"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

domingo, 4 de mayo de 2014

El delito es global:

La justicia también debe serlo
Fernando Savater
Aunque la justicia universal es una aspiración reciente pero ya tan extendida como su propio apellido indica, han sido algunos jueces españoles –como Baltasar Garzón en su procedimiento contra Pinochet o Santiago Pedraz en la demanda contra el ejército de EE.UU. por la muerte del periodista José Couso- quienes han difundido su impacto mediático por el mundo. 
Tarea imprescindible, porque la justicia universal cuenta con la animadversión inmediata de los países afectados negativamente por ella que además, qué mala suerte, suelen contarse entre los más poderosos del mundo. 
De modo que su más indispensable apoyo es la creación de una opinión pública internacional que la reclame y que respalde la aplicación eficaz de la legislación ya existente más allá de los límites de cada país.
Ahora el gobierno español ha decidido limitar severamente las preocupaciones universalistas de nuestros jueces: el detonante de esta restricción fue la acusación por el genocidio tibetano contra el primer ministro chino y supongo que demás miembros de su gobierno, sustentada por un juez español.
Que desde España, un lateral país europeo, alguien pretenda encausar a las autoridades de China parece demasiado ambicioso, incluso a pesar de la noble tradición quijotesca de nuestra cultura. Sobre todo porque China es hoy el mercado inmensamente populoso que todos, incluida la misma España, codician y miman: su evidentemente escaso respeto a los derechos humanos es algo que los países democráticos deploran pero que resulta económicamente imprudente vocear … 
Como los jueces españoles se destacan entre los que más en serio se han tomado el asunto de la justicia universal,cortarles las alas es una advertencia para quienes en otros países quisieran imitarlos.
Puede que algunos magistrados se hayan dejado llevar por un entusiasmo justiciero desmesurado o por cierto afán de notoriedad sin miramientos para los intereses exteriores de su propio país. Pero aplicarles un drástico recorte de competencias amenaza traer más perjuicios que beneficios. En primer lugar, porque en el mundo actual muchos de los peores delitos son transnacionales y es imposible castigar a los culpables si uno se atiene estrictamente a las fronteras de cada país.
Los primeros beneficiarios de las restricciones de la justicia universal han sido narcotraficantes extranjeros puestos en libertad en España tras haber sido capturados en un barco que navegaba por aguas internacionales y no se dirigía a España. Pero ¿no abundan cada vez más estos casos?
Si la delincuencia no conoce ni respeta fronteras, ¿deben aceptarlas los jueces?
En segundo lugar y más importante: porque la justicia universal es un ideal fuerte y necesario en un orden mundial en que no abundan. Los derechos universalmente humanos deben verse respaldados por leyes también universales y por jueces capaces de aplicarlas: así de claro, así de rotundo, así de difícil.
Copyright El País, 2014

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