"Sorprende la atención con que la comunidad hispana de la Isla ha seguido el proceso electoral español. Se percibe entre los votantes de aquí una clara intención de empujar en la política de la Moncloa para que ésta, a su vez, mueva algo en la Plaza de la Revolución"
Yoani Sánchez
Después de la cena se quedaron en la mesa del comedor para rellenar las boletas.
Él nervioso, ella más decidida.
Marcaron con cruces, a cuatro manos, mientras los niños jugueteaban en el sofá.
Aquellos papeles recibidos en el Consulado español de La Habana olían a nuevo, a tinta fresca sobre el escudo de columnas y coronas.
Pero lo más novedoso para la pareja resultaba el acto mismo de elegir en una lista de varios partidos, la acción de decidir entre diferentes colores políticos.
Ambos, que hasta hace poco custodiaban urnas vestidos de pioneros, han emitido el primer voto desde su estrenada condición de naturalizados como españoles.
Tomaron el bolígrafo con la determinación que jamás habían usado en una boleta nacional, eligieron a distancia, ya que aún no pueden hacerlo en la cercanía.
Millones de cubanos nunca han escuchado un programa político de la voz de un candidato a parlamentario.
Ni siquiera un pronunciamiento previo de uno de ellos sobre temas tan candentes como la dualidad monetaria, el matrimonio gay o la urgente reforma migratoria.
Quizás de esa decepción local, brota la seriedad con que 12.458 de nuestros compatriotas pidieron participar en las elecciones españolas de este 20 de noviembre.
Acogidos a la “Ley de nietos” ensayan con el Atlántico de por medio y prueban a dejar su impronta en otra realidad, a sabiendas que el destino de la suya sólo se decide en un apretado círculo por allá arriba. Quién quita que su crecida presencia en estos comicios influya sobre las bancadas, alianzas, sonrisas o lágrimas que cuajarán al caer esta noche en Madrid.
Sorprende la atención con que la comunidad hispana de la Isla ha seguido el proceso electoral español. Se percibe entre los votantes de aquí una clara intención de empujar en la política de la Moncloa para que ésta, a su vez, mueva algo en la Plaza de la Revolución.
La boleta echada en esta “urna de ultramar” tiene mucho de grito reclamando atención, de pañuelo agitado desde el naufragio.
La misma pareja que –sobre su mesa habanera– hizo una marca al lado del nombre de un partido foráneo, enfrenta por estos días el dilema de si llevarse a sus hijos hacia “la madre patria” o dejarlos en el país donde nacieron.
Nos guste o no nos guste tal dependencia, hoy en España se decide también parte del derrotero de Cuba, de esta nación que alardea de su soberanía pero en realidad cuelga de muchos hilos que se tejen allá afuera.
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