Corinna Zu Sayn-Excétera...
María Bastitz / El Manifiesto.com
En estos tiempos revueltos, los españoles hemos aprendido a vivir con el corazón encogido.
Desde los medios de comunicación nos explican a diario las maniobras kafkianas de nuestros políticos para mantener su puesto ante los casos de corrupción que salpican a tantísimos de ellos. Además, yernos reales, hijos de políticos, folclóricas y ejemplares varios de la fauna urbana juran y perjuran que no conocían los suculentos beneficios que se atribuían a sus negocios.
Y justo en este momento, a punto de producirse una especie de colapso general, entran en escena amantes despechadas que van por ahí contando secretos fiscales y de alcoba porque dicen sentirse amenazadas (aunque lo correcto sería decir “estafadas”) por no haber cobrado lo que esperaban recibir.
Primero fue la ex de Jordi Pujol junior.
Cabe pensar que el hijo del que fuera President de la Generalitat ignoraba que el silencio de una amante tiene un precio… que, al no ser abonado, hizo que ésta corriera a reunirse con Alicia Sánchez Camacho para verter hiel en la grabadora que, Anacleto, Agente Secreto, a sueldo del mejor postor, había colocado a disposición de la líder del PP en el restaurante La Camarga de Barcelona.
Y es en medio de este vodevil detectivesco cuando ha surgido la última novedad del folletín.
Una vieja conocida, Corinna zu Sayn-Wittgenstein, la que un día, en pleno acoso de los mercados a nuestra economía, se fue de cacería a Botsuana con el rey.
Y allí Su Majestad pegó un traspié que casi le cuesta la corona.
Pues bien, esa rubia trasnochada con aderezos de silicona en los labios y en gran parte de su anatomía, que un día pensó que ofrecerse en oblación a una frente coronada seguía siendo una buena manera de medrar.
Como quien a buen árbol se arrima buena sombra le cobija, la dama se convirtió, según sus propias palabras, en amiga entrañable del monarca, y ahora está dispuesta a cruzar la barrera del anonimato para hacernos creer lo que no es.
Dicen las malas lenguas, aunque ella lo niega, que vivía, hasta hace poco, un chalecito en el Pardo, decorado por Jaime Parladé, al que se podía acceder directamente desde las inmediaciones del palacio de La Zarzuela.
Quiero imaginar que los gastos del lujoso picadero corrían a cargo de la Casa Real, porque de lo contrario sería para ponerse de muy mal humor.
Pero Su Majestad debe de haber errado en el trato con la dama y no ha atendido a sus deseos tal como ella esperaba, pues de la noche a la mañana, sintiéndose malquerida, ha iniciado una peregrinación por la prensa, tanto afín como adversa al monarca.
Primero fue al diario El Mundo, y nos dejó claro que anhelaba vengarse de Juanito, pues pese a que no se cansaba de repetir que el rey es un tesoro nacional, de haber sido su amistad tan desinteresada como pretendía, hubiera escogido otro rotativo más benevolente con la figura del soberano.
Ha suscitado toda clase de comentarios la irrupción en determinadas publicaciones de Corinna, la falsa princesa, pues si mantiene el título es gracias a que, después del divorcio, a su ex marido el príncipe Casimir zu Sayn-Wittgenstein Sayn, le honra la virtud de la tolerancia y le permite utilizar su apellido para evitarse otros quebraderos de cabeza.
Sin embargo, la realidad es bien sencilla, Corinna ha perdido el favor real y se ha apresurado a sacarse las pulgas de encima, dado que su nombre apareció en la documentación que Diego Torres, socio de Iñaki Urdangarin, entregó al juez que lleva el caso Nóos.
Desde las páginas de El Mundo, Corinna afirma ser una persona discreta y leal que ha llevado a cabo trabajos importantes para el Gobierno español en calidad de consejera estratégica especializada en temas de Oriente Medio.
Estaría bien que desde el Ministerio de Asuntos Exteriores nos explicaran tan estrecha colaboración, por la cual, según asegura la interesada, nunca ha cobrado, además, ni un euro.
Y como tampoco se le saldó ningún importe por las gestiones que realizó para encontrar un empleo digno al duque de Palma, resulta que la susodicha trabajó por amor al arte.
Tanta filantropía le parte a uno el corazón.
Para compensar sus revelaciones al diario El Mundo, que lo fueron todo menos reveladoras, ahora se ha sincerado con la revista Hola, oráculo de la Familia Real, que la coloca en portada, con reportaje anónimo en el interior y fotos a toda página, como si se tratara de una top model cincelada por el arte del photoshop.
Dice que habla ahora porque tiene que defenderse, ya que su silencio se estaba malinterpretando. Afirma también que éstas serán las últimas declaraciones que haga, porque su deseo es recuperar el anonimato.
Mientras tanto la revista se deshace en elogios a la alemana, la trata de Alteza Serenísima y le brinda adjetivos del tipo: elegante, dulce, sobria, eficaz, delicada o amable.
El enjabonado no puede ser más evidente.
Señala que su vida se ha convertido en una pesadilla, y que toda esta tragedia (con desconocidos llamándola por teléfono, paparazzi persiguiéndola, etc.) ha sido innecesaria.
Todo ello la ha llevado a tomar la decisión de hacerse estas fotografías y publicarlas con la esperanza de que se calme dicho acoso.
Y prosigue.
Con el rey tiene una amistad cercana, nada más.
Lo conoce desde el año 2004.
Él es el mejor embajador de España en el mundo.
Se le admira y reverencia allá donde va y, en tiempos de crisis, el país debería estar unido para superar las dificultades y no permitir que se le quiera dividir.
Hay fuerzas que utilizarían cualquier cosa para desacreditar la monarquía y a España, pero Corinna a hacerles el juego.
Respecto a las especulaciones en torno a su relación con el monarca, dice que le dolieron: fueron innecesarias y dañinas.
Fue a Botsuana en familia, con su hijo Alexander de diez años, y con su primer marido, Philip, con quien todavía conserva una gran amistad.
Philip y ella habían ido allí en su viaje de novios y se reían mucho por estar de vuelta en aquel lugar.
Asegura que en cualquier caso no tiene planes de viajar a España y no lo hará mientras su presencia allí pueda causar controversia.
No dudo de su sinceridad, aunque no exactamente en el sentido que pretende hacernos creer cuando señala estar acostumbrada a moverse en un mundo de hombres, aunque no es en ningún caso una mujer fatal.
Pero vayamos a lo esencial.
¿Desde cuándo la amante de un rey concede entrevistas a la prensa?
Cualquiera de las concubinas reales que alegraron la vida de los antepasados de Juan Carlos, si se hubiera prestado a tal hazaña, habría sido silenciada, y a los pocos días alguien habría encontrado su cadáver detrás de un seto de los jardines de palacio o flotando en aguas del Manzanares.
Pero ya nada es como antes y esta cortesana vulgar que al final de la entrevista dice ser mujer rubia y alemana, por si nos pasaba desapercibido el detalle, debería haber aprendido de otras que, en su misma condición, no perdieron la dignidad, como Catalina Schartt, amiga entrañable de Francisco José de Austria-Hungría, que después de la caída del Imperio, siempre se negó a publicar sus memorias, pese a las ofertas millonarias que había recibido.
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