, así me llamo y paciente espero ser bandera que pregone la paz!
Carlos
M. Valenzuela Quintanar
La
voz de la palabra escrita Internacional
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