"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

lunes, 5 de noviembre de 2012

El aprecio y el desprecio


Lamentablemente en nuestras sociedades es más lo que se puede decir del desprecio que del aprecio.

El aprecio como el querer es visto en general como signo de debilidad, de mediocridad o de antigüedad, como cosa que no es importante en el movimiento y en la revolución social y tecnológica ocurrida en el siglo pasado y en éste.
El aprecio es la estimación afectuosa de una persona,  reconocer y estimar el merito de las personas o de las cosas, formar juicio de la magnitud, intensidad o importancia de las cosas.

El desprecio es una intensa sensación de falta de respeto y aversión, supone la negación y humillación del otro de quien se pone en duda su capacidad e integridad moral.
Tiene dos formas: el menosprecio, como falta de afecto o consideración y el desplante como dicho o hecho que encierra insolencia, arrogancia o falta de consideración.

El menosprecio se produce por la falta de respeto y consideración al otro, que puede llegar hasta la adversión hacia su persona.
Es  poner en duda su capacidad y su integridad moral.
El desplante es la negación del otro en cuanto a su dignidad humana.
Es considerarse superior, y ver al otro como quien no merece estar a nuestro nivel.
Es parecido al odio, y es una mirada condescendiente hacia alguien despreciable que se considera indigno.
Estos sentimientos se producen en mayor medida con la familiaridad o las personas que tratamos a diario.

Es cierto que hay un rapport, una sinergia, creando un ambiente de confianza y solidaridad mutua en el aprecio, y tratando de entender e imitar los gestos, las actitudes, los gustos y los ideales del otro, pero como también existe una compatibilidad o incompatibilidad química hacia las personas, surge también el desprecio,  su presencia, su aparición diaria exponencia dicha actitud.
Compartir e interactuar con quienes sentimos aprecio o desprecio aumenta la sensación y el sentimiento hacia ellos.
El aprecio busca encontrar una forma superior en el intercambio, ya sea en el pensamiento, en el sentimiento o en cualquier trabajo o actitud en la vida.
El desprecio nos aísla y nos deja al margen de la relación, coexistimos pero no compartimos, estamos pero no tenemos vivencias en común.

Actualmente se ha producido un fenómeno peculiar que es el desprecio a valores y actitudes fundamentales en el hombre.
Lo primero que se advierte es un gran número que siente desprecio por la vida, por la propia y por la de los demás, manifestada en la falta de cuidado y consideración, en los riesgos asumidos innecesariamente, y en la actitud negativa hacia el otro.

El automovilista imprudente, el empresario que contamina, el que fuma en lugares cerrados, todo el que comete actos de violencia de cualquier tipo desprecian la vida humana.
También hay un gran desprecio por los derechos y por las libertades, que son sometidas y cercenadas a veces sin piedad, por actitudes espúreas, por el logro del poder, o simplemente por dinero.
La traición, la violación de secretos, la calumnia, el chisme y las actitudes impiadosas son formas de desprecio explícitas y perversas.

El aprecio forma parte del querer, del querer en el mejor sentido del término, como queriendo en la expresión de la voluntad y como queriendo en la expresión del sentimiento.
Lo que siento y lo que realizo.
Aquello que está en mi corazón, que es mi ideal de vida, y que pongo en acto, que lo actúo, en mi comportamiento y en mi conducta diaria, para mí como ejemplo y para mis semejantes.

Y este querer forma el amor, el amor verdadero, que se expresa en la profunda convicción de compartir el camino de la vida, de amar lo que soy, lo que tengo, lo que me rodea, en una simbiosis expresa con todos mis hermanos, sin los cuales mi vida y mi existir no tendría sentido, y cuyo aprecio cuido y cultivo como una delicada flor, porque se lo merecen y me lo merezco.

Elías D. Galati

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