Es preciso acordarse repetidas veces que los niños tienen derechos fundamentales que necesitan ser respetados y que van más allá de los enumerados en la Declaración de los Derechos del Niño.
Derechos que pasan por más sensibilidad…
Todo niño tiene derecho de explorar libremente el ambiente donde vive.
De interaccionar con el ambiente natural.
De experimentar nuevas sensaciones y afectos.
De admirar el mundo.
De ser estimulada a respetar todas las formas de vida.
De sentirse parte de ellas.
De sentir el olor de la flor, del agua, del riachuelo, de comida fresca y de la casa limpia.
Todo niño merece expandir sus horizontes y su mirada.
Conocer otras formas de vivir y otros hábitos de vida.
Toda niño necesita ser llevado en consideración en las tomas de decisiones familiares.
Todo niño merece ser incluido activamente en los programas de la familia, no como una “equipaje” que se carga secundariamente, sino como parte que influye la elección.
Todo niño merece y tiene derecho de interaccionar con otros niños, principalmente con aquellos que viven de manera diferente de ellos, eso construye el respeto y la equidad.
Todo niño merece recibir una educación libre de prejuicios y discriminaciones de cualquier tipo.
Merece saber que el amor no escoge sexo, color, clase social, etnia, nacionalidad.
Todo niño merece pasar menos tiempo frente a la TELE y más tiempo junto a la naturaleza.
Todo niño tiene derecho de saber de dónde vienen sus alimentos y de conocer aquellos que realmente le son buenos.
Tiene derecho de saber si aquello que le está siendo ofrecido es realmente saludable, es realmente benéfico, y hará realmente bien, o es sólo reflejo de la falta de preparación de quien lo ofrece.
Todo niño merece tener sus miedos comprendidos y acogidos, nunca ridiculizados, nunca menospreciados, nunca ignorados.
Todo niño precisa sentirse parte del todo, influenciado por él y lo influenciado.
Necesita ser respetado como ser integral y serle ofrecido lo mejor que hubiera delante de las posibilidades de cada contexto.
Todo llanto de un niño necesita ser acogido y comprendido, jamás ignorado, jamás minimizado.
Todo niño necesita ser protegido contra todas las formas de alienación.
Al mismo tiempo en que necesita y merece ser protegido contra todo tipo de violencia, merece comprender que un mundo cordial es posible y que la violencia es retroalimentada.
Todo niño merece ser protegido contra riesgos innecesarios o situaciones que representen peligro, cualquiera que sea él.
Todo niño merece no ser medicado por cualquier tontería.
Merece tener su salud e integridad física respetada.
Merece vivir lejos de drogas activamente ofrecidas por sus cuidadores sin que exista real e indiscutible necesidad.
Necesita saber que siempre habrá quién lo ayude, quien lo proteja, quien luche por él.
Por encima de todo, todo niño merece ser mirado como una semilla ya germinada, sediento de aquello que lo hará grande, fuerte y lozano, y nutrido con el más puro amor y disponibilidad.
Ningún niño es carga.
Ningún niño es obstáculo.
Ningún niño es costoso.
Si un niño así estuviera siendo visto, el problema está en quien así lo ve.
Todo eso parece demasiado obvio.
Pero infelizmente no lo es.
Si así fuera, no nos encontraríamos repetidas veces con situaciones que simplemente ignoran el solaz del niño, o lo minimizan, o más bien como una función del mundo adulto y sus pseudo necesidades.
Es preciso acordarse repetidas veces que los niños tienen derechos fundamentales que necesitan ser respetados y que van más allá de los enumerados en la Declaración de los Derechos del Niño.
Derechos que pasan por más sensibilidad, por más acogida, por más afecto, más comprensión, más entrega y acceso, más verdad, más sinceridad, menos subterfugios y disculpas de las más variadas.
Los niños no son extensiones de sus padres.
Los niños no son propiedades de ellos.
Los niños no son receptáculos vacíos donde insertaremos todo nuestra falta de preparación. .
Son nuevos seres.
Que merecen un mundo nuevo.
O una nueva forma de vivir en este viejo mundo.
Una forma que valore el sentido básico de la infancia, su esencia más profundiza e indivisible, su raíz primordial.
Una forma que es, por su más profundo significado, radical que dice:
Respeto a las raíces, a principios, a las esencias.
En un mundo de moderaciones y contemporizaciones, donde ser complaciente con la violencia es visto como ser "moderado", donde aceptar una palmada, una broma, es visto como ser "tolerante" con diferentes formas de cuidado parental, en un mundo como ese, lo que los niños necesitan es de una mirada más radical sobre ellas.
Una mirada radicalmente contra la violencia.
Radicalmente contra la negligencia.
Radicalmente contra el abandono.
Una mirada que recoja la verdadera raíz de ser niño.
Si esa es su mirada, sepa que usted no está sólo:
La radical que vive en mí saluda a la radical que vive en usted.
"Radical" no es una ofensa y "ser radical" no es algo desvalorizado.
Aunque, en un mundo de "moderados", las personas se esfuercen tanto para que parezca ser...
Y es siempre bueno acordarse: que quién no está radicalmente contra la violencia al niño es, también, su cómplice.
Traducido del portugués:www.Cientistaqueviroumae.con.br
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