Viendo
el lunes pasado al Presidente hablar ante los empresarios percibí en sus ojos
emocionalidad.
Parte de esa emoción estaba cargada de orgullo y de
preocupación.
Por Jorge Fontevecchia
Macri
sobre el proyecto contra despidos: "Destruyó trabajo"
A
horas de cobrar, Paul Singer elogió a Macri: "Es el campeón de la reforma económica"
Macri
celebró la salida del default: "Empieza
una nueva etapa de empleo y crecimiento"
La
doble condición de periodista y empresario me llevó dos veces a Olivos:
Hace
algunas semanas, para el reportaje a Macri por sus primeros cien días, y el
lunes pasado, cuando convocó a un grupo de empresarios en el contexto de la
salida oficial del default.
Hace
poco menos de un mes su popularidad aún no había bajado, porque los últimos
aumentos de tarifas que potenciaron la caída del consumo no se habían
anunciado, Cristina Kirchner seguía confinada en Santa Cruz y los Panamá Papers
no se conocían.
El
humor social era otro y la economía es siempre la causa irreductible de todo lo
demás, porque cuando hay bienestar hasta la corrupción se hace tolerable para
la mayoría.
Viendo
el lunes pasado al Presidente hablar ante los empresarios, escoltado por todos
sus ministros, percibí en sus ojos emocionalidad.
En
parte la atribuí a que estaba hablándoles a quienes fueron sus pares en el
pasado, quienes además lo habían subestimado tanto como el kirchnerismo y a los
que aún hoy –por haberlo conocido como uno más entre ellos– les sigue costando
ver a Macri como presidente.
A
ellos parecía decirles con los ojos:
“Ustedes, que no
creyeron en mí, miren todo lo que yo hice: eliminé el cepo, liberé el mercado
de cambios, resolví el atraso tarifario y saqué al país del default; ahora la
responsabilidad de que la economía crezca es de ustedes”.
Parte
de esa emoción estaba cargada de orgullo.
Pero
también esos ojos húmedos transmitían preocupación, como si pensara
“¿Van
a invertir estos tipos?
Y
si invirtieran, ¿alcanzarán las inversiones para que la reactivación de la
economía genere bienestar en la población?”.
En
las antípodas de los sermones de los kirchneristas que reprendían, Macri tuvo
el tono de entrenador deportivo que buscaba entusiasmar a sus conducidos.
En
un país donde los nombres de los programas de televisión exitosos “de política”
son Animales sueltos o Intratables, el evento que Macri conducía sería adecuado
para un programa que se llamase Tratables.
Probablemente
llevará un tiempo que los empresarios de más edad dejen de referirse al
Gobierno como “estos pibes”, con un tono de superioridad que indica que no van
a invertir en serio hasta que una verdadera competencia los obligue.
La
clase media le cree a Macri más que la clase alta.
Y
hay un cambio en la subjetividad de Macri, quien está más preocupado porque le
crea la clase baja.
Cuentan
quienes participaron en su campaña electoral que las visitas a diferentes casas
al azar le hicieron ver la vida de otra manera.
Dos
casos paradigmáticos fueron, primero, el de una jubilada a quien unos ladrones
del barrio le habían robado el televisor, y Macri fue a interpelarlos hasta que
terminó dándoles trabajo para que dejaran el delito.
Y
otro, en la provincia de Santa Fe, donde el dueño de casa robaba autos, tenía
un mini desarmadero en el fondo y Macri pudo comprender cómo una combinación de
factores, entre ellas su origen humilde, fue la causa de que su vida se
orientara al robo.
Cuentan
quienes participaron en su campaña electoral que las visitas a diferentes casas
al azar le hicieron ver la vida de otra manera
Se
le habría ido haciendo visible la estructura de la problemática social, y hoy
Macri se angustia por el daño que causa a los sectores de menores ingresos y le
preocupa que su plan económico de cambiar demanda agregada en consumo por
inversión llegue a mejorarle la vida a la mayoría.
“¿Y
si no funciona?”,
“¿o
si funcionara pero comenzara a generar beneficios para la mayoría recién dentro
de un año?”. Esas preguntas emergerían del inconsciente de Macri frente a un
hipotético psicoanalista presidencial.
Otra
señal de emocionalidad a flor de piel es que sigue haciendo reuniones en la
casa del padre.
En el discurso a
los empresarios puso casi más énfasis en pedirles que no despidieran gente que
en reclamar inversiones, apelando a que estamos en el peor momento pero en
algunos meses vendrá la reactivación.
Estos
meses serán eternos, no sólo para él.
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