INCLUSION (cuento)

Es noche cerrada.
La terminal de ómnibus  como el resto de la ciudad, duerme.
Los buses se amontonan en los bordes de la estación, esperando la llamada de la madrugada.
Vacío y silencio.
De pronto aparecen desde los cuatro puntos cardinales algunas personas, grandes y chicos dispuestos a compartir el espacio como su hogar nocturno.
No tienen casa, ni dónde vivir.
Pienso, como nos llenamos la boca, los supuestamente “normales”, con  la inclusión y la vida digna.
Pienso, que ha pasado con sus derechos, que hemos hecho nosotros y el Estado, para que se encuentren sometidos a esa condición…

Se van reuniendo, por grupos afines.
¿Afín en qué?
Posiblemente en la necesidad y en el encuentro de algún afecto que los identifique.
¿Y la familia?
Es que acaso tienen familia.
¿O ni siquiera tienen el concepto familiar?

Han venido desde diversos centros donde se le proporciona comida y por lo menos satisfacen su necesidad nutricional.
La inocencia de sus rostros muestra que se sienten agradecidos, porque alguien se compadece de ellos.
Es que acaso no es su derecho, vivir  bien, habitar una casa digna y tener un trabajo que sostenga sus necesidades básicas.
¿Quién se ocupa de proporcionarlos?
¿No es deber del Estado?
Y acaso nosotros ¿no deberíamos impulsar y obligarlo a que lo cumplan?
El hombre ha despojado a su hermano, de aquella maravilla que Dios le dio, que es su dignidad como persona….

Avanza la noche, acurrucados en los espacios planos duermen unos junto a otros, quizás soñando con un lugar de felicidad o con un mundo justo.
El alba los sorprenderá desperezándose y preparados para la aventura diaria.
Ir al centro donde desayunan, se higienizan, se bañan, y luego buscar el lugar del almuerzo, pasar la tarde y llegar adonde le dan de comer, para retornar al albergue nocturno de la Estación.
Viven su día agradeciendo, por lo que les dan.
Que no es más un sucedáneo precario de lo que les corresponde, de lo que es su derecho esencial como personas.

Creo estar soñando…
Más no es así, lamentable y trágicamente es la realidad.
Mientras tanto el mundo sigue andando...

Elías D. Galati