"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

lunes, 24 de febrero de 2014

El desafío de la "palabra"


La palabra es el símbolo más importante de la comunicación humana. 
Permite expresar nuestros sentimientos, emociones, pensamientos, ideas y relacionarnos con los demás.
Como decía Wingesttain los límites de mi lenguaje son los límites del universo, porque todo lo que existe  y aun lo que dudamos que exista tiene una expresión  que lo representa.
Sin embargo en esta postmodernidad que acompaña a nuestra generación vertiginosamente cambiante, la palabra tiene que competir con otras expresiones simbólicas más actuales, más sofisticadas y de gran adhesión popular.
Vivimos la era de la tecnología, la computación, la electrónica y la imagen, y frente a ellas la palabra está en desventaja.

Las nuevas generaciones han mamado y se han criado con esos adelantos, y cualquier niño aún muy pequeño maneja un teléfono celular, una tablet, un ipod, una play o una PC.
La comunicación entre ellos por palabras es muy escasa y sólo las necesarias, en casos especiales.
Estos avances han sido de gran ayuda y han permitido mayor información, más rápida y tener a nuestra disposición casi la totalidad del saber de la humanidad.
Por otro lado se ha abreviado y comprimido los términos escribiéndolos de otra manera o mediante simbolitos o emoticones, que representan a las palabras.
Es decir la representación de la representación, pero en un lenguaje menor, sin la riqueza y la capacidad de comprensión que la palabra expresa.

Sin perjuicio del progreso y de la movilidad de las costumbres, que es importante y necesario en la sociedad, y hace al crecimiento tanto individual como social, hay otros elementos en consideración.
Aunque no tiene el mismo criterio y la responsabilidad que tenía hace 50 ó 100 años, expresarse en palabras involucra un compromiso.
Las palabras tienen un plus, lo que decimos queda, se recuerda, resuena en el espacio, y nos vuelve como un boomerang.
Somos esclavos de lo que decimos, como también somos lo que decimos.

Según como nos expresemos, o el léxico que usemos seremos identificados y dará una pista de quienes somos, donde está nuestro corazón, que pensamos, y cuales son nuestros deseos e ideales.
Cada vez cuesta más hablar, y los términos se entremezclan, compartiendo algunos que no son sinónimos ni significan lo mismo, y dándole validez o carácter a otros que nada tienen que ver con lo que se quiso expresar.
Las definiciones se toman en un sentido light, y decimos, bueno es parecido, o quería decir otra cosa.
Otro aspecto es el cumplimiento de la palabra y la palabra empeñada.

Empeñar la palabra es comprometerse uno con sus dichos, que serán sostenidos y cumplidos.
Recuerdo el diálogo de Platón, porque está Sócrates sentado en la cárcel, porque el pueblo de Atenas lo condenó, y él que toda su vida predicó la sujeción a la justicia, creyó conveniente cumplir el fallo, aun sabiendo que era mendaz, que lo hacían por envidia, que era una felonía y totalmente injusto.
Pero su palabra empeñada en sus discursos, y sus enseñanzas, no le permitían otra actitud.
Expresaba a sus discípulos:
¿Que voy a decir que prediqué y enseñé una cosa, pero cuando me tocó a mi, entonces no la cumplí?

Como se ve la palabra tiene matices, riesgos y condiciones que la hacen distinta.
¿Cuál es el compromiso y el desafío de los que hacemos de la palabra nuestro oficio, y con ella comunicamos nuestros pensamientos?
¿Qué debe hacer el escritor con sus palabras?
El gran desafío de la palabra hoy, es que exprese con autenticidad y coherencia nuestro pensamiento y nuestros ideales.
Que nos comprometan con nuestros hermanos y con la naturaleza, en pos de conseguir una vida mejor.
Que sirvan de verdad para crear conciencia, para que quienes las escuchen crean en ellas y puedan convencerse de cual es la verdadera realidad y como debe ser su comportamiento.

Que sea una forma de vida, recreada permanentemente con nuestro crecimiento personal y con la mejor comprensión de aquello que decimos, y un modo de llegar a ser comprendidos, entendidos y aceptados por los demás para que expresen sus propias palabras con total independencia, libertad y razón, en una comunión de fonemas que suenen en el universo como la voz de la amistad, del amor, de la paz, de la vida en sí misma.


Elías D. Galati

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