Por el Dr. Jorge B. Lobo Aragón (*)
La senadora tucumana Beatriz Rojkes de Alperovich
dice que la bandera de Tucumán con una cruz era fascista.
En manifestaciones del día 11 de Diciembre de 2011
10:37:16 la senadora aseguró que tanto ella como su marido practican el
judaísmo “con orgullo, como tiene que ser”.
“Esto
es algo que es así, en algún momento hemos tenido algún problema de dificultad
pero nunca he sentido tener inconvenientes por mi condición de judía, salvo en
alguna oportunidad cuando salió todo un fascismo desconocido durante el gobierno
de Bussi que salieron con una bandera que tenía una cruz”,
afirmó.
No obstante, con la sanción del Digesto Jurídico
Provincial, en diciembre de 2008, se dio de baja a la Bandera de Tucumán luego
de 13 años de existencia, aunque nunca fue usada efectivamente como símbolo
provincial.
Nada más contradictorio y ofensivo para el
catolicismo y otras religiones que manifestar muy suelta de cuerpo que la cruz es fascista.
Las banderas se han originado en el mundo por
necesidades guerreras.
Diferentes razas, distintos pueblos, huestes
enfrentadas han precisado símbolos que convoquen e identifiquen a sus
individuos.
Una larga evolución, desde los animales sagrados
pintados sobre paños con que se reconocían tribus del antiguo Egipto, las
águilas persas, los colores de las doce tribus de Israel, las palomas asirias
hasta el monograma de Cristo pintado por Constantino en los emblemas romanos.
Una necesidad militar fue también la que le mostró a
Belgrano la necesidad de enarbolar bandera propia, que muestre cuáles somos
nosotros, de qué lado estamos, cuál es nuestro bando.
Pero las banderas en todo el mundo -superando su
primitiva función militar -, han pasado a representar a las naciones.
Todo un pueblo, todo un conjunto de individuos que
aceptan una tarea a realizar en común y que aspiran a un común destino, que eso
es una nación, se simboliza, se representa por medio de su bandera.
Belgrano enarboló bandera y tenía derecho a hacerlo:
“Aspirábamos a ser nación y estábamos demostrando tener méritos para ese honor”
Ahora los argentinos, tal vez en gran parte
desunidos, desalentados, parecemos no ser un pueblo capaz de organizarnos
adecuadamente.
Si a través de muchos años seguimos sin solucionar
problemas cruciales, no estaremos mostrando la nación que merecemos y la de
enarbolar con orgullo y en unión nuestra
bandera nacional.
Pero los tucumanos al derogar nuestra bandera,
teníamos derecho de levantar y elevar
la cruz que ha sido manchada e insultada por no decir vejada sin decir
una sola palabra al respecto.
Las naciones tienen siempre un desafío por delante,
la obligación de superar las dificultades que se presenten.
Atendamos los reclamos que desde hace tiempo se
plantean, les demos las mejores soluciones posibles y, entonces sí, nos
sentiremos merecedores de celebrar a la bandera que nos identifica como nación.
La bandera, en sí
misma, es una invitación a recordar el pasado, un pasado común, un
pasado conjunto, un pasado de nosotros y de nuestros abuelos, que es el pasado
de la patria, un pasado con hechos luminosos como fueron las gestas militares y
cívicas de nuestros próceres, y también un pasado de dolores, con
enfrentamientos entre hermanos, con luchas acerbas, con incomprensiones, con
derrotas.
Los dolores, los errores, los desaciertos, los desencuentros,
las derrotas, no deben olvidarse nunca, para que nos sirvan de lección que nos
enseñe a acertar con el buen camino uniéndonos en la acción común.
Triste sería que la patria se viera obligada a
repetir siempre las mismas experiencias porque nosotros nos negáramos a asimilar
las enseñanzas del pasado y al evaluar el pasado, entender que la bandera que
nos cobija reúne en sí las mejores tradiciones, que nos empuja a procurar el
bien de la patria.
¡Pobre sociedad si sus representantes analizaran los
problemas cotidianos sólo con el mezquino ánimo de las ganancias inmediatas,
olvidando que somos la continuación de una empresa -una empresa que la bandera
resume y simboliza- y que los tucumanos
la simbolizábamos con la cruz.
La bandera y la cruz tiene un destino a cumplir para
alcanzar el bien de nuestros hijos que no es otra cosa que el bien común!
Los católicos profesamos que Cristo ha muerto por
nuestros pecados y ha resucitado glorioso.
Los cristianos siempre hemos tenido la cruz como
signo del amor y poder de Cristo.
A los que nos atacan por llevar la cruz en el cuello
o tenerla en un lugar de honor en nuestras casas o por erguirla sobre un lugar
visible, hemos de responder con San Pablo
“La
cruz”, significa Cristo crucificado, el único salvador.
(*) Crónica y Análisis publica el presente artículo
del Dr. Jorge B. Lobo Aragón (Abogado, ex Juez y Fiscal en lo Penal y ex
Legislador) por gentileza de su autor.
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