Mientras el papa
Francisco marcha firme por los senderos de un camino nuevo, cuya mirada fija su
atención en la pobreza y no en el boato curial, la heredera natural de Chávez
en versión tanguera, Cristina de Kirchner, aprovecha la ocasión para volver
a excederse en histrionismo.
Uno se pone las sandalias del pescador, y la otra
rellena con bótox su falta de sentido del ridículo.
Y mientras Francisco
demuestra una gran elegancia dedicando su primera audiencia a la presidenta que
tanto lo ha criticado, la otra aprovecha para intentar crearle un problema
diplomático que no es de su negociado. Que Kirchner hable de las Malvinas en su
primera audiencia papal demuestra hasta qué punto esta presidenta ha perdido el
sentido de la realidad.
Como decía alguien de Arafat, tampoco ella "nunca
pierde la oportunidad de perder todas las
oportunidades".
Tenía un momento de
oro para demostrar sensibilidad con la pobreza ante un Papa que ha empezado su
mandato hablando de ella, y más viniendo ambos de un continente y de un país con
severos problemas sociales.
Pero prefirió sus aires de nueva rica, sus
donaires de presidenta y sus tics de conocida prepotencia.
Y como si
estuviera en Camp David, a punto de negociar el conflicto de Oriente Medio, se
equivocó de lugar, de interlocutor y de tema, y encima aprovechó la rueda de
prensa para vender el producto.
Sinceramente, no se
puede ser más vulgar.
Lo cual nos retrotrae
al tema argentino.
Desde cualquier punto de vista es una auténtica desgracia que
un país tan importante para el Cono Sur y para todo el continente esté en manos
tan tramposas.
Lejos de querer emular a los grandes estadistas, Cristina ha
decidido pasar a la historia como una heredera del populismo chavista, y
por el camino de vender humo social, mentir con los números económicos, pactar
con Irán la venta de los muertos de la AMIA, e intentar desmontar toda la
sociedad crítica con su Gobierno, puede convertirse en una gran
pesadilla.
En este sentido, la
llegada de un Papa argentino que no ha formado parte de la corte kirchnerista,
ni le ha rendido pleitesía, es una bocanada de oxígeno.
Por supuesto el Papa
debe hacer de líder espiritual y no político, pero a estas alturas de la fiesta
tampoco pecaremos de ingenuos, ni obviaremos su enorme influencia, y saber que
el Papa no milita en el verbo populista de la señora presidenta es toda una
garantía.
También resultará muy
útil para comparar los discursos sobre la pobreza de uno y otra.
El
primero, cuya música suena a compromiso
serio.
La
segunda, cuya música resulta tan
estridente como la del amigo bolivariano:
Tanta retórica sobre los pobres como
corrupción política, enriquecimiento personal y corte de oligarcas que han hecho
su agosto.
El Papa parece
auténtico.
La presidenta ya
sabemos que no lo es.
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