Nicolás
José Isola *
PARA
LA NACION
La
política es comunicación.
Un
territorio en el que se discuten acciones e ideas usando un conjunto de
símbolos y gestos articulados que buscan dar sentido a la toma de decisiones.
Desde
su asunción, el oficialismo parece haber cometido varios errores no forzados,
ligados a fallas en el modo de dar a conocer los actos de gobierno.
Repasar tres
casos puede permitir iniciar una reflexión sobre sus matices y consecuencias.
Primer caso
En
el imaginario social las empresas mineras están débilmente controladas por el
Estado, tienen una rentabilidad superlativa y dejan daños ambientales.
La
eliminación de las retenciones a sus exportaciones no pareció traer ningún
beneficio a las clases populares.
Segundo caso
El
Estado sufrió un monstruoso sobrepeso en los últimos años…
En
caso de existir motivaciones razonables para miles de despidos, la comunicación
de estas medidas debería ser más delicada.
Diarios de
España y Brasil hablan de "los despidos de la centroderecha".
Convendría
no subestimar los calificativos utilizados:
Conocer
con qué categorías piensa el otro es clave para operar sobre sus supuestos.
Tercer caso
El
2 de diciembre de 2015, el hoy ministro de Transporte Guillermo Dietrich
sostuvo:
"Vamos
a mantener los subsidios. No va a haber un aumento de transporte".
Cuatro
meses después, la suba de tarifas ameritaba una justificación más considerada
frente a una ciudadanía que viene soportando una inflación atroz.
No
parece ser casual que la ex presidenta haya andado sobre la avenida
socioeconómica en su arenga en Comodoro Py.
Vio el hueco
discursivo y pasó.
Pocos
días atrás, el dirigente social Héctor "Toty" Flores (Coalición
Cívica) dijo con claridad:
"Ha habido
medidas que tienen que ver con la contención de los sectores más pobres:
aumento de AUH, plus para Argentina Trabaja, entre otros. El tema es que no es
bien comunicado".
Tal
vez no sea sólo un problema de comunicación, quizás escuchando empáticamente a
los sectores más desfavorecidos se hubiera advertido que el aumento de las
asignaciones familiares no les era suficiente para conservar su -ya precaria-
calidad de vida y que el sacrificio que aún se les pide tiene un sabor
asfixiante.
Para
muchos argentinos 200 pesos no equivalen a dos taxis o dos pizzas -Prat-Gay
dixit-, sino a varios días de arroz.
Por
suerte, Dietrich aclaró que el aumento "en plata no es tanto".
El
modo en que se planifica, ejecuta y comunica una política puede mostrar si
existe, o no, una comprensión del impacto que tendrá en la vida del ciudadano.
Siempre es mejor
que el receptor de una mala noticia se sienta hospedado en su angustia.
Delicadeza,
le llaman:
Esa
misma que le faltó al embajador Del Sel, que horas después de las filtraciones
del Panamá Papers anunció cuatro vuelos semanales de Rosario a Panamá.
Bendito
timing.
Cambiemos ha
dicho que ganó "escuchando casa por casa al vecino".
Debería
cuidar cada gota del agua bendita de la confianza recibida:
Es
una de las cosas más frágiles y escasas del mundo.
Guste
o no, el miércoles Cristina Kirchner hiló símbolos afines a los sectores
populares (justicia, unidad, miedo, amor, etc.).
Su voz atrevida
no parece encontrarse con otra voz potente que funcione como su alteridad
argumentativa.
El
vacío retórico del oficialismo no termina de proponer una orientación discursiva
y una secuencia de ideas enlazadas que ayuden tanto a comprender sus acciones
como a aislar la voz de sus interlocutores.
La política es
un juego que gana quien ocupa espacios y se apodera de palabras.
El
decir es tan importante como el hacer.
La
economía discursiva y la falta de tino se pueden pagar caras.
El
Gobierno lo sabe y por eso está repensando estrategias y políticas.
No
hay que pedirle a la ciudadanía que construya un eje interpretativo:
Hay
que dárselo (o el ajuste hablará por sí solo).
La
paciencia social es finita.
Pedirla
cuando existen otras alternativas pedagógicas es riesgoso:
La delgada línea
entre no querer magnificar la herencia recibida y hacerla incomprensible es
delicadísima.
La
victoria épica de Cambiemos no legitima los actos per se.
Sus
segundas y terceras líneas tendrían que dejarse interpelar por las críticas
sobre decisiones y metodologías empleadas.
Algunos
funcionarios están viviendo su noviciado en la maquinaria nacional, tan
conocida por el radicalismo.
Es
importante que no menosprecien la experiencia estatal.
El acercamiento
al votante no se resuelve sacándose la corbata, sino dando incansables
explicaciones didácticas, que no sean sólo aptas para universitarios.
Es
crucial escuchar a las bases.
"Toty"
Flores expresó:
"Yo
le decía [a Macri] que se necesitaban funcionarios que comunicaran lo que se
estaba haciendo y lo que se pensaba hacer: que no sean tan fríos.
No
están rindiendo un examen en Harvard, sino que tienen que hacer política y
convencernos a nosotros de que están haciendo las cosas que se deben hacer.
“Lo
peor que le puede pasar al pobre es hacerle perder la esperanza"
Frialdad,
examen, Harvard, política, pérdida, pobreza, esperanza.
No
importa que coincidamos o no con esa cadena semántica popular: existe.
No
hay política sin una serie de ideas, símbolos, gestos e interpretaciones
amalgamadas y reiteradas que muestren una comprensión integral del recorrido
que se emprende.
En
general, los seres humanos eligen a aquel que transmite esperanza y les promete
conocer los vericuetos del camino:
Sólo así confían
y lo acompañan.
Cambiemos
no necesita inventar un relato histórico manipulador ni una Secretaría de
Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional, pero sí edificar una pedagogía política cercana y sostenida en el
tiempo.
Frente
a la tendencia a una simplificación minimalista de los discursos, precisa
fortalecer su retórica para hilvanar una narrativa de época que -lejos de los
refundacionalismos populistas- convenza y vuelva más diáfanas sus acciones.
No
hay caso, es inevitable, la política implica comunicar ideas.
Hacer
cosas con palabras, ésa es la pedagogía del poder.
· * Filósofo,
doctor en Ciencias Sociales
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