Había una vez un reino muy muy lejano, allá por la loma del orto, que era gobernado por una Reina soberbia y pretenciosa.
Tanta era la vanidad en el frío corazón de la Reina, que no advertía que su pueblo no era feliz (y si lo advertía evidentemente no le importaba), que no era querida y que, a pesar de todo su poder, su dinero y sus sirvientes, su reinado no era mas que una gran farsa; un engaño sustentado por el hechizo de un horrible y corrupto brujo maligno (y vizco) que digitaba todo desde las sombras, controlándolo todo a voluntad.
Pero a ELLA no le importaba. ELLA seguía inmersa en su mundillo de fantasía, aunque todo a su alrededor se estuviera cayendo a pedazos.
ELLA, todos los días, simplemente, buscaba respuestas en su espejo oráculo mágico:
-
Espejito, espejito ¿Quién es la PresidentAAAA mas linda, inteligente, capaz, hegeliana, elegante, intelectual, justa, admirada, querida, fashion, joven, natural, simpática, bella, humilde, trabajadora, sencilla, talentosa, equilibrada, y con la mas alta imagen positiva de todo el mundo?
- Vos mi Reina. Vos sos la mas bella y la mejor de todas. El País te ama.
La Nación te necesita. Todos te admiran y respetan. Vos sos TODO.
Tu reinado es el mejor, el mas legítimo, el mas transparente, y el poder es solo tuyo.
Y así, cada día, la Reina siguió sin despertar a la realidad de que su reino, irremediablemente, se estaba derrumbando.
Y colorín, colorado, este cuento se está acabando…
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