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lunes, 24 de febrero de 2014

Operación Néstor


Por: Martín Caparrós | 24 de febrero de 2014

Lo raro es que haya tantos que la compran:
Lo que pasa es que está barata, y no hay muchas otras ofertas.
Y que los mueve el más argentino de los sentimientos: 
la ilusión de zafar.

La historia es larga y empezó hace tres años, tres meses y 29 días.
La mayor operación de construcción de un mito instantáneo que se recuerde en la Argentina desde la muerte de Eva Duarte de Perón se había lanzado una hora después del deceso pero, entonces, la manejaba su viuda y heredera:
Cuando murió Néstor Kirchner, la fracción que se puso su nombre se dedicó a ponerle su nombre a todo lo que pudo y a convertir su figura en la figura de un prócer de la patria o juremos.
La Argentina tardará décadas en desnombrar el cardumen de calles, plazas, rutas, estadios, túneles, centros, escuelas, aviones, panteones, paredones y otros rincones que se dicen Néstor Kirchner –y alguno quedará.

Era un movimiento lógico:
La supervivencia de su viuda e hijos –naturales, putativos– en el poder parecía depender de su capacidad para convencer al país de que el muerto era tan grande que incluso sus retoños y entenados eran suficientemente grandes.
Y, además, ya se sabe lo bien que viene un mito cuando la realidad se pone terca.

Era lógico...
Lo extraño empezó cuando el mito Néstor Kirchner se volvió la bandera de lucha de tantos enemigos de su viuda.
Fue la solución a un problema clásico del peronismo.
El primer ejercicio del Manual te introduce al arte de decir una cosa mientras haces otra distinta –y que te crean.
El segundo te enseña a ganar poder consiguiendo que todo tipo de personas te deban favores:
los más ricos un negocio pingüe, los más pobres una bolsa de yerba.
El tercero es éste:
Cómo volverte opositor a tu propia política.

Los Kirchner, sin ir más lejos, lo resolvieron plegándose al discurso antiliberal de 2001 después de haber prosperado en la conducción del neoliberalismo.
Lo tenían más fácil:
Había habido tal sacudón en la Argentina que nadie sabía muy bien –nadie quería saber– quién hacía qué unos años antes.
En cambio los ex-kirchneristas que ahora pretenden ofrecerse como alternativa al kirchnerismo lo tenían más complicado:
Debían mostrar que eran la alternativa para oponerse al gobierno que integraron.

Me imagino que pensadores del tamaño de Fernández Alberto, Solá Felipe, Lavagna Roberto, Massa Sergio y émulos varios deben haberse devanado los sesos.
Querían, panqueques seriales, volver a caer en la sartén, calentita, engrasada, y la sudaban.
Hasta que dieron con la solución mágica, tan obviamente peronista que parece mentira que hayan tardado tanto:
Dirían que el gobierno de Cristina Kirchner no era kirchnerista,
que el kirchnerismo auténtico, el bueno, se había muerto con el presidente muerto,
que el kirchnerismo verdadero vivía en ellos.
La Operación Néstor se había puesto en marcha.

Es lo que un autor argentino casi contemporáneo llamó el Efecto Ave Fénix...
Esa capacidad del peronismo para renacer de sus cenizas postulando, cada vez, que el peronismo que se quema no es el verdadero sino una deformación y que el verdadero es el que viene –porque recupera las viejas esencias.
Sólo que en este caso es más osado:
Es difícil postular que el verdadero kirchnerismo es el de los que se fueron cuando la supuesta traidora se llama Cristina Fernández de Kirchner y fue elegida y ¿dirigida? por su marido Néstor Kirchner.
Pero igual lo intentan.

Para eso tienen que postular que la señora se aparta cada vez más de la línea del señor.
Para eso tienen que insistir en esa imagen de la señora soberbia, necia, intolerante, alguien que, a diferencia del difunto, no escucha a nadie y gobierna según un par de nociones trasnochadas.
Para eso tienen que insistir en que el señor era político donde la señora es ideológica,
el señor era pragmático donde la señora principista,
el señor contemporizador donde la señora belicosa,
el señor consecuente donde la señora caprichosa,
el señor un buen muchacho donde la señora una maestra ciruela,
el señor ducho en economía donde la señora cero al as,
el señor un peronista donde la señora una infiltrada.

Para eso tienen que construir una diferencia inverosímil entre las políticas de dos políticos que trabajaron toda la vida juntos.
Para eso aprovechan, entre otras cosas, que ya pasaron muchos años y que el modelo económico que montó el señor le está estallando a la señora entre las manos.
Para eso tienen que armar otro relato, pero sabemos que en Argentina los relatos se venden a cuatro la docena.
Todo para decir que el otro era otra cosa, no se vaya a creer, mi estimado –y que ellos, que estaban con el otro, harían otras cosas.
Todo para no perder el tren y pretender un lugar en el poder que viene.
Todo para ser peronistas verdaderos.

Cuando la lanzó, años atrás, un Fernández, la Operación Néstor parecía destinada al fracaso, pero la Argentina sigue siendo un país tan generoso. 
Les está saliendo bien; tan bien que los principales candidatos para las próximas presidenciales están usando ese discurso.
El así llamado massismo –no confundir con la línea Groucho– es el producto más redondo de la Operación: Docena y media de políticos de la primera línea kirchnerista que ahora se muestran como la alternativa al kirchnerismo.
Y Daniel Scioli también trabaja el mismo rubro -peronismo en vena.
Y, curiosamente, tienen el apoyo –pactado o no, pagado o no– de varios de los columnistas políticos más leídos, que recuperan esta idea de que Néstor Kirchner era muy distinto y la dan por sentada en sus columnas: gran servicio.
Que avanza y, si sigue próspera, nos permitirá tener otro gobierno peronista en 2015.

Va a ser, por supuesto, levemente cruento:
Es obvio que su principal obstáculo es Cristina Fernández, que su destrucción se ha vuelto la condición para el éxito de la Operación Néstor, para la supervivencia del peronismo.

El peronismo, en su etapa actual, depende de que los oportunistas del momento consigan convencer a cuanta más gente mejor de que Cristina Fernández nunca lo fue,
que es un accidente,
un patinazo en el camino,
un error que ya solucionamos.
Que nos confundió durante un tiempo porque seguimos a su marido pero ahora ya nos dimos cuenta; nosotros somos la alternativa a todo eso –dirán, y querrán que les creamos.

La supervivencia del peronismo depende, una vez más, de que seamos suficientemente tontos.

Ellos, una vez más, confían en nosotros.

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