Por Gabriela Pousa (*)
Alerta.
El anuncio lo hace el servicio meteorológico pero podría hacerlo cualquiera con sólo echar un vistazo a lo que esta ocurriendo.
El problema es que el hackeo a la justicia y a la libertad lo siente apenas un grupo social.
Ni siquiera la clase media en su totalidad.
El calendario indica el final de año y ese dato – sumado al ritmo vertiginoso de lo cotidiano -, no deja demasiado espacio para detenerse a analizar hasta qué punto agoniza el régimen democrático.
El argentino medio debe atender un sinfín de temas en simultáneo: llegar a fin de mes, el trabajo, la salud (porque no todos pueden darse el lujo de enfermarse cuando el sistema sanitario está colapsado), la seguridad, en síntesis, la subsistencia.
Pedirle que también atienda las declaraciones de Julio Alak – q
ue no son sino órdenes de la Presidente-, parece ser un exceso en este contexto.
Sin embargo, por su bien, es tiempo de que se exija más de la cuenta tal vez.
Lo que está en juego es mucho más que una medida económica,
la afrenta -a esta altura-
es contra la dignidad misma de la persona.
No hace tanto escribí una nota tratando de analizar este fenómeno del golpe institucional que venimos experimentando y probablemente, con mayor o menor conciencia, protagonizando.
Me refiero a ser parte de tantas Argentinas simultáneamente.
Escindidos, diezmados por fuera y por dentro, tratando de vencer abismos infranqueables…
Insertos en un proceso donde se atraviesan campos minados, una y otra vez, hasta advertir sin desfallecer, que no logramos llegar a ningún lado.
En este contexto, el nacionalismo es apenas un vocablo usurpado por el gobierno para tratar de engañarnos. Somos dueños de lo que ya no es nuestro.
Poco tiene que ver que YPF se haya expropiado, el nacionalismo como amor al país que se predica, nace y muere en un atril.
No existe más allá de los vítores obsecuentes.
Hay en la misma geografía, más de 40 millones de patrias, y cada una se ocupa de si misma.
Posiblemente sea congruente que eso suceda en tanto son ya innumerables los pasos en falso, las esperanzas vencidas, los intentos frustrados.
Salir de este callejón tiene costo, y no nos caracterizamos precisamente por hacer honor a los pagos.
La dirigencia es gente.
Quizás no muy distinta que esa ‘gente’ a la cual creemos pertenecer, porque a nosotros no puede encasillársenos en un análisis político arbitrariamente.
No es lo que pretendo pero, ¿de qué modo escapar a ello?
Si acaso somos nacionalistas es a fuerza del cierre de aduanas y fronteras.
Si acaso somos liberales es porque nos molesta que se entrometan en nuestra vida.
Pero en el fondo hemos cedido hasta lo más íntimo cuando un Estado nos tentó con darnos todo servido. Seguir esperando no los juzga a ellos, nos juzga a nosotros mismos, y no hay anestesia para asumir la condena.
No se trata de un repentino avasallamiento a la ley, ni de un atropello inédito.
Lo que sucedió esta mañana con el ministro de Justicia es el corolario de diez años de prefacio.
Nada es casual, o quizás sí: casuales son los personajes que obran de voceros.
Títeres de un capricho, presos a costa de vender el alma por unos míseros pesos.
Ninguno hasta ahora ha demostrado defender “el modelo” por propio convencimiento.
“Si hasta acá se llegó ileso, sigamos...”, ese parece ser el lema que los orienta.
Hasta a dónde ya no depende de sus fuerzas sino de las nuestras.
Dentro de muchos esta latente la pregunta: ¿Qué hacer?
Nadie atina con la respuesta.
Se nos ha adoctrinado de tal manera que pensar en un juicio político nos catapulta en el casillero de los golpistas, nos confina a viejos tiempos aunque nada tenga que ver este desmembramiento con aquello.
Las redes sociales son fuente de catarsis.
Vale, pero también vale saber que apenas 4 millones de argentinos tienen acceso a Internet.
El resto, mientras tanto, esta colgado en trenes o en colectivos intentando llegar enteros a destino.
Otros se desahogan en charlas con vecinos, demasiados descargan la frustración con sus seres queridos,y así se cierra el círculo vicioso de un país sin sentido.
En el trayecto hacia el verdadero cambio, hubo y hay manotazos de ahogados que no sirvieron ni para flotar un rato.
Las víctimas son incontables, el único recurso no renovable se nos va como agua entre los dedos: el tiempo.
Comienza ahora el peligroso juego de inventar otro actor que cargue con las culpas de la ignominia y el capricho de Cristina.
De la manga sacan un ente abstracto sentenciado a ser villano: se trata del “partido judicial”.
Insensatez de acosados.
Resulto inútil acusar a una derecha destituyente y represora que de haberla, sólo se trata de una derecha reprimida por el temor a una condena aunque sea eufemística.
Los militares han dejado de ser potables como para situarlos en el campo de los malos.
No han sido ellos por otra parte los que lograron que Argentina sea el país con más denuncias ante el CIADI.
Tampoco son los jueces en su conjunto los que han propiciado que el 60% de los docentes candidateados a la carrera de magisterio, reprueben los exámenes primeros.
No han pasado los registros ortográficos…
Y esos son los que,
supuestamente, van a educar soberanos.
Hay una sumatoria de responsabilidades que, ciertamente, no se agotan en el kirchnerismo.
Sin embargo, han tenido diez años de tregua y complacencia.
Diez años, según ellos, de crecimiento a tasas chinas, de soja redentora, de consumo y sociedad embelesada con electrodomésticos y cuotas.
En periodos mucho más chicos, otros países salieron de infiernos y se reconstruyeron a sí mismos.
Algunos ni siquiera están lejos.
Es factible que un buen ejercicio sea adentrarse en el cómo lo han hecho.
Esperar que el Ejecutivo del ininterrumpido saqueo se auto limite es de necios e ingenuos.
No hay tiempo para serlo.
La idea de que se defiende al poder político o al grupo Clarín y Héctor Magnetto esta establecida por el mismísimo gobierno.
Esa gesta generó fugas y desentendimientos.
¿Por qué defender un multimedios?
La pregunta sonó varias veces en las últimas horas, y es desde todo punto de vista simplista y capciosa.
Esta en juego la libertad, pero también es cierto que esa afirmación se torna para muchos incomprensible, abstracta.
¿De qué manera formar conciencia?
En una de esas, es necesario no claudicar y revivir el espíritu del 8N, en lugar de debatir si conviene o no salir tal día o tal otro.
De algún modo, esas polémicas nos hacen ser semejantes a ellos: enredados en almanaques inútiles cuando nunca se ha regresado, en un día y a una determinada hora, a la coherencia y al respeto.
Así como la perseverancia es todo en la conquista de un éxito cualquiera, lo es también en la conquista de la política, la moral y la ética.
Pienso, de pronto, cuán burdo suena hacer esas menciones en este desorden de cosas.
En una de esas no hay que salir hoy o mañana sino seguir saliendo, pacíficamente, hasta que entiendan que, amén de deberes, tenemos derechos.
Es la puja por la dignidad, quien no puede comprenderlo defenderá algún otro derecho que no es menor por cierto.
Es licito combatir por seguir viendo TN, canal 13 o leer lo que pasa en Clarín.
Luego, cuando la razón haya vuelto, habrá que dedicarse de lleno a pensar el país sin limitarlo a un tipo cambiario, al turismo de un fin de semana largo, o al pago del plasma sin intereses y con tarjeta de crédito…
En definitiva, es probable que convenga “salirse” de ese sector al que todavía le preocupa e interesa qué sucede con la política (porque tiene en su haber el “privilegio” de poder y querer entender), y pelearla como un Boca-River.
Al fin de cuentas, esa ha sido la forma que utilizó la presidencia, y esta claro que hasta hoy ha ganado, tristemente, todas las contiendas.
No es que el fin justifique los medios, pues es la naturaleza de los fines la que determina la naturaleza de estos.
Pero somos más consecuentes con nuestro equipo de fútbol que con nuestro suelo.
Y en este caso, el fin es el regreso a la Argentina tal como alguna vez la concibieran nuestros padres y abuelos.
Nada más, nada menos…
(*) Lic. GABRIELA R. POUSA - Licenciada en Comunicación Social (Universidad del Salvador), Master en Economía y Ciencia Política (Eseade), es autora del libro “La Opinión Pública: un Nuevo factor de Poder”. Se desempeña como analista de coyuntura independiente, no pertenece a ningún partido ni milita en movimiento político alguno. Crónica y Análisis publica esta nota por gentileza de su autora y de "Perspectivas Políticas". Queda prohibida su reproducción sin mención de la fuente.
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