"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

lunes, 11 de febrero de 2013

La realidad histórica


Es difícil aislar y comprender la realidad histórica, por lo general es tarea del futuro.
La historia es el relato de lo que sucedió, pero también está sucediendo, y como sea ese suceso es el factor determinante del futuro.
El desarrollo tiene una forma, que está inserta en dos movimientos.
El primero en un tiempo y un espacio, un tiempo que es cambiante, mutable y un espacio que es fijo, estático.
El segundo es el proceso dialéctico de los hombres que componen la sociedad con la naturaleza y con la realidad histórica, porque hay una naturaleza en la cual se asientan y una historia de la cual provienen como pueblo, que en parte  los condicionan.
El tiempo es una variable, compulsiva, determinante, ya que como bien decía Hegel "la hora de su nacimiento es la hora de su muerte", y el hombre sabe que tiene un límite, no sabe donde llega, pero que está.
El otro problema a considerar es que la historia es un concepto, lo real es el hombre, el pueblo, las sociedades, que dentro de un espacio y un tiempo generan comportamientos, ideales, proyectos que hacen a la historia.

La historia es una construcción en una comunidad de destino, el destino de cada pueblo, pero ese destino afecta de manera diferente a los diversos grupos sociales y de acuerdo a la posición y al rol que asuma cada grupo  será  la determinación del destino histórico.
Que nunca es casual ni azaroso, sino que esta impulsado por la condición nacional.
Por las características y la tradición de los pueblos.
Por la conducta, los valores y la aceptación de pautas que los grupos dominantes impulsan y terminan imponiendo, dando categoría de valores y pautas nacionales a los mismos.

Las sociedades crecen o decrecen en un sentido, el sentido que impone esa dialéctica motorizada por la forma que impacta en los grupos con mayor fuerza social.
Y la realidad histórica se convierte en esa realidad, a lo mejor no querida por todos, o no consensuada y a veces impuesta, pero que es la realidad.
Es lo que somos, señala nuestra posición y nos identifica, y en base a ella somos medidos y juzgados como pueblo.
El problema más grave consiste en que la mayoría de los hombres no tiene conciencia de la situación real, está inmerso en el proceso social de su propia vida y de los grupos de pertenencia.
Ve los acontecimientos como fatales, como que son así, y así serán y en la mayoría de los casos no existe ni siquiera la pregunta, no ya el cuestionamiento, sino la simple y asombrada pregunta ¿porqué las cosas son así? 
¿Por qué vivo como vivo? ¿porque está la sociedad funcionando de esta forma?
La historia sigue su curso, porque el devenir del hombre le ha marcado el camino y la lleva adelante con lo que es, con lo que siente, con lo que piensa, con lo que ama.

Hay una responsabilidad individual y otra colectiva.
Se puede pensar distinto, y de hecho en todas las sociedades existen grupos con opiniones distintas, pero no se puede obviar la pertenencia, que se forma parte de la comunidad en la que se vive, y que la forma en como vive la comunidad influye e interactúa con la forma en como vive el individuo.
La cuestión es lograr que la forma en como actúa y piensa y vive el individuo sea capaz de interactuar e influir y de ser posible cambiar la forma de la sociedad.
Porque independientemente de los logros de cada uno, hay un proceso histórico social de transferencia generacional.
Y la generación a la que uno pertenece ha recibido un mundo con problemas, con tragedias, con discriminaciones, también con adelantos científicos y técnicos, y debe transferir a la siguiente ese mismo mundo, que se supone ha sido modificado para mejorarlo y que el hombre viva mejor.
Podemos en realidad decir que transferiremos un mundo mejor que el que recibimos.
¿Que le estamos dejando a las generaciones que nos siguen, que modelo le mostramos, podemos ser ejemplo para ellos?
Este es el desafío, poner el devenir de la historia en la justa medida de los valores de la abnegación, la paz, la generosidad y la solidaridad.

Elías D. Galati

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