Por Roberto Cachanosky.
Quieren los
beneficios, pero no pagar los costos de arreglar el destrozo que dejó el
kirchnerismo.
El
viernes pasado los dirigentes sindicales hicieron un acto de protesta contra la
inflación, el impuesto a las ganancias y los despidos.
Su
propuesta se limita a apoyar la ley de doble indemnización.
Ellos
dicen que no afectará la incorporación de nuevos empleados porque la ley corre
solo para los que ya están empleados.
Los
nuevos empleados no tendrían doble indemnización si fueran despedidos como los
que ya están trabajando.
Es
decir, para los dirigentes sindicales y para el FPV que apoya ese proyecto
junto con varios partidos de la oposición, habría
trabajadores de primera y trabajadores de segunda clase.
Los
de primera clase se verían beneficiados con la doble indemnización.
Los
de segunda clase, normalmente los que hoy no tienen trabajo y podrían
conseguirlo, pasarían a la categoría de segunda clase.
A esos sí se los
puede despedir sin doble indemnización.
Pero
creo que tanto los políticos de la oposición, periodistas en general y
dirigentes sindicales deberían dejar de
ser tan hipócritas, en tanto que en el gobierno tendría que dejarse de
jorobar y presentar un plan económico que genere confianza y en reforma global.
No
digo que esa reforma tiene que ser aplicada de un día para otro, digo que debe ser anunciada para marcar el
rumbo.
A
los primeros, dirigentes políticos, sindicales, periodistas, digo que son unos hipócritas porque se
oponen a bajar el gasto público pero también quieren que el BCRA no emita
para financiar el gasto a sí frenar la inflación y además protestan por las
escalas y el mínimo imponible de ganancias.
Es
decir, un periodista te dice que es una barbaridad que no bajen ganancias,
pero si les
decís que hay que disminuir la cantidad de empleados públicos te tratan de
insensible.
De
ajuste salvaje.
Repasemos
las opciones.
Del
lado de los ingresos el gobierno tiene las siguientes opciones de
financiamiento:
1)
impuestos,
2)
endeudamiento (interno y externo) y
3)
emisión monetaria.
Todos claman por
menor presión impositiva y está bien que así sea porque nos está matando.
Al
mismo tiempo todos piden que pare la inflación porque la gente no llega a fin
de mes.
O
sea que el BCRA deje de emitir.
Lo
cual también está bien.
Y,
finalmente, todos protestan por la alta tasa de interés que puso el BCRA para
el endeudamiento en LEBACS lo cual paraliza la economía.
Quedaría
solo la opción del endeudamiento externo pero eso generaría problemas con el
tipo de cambio real porque el ingreso de dólares por endeudamiento público
haría bajar el tipo de cambio afectando el comercio exterior haciendo
artificialmente baratas las importaciones y artificialmente caras las
exportaciones.
Así
que cuando uno mira por el lado de los ingresos no hay opciones para enfrentar
la herencia k.
Vayamos
ahora por el lado de los gastos.
Los
rubros en los que se puede bajar el gasto son:
1)
remuneraciones, 2) jubilaciones, 3) subsidios económicos, 4) subsidios sociales
y 5) obra pública.
Si
uno propone reducir la cantidad de empleados públicos, enseguida saltan con el
ajuste salvaje y la desocupación.
No importa que
haya capas geológicas de empleados estatales que se van acumulando con el paso
de los gobiernos y no producen nada útil para el conjunto de la sociedad.
Ahora,
si ante la negativa a reducir los empleados estatales uno le dice al
periodista, al sindicalista o al político que no se puede aumentar el mínimo no
imponible de ganancias, entonces saltan como leche hervida y lloran diciendo
que la gente no aguanta más pagar tantos impuestos.
¡No sean
cínicos!
¿Cómo
quieren que se mantenga a la legión de empleados públicos que hay a nivel
nacional, provincial y municipal?
El
otro rubro en que podría bajarse el
gasto es en jubilaciones, pero la realidad es que es impensable que un
jubilado, sometido a este sistema de reparto ineficiente, pueda sobrevivir con
las migajas que recibe.
Así que este
rubro yo diría que es intocable.
No
se puede bajar.
Quedan
los subsidios económicos (luz, transporte, gas, agua, etc.) en los cuales el
gobierno ya está trabajando, pero claramente no alcanza para controlar el
déficit fiscal.
Solo
un dato.
El
gobierno se ahorrará unos $ 160.000 millones por la suba de las tarifas de los
servicios públicos pero pierde otros $ 170.000 millones en el gasto cuasi fiscal
con la suba de la tasa de interés.
Paga
esa cifra por la deuda en LEBACs.
Es decir, el
gobierno asume el costo político de subir las tarifas pero no se traduce en una
mejora fiscal porque el ahorro se le escapa por otro rubro.
Y
podía citar más ejemplos.
Y
aun así la gente protesta por el aumento de la luz, el gas, el colectivo, etc.
Finalmente
mi propuesta sería que las obras públicas (rutas, puertos, etc.) lo hagan
empresas privadas y cobren peajes, pero ante esta propuesta salta el energúmeno
que dice:
Eso es volver a
los 90.
Nada
de privatizaciones quiere la gente.
Resumiendo,
si no tenemos de dónde obtener más recursos y ponemos mil escusas para no bajar
el gasto público, entonces, terminemos con la hipocresía de quejarnos de la
inflación y la desocupación y sigamos así hasta que la crisis sea tan profunda
que la gente clame por una solución de fondo.
Finalmente diría
que el gobierno debería dejarse de jorobar y dar un minucioso detalle de la
herencia recibida, plantear el camino a seguir y qué medidas se aplicarán.
Hay
salidas medianamente rápidas, pero no con esta idea que impulsa el gobierno de
que es todo cuestión de administrar mejor.
El
país necesita reformas de fondo, no administrar eficientemente un estado
sobredimensionado y un sistema tributario impagable.
Hoy
estamos entrampados entre el cinismo de los dirigentes sindicales, políticos de
la oposición y periodismo en general y la parálisis de un gobierno que se niega
a tomar el toro por las astas y apuesta todo a un milagro de llegada de
inversiones que, como el gas oil de Moreno, todavía no se lo ve llover.
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