"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

martes, 13 de marzo de 2012

Ni tanto ni tan poco

Franzen arremete contra 'smartphones', e-books, Twitter, Facebook y todo lo que se le parece

QUIM MONZÓ / La Vanguardia.es

En estos tiempos en los que se valoran tanto las redes sociales que incluso los diarios serios reúnen y publican los tuits del día antes que consideran más destacados, está bien que alguien se desmarque y dé un punto de vista diferente.
Es lo que hizo el novelista Jonathan Franzen, la semana pasada, durante una conferencia en la Universidad Tulane de Nueva Orleans en la que arremetió contra smartphones, e-books, Twitter, Facebook y todo lo que se le puso por delante.
Que no le gustan las innovaciones no es cosa de ahora.
En el 2008 declaró al diario The Guardian que duda de que ningún escritor que tenga conexión a internet en el lugar donde trabaja sea capaz de escribir buena ficción.
Su postura es hoy sumamente original, porque al mundo 2.0 se lo venera como si fuese Dios Padre Omnipotente.
La postura de Franzen es aún más radical que la inicial de Ricky Gervais, cuando probó el invento a finales del 2010 y principios del 2011.
En total hizo seis tuits y decidió dejarlo porque no le veía la gracia por ninguna lado.
Pasó meses en silencio hasta que un día, de repente, del mutismo más absoluto pasó a convertirse en un bombardero.

Franzen ni siquiera lo probará. The Daily Telegraph detalla sus opiniones en la conferencia del otro día: "Twitter es indescriptiblemente irritante.
Es todo aquello a lo que me opongo.
En 140 caracteres es difícil citar hechos o crear un argumento.
Es como si Kafka decidiese hacer un vídeo explicando La metamorfosis con banderas de señalización marítima.
O como escribir una novela sin la letra P. Twitter es el medio más irresponsable"

A pesar de la simpatía que su postura anti-Twitter despierta por lo que tiene de rechazo a un cierto papanatismo, hay que entender que Franzen vive en un planeta hecho de novelas de seiscientas páginas y que hay vida más allá de ese planeta suyo.
De entrada se le podría explicar que, por ejemplo, hay novelas donde a lo largo de todo el texto no aparece nunca una determinada letra. No la P que dice él, pero sí la E, como hizo Georges Perec en La disparition. Que Franzen desprecie o ignore ese tipo de literatura muestra la idea poco flexible que tiene del arte de escribir. Esa rigidez contra la brevedad debe hacer que también considere irresponsables los aforismos –de Montaigne a Nietzsche pasando por Joan Fuster– y, evidentemente, las greguerías.
En Twitter hay mucha porquería y mucha banalidad, pero a veces encuentras maravillas que vuelan tan alto como el aforismo más afinado.
También debe encontrar irritante esa variante del cuento que son los microrrelatos, que, para concretar una historia, a menudo no necesitan ni siquiera los 140 caracteres que él odia.
El famoso cuento de Augusto Monterroso –"Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí"– tiene sólo 50.
Aún le sobran 90, por si alguien los quiere aprovechar.
....

"Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.”

Todavía estaba allí… donde quizá siempre estuvo, convirtiendo la imagen de un sueño en un reptil con peso y gravedad que mira con ojos de hambrienta insatisfacción.
Quizá estaba allí el soñador que nunca quiso despertar.
Quizá un sueño dentro de otro sueño.
Quizá yo fui el Dinosaurio que no te dejaba dormir con su aliento cercano a tu cuello, limando sus pezuñas en las sábanas, esperando un descuido de tus párpados para saltar… para arañarte la espalda con cariño. Quizá haya más dinosaurios que esperan su oportunidad detrás de la puerta del armario o debajo de la cama.
Su oportunidad de revivir su instinto de extinción.
Por todos los dinosaurios

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