"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

jueves, 15 de marzo de 2012

La muerte del padre



Artur Mas i Barnet, a su llegada a la toma de posesión de su hijo, en 2010.


La muerte del padre no es un hecho natural, sino un corte seco al alma que nos deja colgando de un hilo

PILAR RAHOLA

Siempre que alguien querido pierde a su padre siento su dolor muy próximo.
Quizás porque existe la convención social de que la muerte de los padres es algo natural, la última e impecable ley de la biología, y resulta normal que mueran.
Pero las emociones viajan por caminos diversos a los de la naturaleza, y la muerte del padre no es un hecho natural, sino un corte en seco en el alma que nos deja colgando de un hilo, como si fuéramos definitivamente huérfanos, aunque tengamos familia y vínculos sociales.
Recuerdo vivamente cómo se quedó mi padre cuando murió el abuelo.
Ya era mayor, las hijas estábamos casadas, el ciclo de la vida se había cumplido y sin embargo,
¡qué soledad sintió!

Como si de repente él fuera la única raíz que nos ligaba a todos a la tierra.
Y observando a mi padre, me veo incapaz de imaginar qué será la vida sin él, porque mi vida, mi pequeño mundo, aquello que soy y de donde vengo, cambiará para siempre el día que no esté.
Y la sola idea de ese día es tan hiriente que ni la puedo verbalizar.


Ayer murió Artur Mas i Barnet, el padre del president de la Generalitat. 
Para la mayoría será una noticia lejana, más vinculada a la figura del hijo que del propio padre.
Pero al abrigo de la intimidad, no hay ni presidentes, ni políticos.
Sólo hay unos hijos que acaban de perder al padre que les había acompañado a lo largo de la vida, ese hombre de inteligencia viva y salud débil que, sin embargo, demostró una enorme resistencia, una indomable fortaleza.
Una fortaleza... hasta que murió la hija pequeña.
No puedo evitar recordar una larga conversación con él, en la mesa, en la calidez familiar.
Me pareció un hombre único, cálido y adusto al mismo tiempo, de una amplia cultura que compartía con los demás pidiendo casi perdón, sin ningún ápice de soberbia.
Exigente consigo mismo, debió haberlo sido mucho con los propios hijos, y sin duda algunas de las virtudes del político Mas derivan del hijo Artur que tuvo este padre.
Ayer, en el día de su muerte, imagino el desgarro emocional de la familia Mas, doblemente herida por dos muertes tan significadas en tan poco tiempo.
La hermana, Núria, que murió demasiado joven, demasiado castigada por una enfermedad depredadora, demasiado pronto de todo.
Y ahora el padre, que toda la vida ha luchado contra la adversidad.
Al president de la Generalitat y a toda la familia, les doy el pésame, como lo hacen miles de personas.
Pero es al amigo al que abrazo y siento próximo, bien capaz de percibir el dolor que lo hiere.
Ante la muerte de un padre no hay cargos ni proyección pública.
Sólo la soledad desgarradora de un hijo.
A él, al amigo, el final del poema La espera de Joan Margarit:
"Y a mí me colma esta voluntad / de que me toques y de que me mires, 
/ de que me digas qué hago con mi vida, / mientras los días van, con lluvia o cielo azul,
 / organizando ya la soledad"

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