Editorial del Washington Post
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Fuente:
Argentina Nación
Cuando Cristina Fernández de Kirchner fue reelegido presidente de la República Argentina en octubre pasado, que postulaba que ella tenía que tomar una decisión entre proseguir con el populismo autocrático practicaba antes de la elección y llevando su país hacia los mercados globales y el mundo democrático.
Esta semana, la Sra. Fernández hizo su opción más clara, al nacionalizar el país más grande empresa petrolera.
Al igual que su reciente renovación de los reclamos argentinos sobre las Islas Malvinas , la medida le valió el aplauso doméstica barata - y aseguró que el aislamiento de Argentina del mundo y del progreso económico de sus vecinos, seguirá creciendo.
La Sra. Fernández afirmó que la expropiación, realizada principalmente a expensas de la petrolera española Repsol, fue concebido como
"una recuperación de la soberanía" sobre una empresa cuya producción había estado cayendo.
Sin embargo, la caída de la producción de la empresa, llamado Repsol YPF, fue producido en gran parte por malas políticas gubernamentales, incluyendo un tope a los precios de energía nacionales y los controles sobre las remesas de utilidades.
Además de causar una ruptura con España y con la Unión Europea, la nacionalización se limitará a garantizar que la Argentina no es capaz de atraer el capital extranjero y la experiencia necesaria para explotar sus grandes reservas de petróleo y gas, incluyendo depósitos de esquisto sustanciales.
Nuevo bandazo del presidente hacia la izquierda es una mala noticia no sólo para los empresarios.
Desde las elecciones, el gobierno ha seguido atacando a los medios de comunicación independientes, incluyendo dos diarios más importantes del país, Clarín y La Nación.
Los economistas que se atreven a denunciar la verdadera tasa de inflación - más del 20 por ciento - son objeto de procesamiento, mientras que las cifras oficiales son manipuladas.
La Sra. Fernández se dice que está guiada por un círculo de militantes liderados por su hijo, Máximo, y el nombre de un presidente de izquierda de la década de 1970, Héctor Cámpora.
Vale la pena señalar que el señor Cámpora [1] ayudó a precipitar uno de los colapsos periódicos políticos y económicos que han afectado a la Argentina por más de medio siglo.
La maldición que las sombras de este país, una vez rico, es la incapacidad de su clase política para aprender de sus errores - o de sus vecinos.
Mientras que Brasil y del poder en México por delante, la integración con la economía mundial y la consolidación de democracias estables, la Argentina de la Sra. Fernández se dirige inexorablemente hacia otro accidente.
Si bien hay pocos el resto del mundo puede hacer para evitarlo, una forma de enviar una llamada de atención sería la eliminación de Argentina del Grupo de los 20, el club supuestamente de élite de naciones que se reúnen para sopesar los problemas económicos mundiales.
El vecino Chile, que ha superado con creces la Argentina en el desarrollo económico y político, sería el sustituto ideal.
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