El recuerdo privado de nuestros propios caídos,
metáfora de los millones que murieron en todas partes
PILAR RAHOLA / La Vanguardia
"Ahora
que de nuevo me mantengo firme en el suelo sobre ambas piernas, miro con
nostalgia al pájaro que sobrevuela mi cabeza, el pájaro que yo mismo fui una
vez"
Lo relata Han Nefkens en uno de esos fragmentos
intensos que convierten su libro en una lectura maravillosa.
El título, Tiempo
prestado, y la historia, la propia, un coleccionista de arte que un día
descubrió que el VIH le había infectado el cerebro y le había producido afasia.
De un instante a otro olvidó cómo se hacía lo
cotidiano, hablar, beber, caminar...
Y así, de la mano de ese territorio desconocido en
el que se convirtió su propio cerebro, Han aprendió a reescribir su vida.
El jueves por la noche, en la brillante Gala contra
el Sida organizada por la fundación que creó el doctor Bonaventura Clotet, el
libro de Han nos acompañó a la salida, como si fuera una bella guía de la
esperanza.
Uno de diciembre, día mundial de Lucha contra el
Sida, un día intenso que empezó con un sentido acto en la Generalitat presidido
por el conseller Boi Ruiz, y que tuvo la finalidad de homenajear a todos
aquellos que durante treinta años han luchado contra la enfermedad.
Entre otros, ahí estaba Montserrat Pineda, del
Comitè 1r de Desembre, una magnífica guerrera de la vida, que alzó la voz en
nombre de todos, los caídos y los supervivientes. Después brillaron muchos
actos más, entre otros la iluminación con luz roja de algunos de los edificios
más emblemáticos de la ciudad, y el día acabó con la gala que el doctor Clotet
ha conseguido consolidar y que recaudó casi 500.000 euros para investigación.
Por el camino de ese día intenso, el recuerdo privado de nuestros propios
caídos, metáfora de los millones que murieron en todas partes, víctimas de una
enfermedad depredadora que apareció sin preguntar y convirtió a sus portadores
en apestados de la sociedad.
Recuerdo los primeros años, cuando caían uno a uno,
lentamente, inexorablemente, y los ojos de la gente se llenaron de prejuicios y
de estigmas.
En aquellas épocas los enfermos de sida estuvieron
muy solos, enfrentados a una enfermedad sin ningún tipo de piedad, que les iba
comiendo el cuerpo en un proceso imparable hasta la nada.
Y a la vez, abandonados a su suerte de los amigos
que los querían, los médicos que los atendían y los activistas que empezaron a
construir un gran edificio de lucha y solidaridad. El resto del mundo se asustó
y los despreció.
Tantos años y luchas después, ya no están solos, su
enfermedad está bajo control y la esperanza forma parte de sus vidas.
La medicina y la solidaridad han cambiado el sida, y
en días como el 1 de diciembre, lo más importante es recordar eso, la esperanza
y la victoria.
Lo dice Han Nefkens en su libro:
"Ahora
contemplo con cierta melancolía el pájaro libre que era entonces. Tal vez aquel
pájaro haya volado, pero queda, con suerte enorme el otro que soy ahora"
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