Marc Chagall (1887 - 1985) El pintor de la luna
Sobre las ventajas de soñar
Soñar no cuesta nada
Contrario a cuanto ejercicio hoy se nos recomienda,
no requiere zapatos, ni ropa adecuada.
No nos pide sudar o quemar calorías.
Ni calcular el posible daño o provecho
para nuestra salud.
No es tampoco un hábito cuya repetición
pueda conducirnos a cáncer de pulmón
o de cualquier parte del cuerpo.
Soñar no daña la ecología,
ni atenta contra la capa de ozono.
No aumenta el colesterol,
ni fomenta la crueldad contra los animales.
Soñar no afecta los reflejos,
ni causa daños congénitos.
No es dañino para las mujeres embarazadas,
ni inhibe la lactancia materna.
Soñar es un deporte barato.
No requiere de equipo sofisticado,
ni de constante y agotador entrenamiento.
No se puede decir, sin embargo,
que no cause riesgos al corazón.
Sin embargo, hasta el momento,
no se ha encontrado base científica para
contraindicar los sueños,
aunque los argumentos a favor de su extinción
se fabrican a diario.
Yo sostengo que soñar continúa siendo
una práctica subversiva,
con una deliciosa, pero lícita, peligrosidad;
un hábito difícil de erradicar,
cuya ternura y perseverancia
sigue teniendo la innata capacidad de conmover
y abrir ranuras, por pequeñas que sean,
en corazas bien armadas y aparentemente
impenetrables.
Si quiere practicar una actividad de bajo costo,
bajo riesgo, y sin ninguna susceptibilidad
a las altas y bajas del mercado,
le aconsejo soñar...
y no permitir que nadie lo convenza
de que no sigue usted siendo dueño, al menos,
del inmenso poder de su imaginación.
Gioconda Belli
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