Por Susana Merlo
Campo 2.0
La
Argentina agrícola, la productora de granos, aquella que a mediados del
siglo pasado mereciera el calificativo de “granero del mundo”, está
estancada desde hace, al menos, 4-5 campañas y, por lo que se ve, así
seguirá hasta el 2016…
Hasta el “yuyo”, la
soja, la gran vedette de la última década y principal sostén de
prácticamente toda la Administración K, se debate intentando un despegue
real que no logra, y sigue rondando los 50 millones de
toneladas (+/- 2 millones) en el último quinquenio, a pesar de los
avances tecnológicos mundiales que permiten mejorar los rindes en forma
permanente.
Ni hablar de los otros rubros que mayoritariamente cayeron en forma estrepitosa, como el
trigo que había llegado a superar los 16 millones de toneladas en los
´90, que debería estar ahora holgadamente por arriba de los 25 millones
de toneladas, pero ya hay ciclos (como los dos últimos), en los
que no alcanza ni los 10 millones, niveles que disparan alertas hasta
para el propio abastecimiento interno.
El
caso del girasol es casi más grave pues su declinación lleva más años, y
en la última década solo se acentuó para apenas rondar los 3 millones
de toneladas de cosecha, sobre 1,6-1,8 millón de hectáreas, en zonas
donde es casi imposible hacer otra cosa.
Sin embargo, el
caso más llamativo es el del maíz, que fue la principal víctima de la
soja que basó buena parte de su avance de la última década, en el
desplazamiento del cereal (situación impulsada, directa e
indirectamente, por el propio Gobierno), al punto de “fagocitarlo” en
muchas regiones provocando un llamativo, y alarmante, desfase en el
imprescindible equilibrio entre cereales y oleaginosas.
Esto
determinó que el maíz, el cereal, no solo no aumentara su área en los
últimos años, sino que la achicara hasta estancarse en 3,5-4 millones de
hectáreas (bastante por debajo de las cifras oficiales), muy
alejadas de las casi 8 millones de mediados de la década del ´30, cuando
el país era, efectivamente, el granero del mundo y Rosario el mercado
de referencia internacional, lugar que luego ocupó Chicago.
Y
si no hubo una caída más violenta de esta producción fue solo por los
impresionantes avances tecnológicos que permitió elevar los rindes desde
los 1.700-2.000 kilos por hectárea de entonces, a los 6.300-6.500
actuales, que permitieron mantener la producción de los últimos ciclos,
apenas por encima de los 20 millones de toneladas. Sin embargo, con las
semillas nuevas, sistemas de producción, maquinarias y equipos
satelitales, etc., la Argentina ya debería haber superado ampliamente la
barrera de los 356 millones de toneladas de este cereal considerando,
entre otras cosas, que ya hay semillas que rinden 16.000-18.000 kilos
por hectárea.
Y si a esto
se agrega el estancamiento, en volumen, de la producción lechera (pero
con caída permanente en la cantidad de tambos), y también el retroceso
operado en materia de producción de carne vacuna, sector que
sigue sin recuperar buena parte de los 12 millones de cabezas perdidos
desde el 2005 hacia acá, entonces el escenario es complejo.
Es
que esta “foto” se completa con un endeudamiento creciente de casi
todos los eslabones de la cadena agroindustrial, y un marcado
envejecimiento tanto del parque de maquinaria agrícola, como en el de
camiones, elemento esencial para el transporte de la producción.
Además,
la gravedad de estas perspectivas, distan de revertirse este año, y
tampoco en 2015, momento en el cual, probablemente, se profundice y
agrave la situación general del campo.
Y si esto es muy grave para el país, puede serlo más aún para el próximo Gobierno,
aunque nadie aún parece estar haciendo este cálculo, ni siquiera, los
propios candidatos entre quienes está el que deberá afrontar las
consecuencias.
La cuenta es fácil.
¿Con que ingresos inmediatos va a contar el Presidente que asuma en diciembre de 2015?,
pues uno de los más importantes será los que les genere la venta de la
cosecha 15/16. Primero la de trigo (ya desde enero ´16), y luego la de
los granos gruesos (girasol, maíz y soja) en los meses siguientes.
Pero
resulta que esa cosecha se va a haber sembrado a mediados del año que
viene, en plena escalada proselitista por las elecciones y cuando se
estima que el campo estará viviendo un estrechamiento peor que el
actual, dado que nadie espera que a esta altura, la Administración K,
aplique alguna tardía corrección (de las tantas reclamadas), y menos
aún, para mejorar una cosecha que va a “disfrutar” el próximo gobierno…
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