"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

domingo, 31 de julio de 2016

Dios Mío, ten piedad de Occidente

Y no queremos aceptarlo.
Algunos lo venimos diciendo hace bastante.
Me anime a escribirlo en nov/ 2010, recordando los siglos de sufrimiento que costó a Occidente comprender los Derechos Humanos y dar su grito de Libertad e Igualdad.
Pero nadie me respondió aquel artículo y pensé que tal vez, yo estaba mirando un enemigo inexistente, mi amor por Roma me hacia ver B'arbaros donde sólo había amigos....
Y que me faltaba generosidad y había que "integrarlos con Amor" ...¡¡ !!!
Hoy lo dicen con palabras muy duras Giovanni Sartori, Perez Revertí y tantos otros muy autorizados

Occidente esta en Guerra, sus Enemigos tienen el objetivo de destruirlo ....
Y el único que no se ha enterado es Occidente
Es posible que yo no este para ver la profundización de esta Tercera Guerra, yo que tampoco vi la Segunda, por que nací cuando ya llegaba a su fin pero soporte la larga Guerra Fría y la alegría de ver el triunfo de la Libertad en 1989 .
Que Dios y la Historia una vez mas...permitan que la Estatua de la Libertad desde EEUU pueda ser el efectivo símbolo que salve a Occidente.


ES LA GUERRA SANTA, IDIOTAS (2014)
Por Arturo Pérez Reverte

Pinchos morunos y cerveza.
A la sombra de la antigua muralla de Melilla, mi interlocutor -treinta años de cómplice amistad- se recuesta en la silla y sonríe, amargo.
«No se dan cuenta, esos idiotas -dice-.
Es una guerra, y estamos metidos en ella.
Es la tercera guerra mundial, y no se dan cuenta».
Mi amigo sabe de qué habla, pues desde hace mucho es soldado en esa guerra.
Soldado anónimo, sin uniforme.
De los que a menudo tuvieron que dormir con una pistola debajo de la almohada.
«Es una guerra -insiste metiendo el bigote en la espuma de la cerveza-.
Y la estamos perdiendo por nuestra estupidez.
Sonriendo al enemigo».
Mientras escucho, pienso en el enemigo.
Y no necesito forzar la imaginación, pues durante parte de mi vida habité ese territorio.
Costumbres, métodos, manera de ejercer la violencia. 
Todo se repite, como se repite la Historia desde los tiempos de los turcos,
Constantinopla y las Cruzadas.
Incluso desde las Termópilas. como se repitió cuando Occidente se rió frente a la caída del Sha que era un adelantado e intento llevar los derechos humanos a Irán...
Y fue indiferente a la llegada del "libertador" Jomeini y sus ayatollás. (asesinos fundamentalistas) Como se repitió en el babeo indiscriminado ante las diversas primaveras árabes, que al final -sorpresa para los idiotas profesionales- resultaron ser preludios de muy negros inviernos.
Inviernos que son de esperar, por otra parte, cuando las palabras libertad y democracia, conceptos occidentales que nuestra ignorancia nos hace creer exportables en frío, por las buenas, fiadas a la bondad del corazón humano, acaban siendo administradas por curas, imanes, sacerdotes o como queramos llamarlos, fanáticos con turbante o sin él, que tarde o temprano hacen verdad de nuevo, entre sus también fanáticos feligreses, lo que escribió el barón Holbach en el siglo XVIII:
«Cuando los hombres creen no temer más que a su dios, no se detienen en general ante nada».

Porque es la Yihad, idiotas.
Es la guerra santa.
Lo sabe mi amigo en Melilla, lo sé yo en mi pequeña parcela de experiencia personal, lo sabe el que haya estado allí.
Lo sabe quien haya leído Historia, o sea capaz de encarar los periódicos y la tele con lucidez.
Lo sabe quien busque en Internet los miles de vídeos y fotografías de ejecuciones, de cabezas cortadas, de críos mostrando sonrientes a los degollados por sus padres, de mujeres y niños violados por infieles al Islam, de adúlteras lapidadas -cómo callan en eso las ultrafeministas, tan sensibles para otras chorradas-, de criminales cortando cuellos en vivo mientras gritan «Alá Ajbar» y docenas de espectadores lo graban con sus putos teléfonos móviles.
Lo sabe quien lea las pancartas que un niño musulmán -no en Iraq, sino en Australia- exhibe con el texto: «Degollad a quien insulte al Profeta».
Lo sabe quien vea la pancarta exhibida por un joven estudiante musulmán -no en Damasco, sino en Londres- donde advierte: «Usaremos vuestra democracia para destruir vuestra democracia».

A Occidente, a Europa, le costó siglos de sufrimiento alcanzar la libertad de la que hoy goza.
Poder ser adúltera sin que te lapiden, o blasfemar sin que te quemen o que te cuelguen de una grúa. Ponerte falda corta sin que te llamen puta.
Gozamos las ventajas de esa lucha, ganada tras muchos combates contra nuestros propios fanatismos, en la que demasiada gente buena perdió la vida:
Combates que Occidente libró cuando era joven y aún tenía fe.
Pero ahora los jóvenes son otros:
El niño de la pancarta, el cortador de cabezas, el fanático dispuesto a llevarse por delante a treinta infieles e ir al Paraíso.
En términos históricos, ellos son los nuevos bárbaros. (el problema, es que son pocos los que saben historia y recuerdan como se destruyó la "invencible" Roma ....
Que nunca fue vencida por un ejército formal sino destruida desde adentro por enemigos sutiles Europa, donde nació la libertad, es vieja, demagoga y cobarde.
Mientras que el Islam radical es joven, valiente, y tiene hambre, desesperación, y los cojones, ellos y ellas, muy puestos en su sitio.
Dar mala imagen en Youtube les importa un rábano:
Al contrario, es otra arma en su guerra.
Trabajan con su dios en una mano y el terror en la otra, para su propia clientela.
Para un Islam que podría ser pacífico y liberal, que a menudo lo desea, pero que nunca puede lograrlo del todo, atrapado en sus propias contradicciones socioteológicas.
Creer que eso se soluciona negociando o mirando a otra parte, es mucho más que una inmensa gilipollez.
Es un suicidio.
Vean Internet, insisto, y díganme qué vamos a negociar.
Y con quién.
Es una guerra, y no hay otra que afrontarla.
Asumirla sin complejos es el único camino.
Porque el frente de combate no está sólo allí, al otro lado del televisor, sino también aquí,
EN EL CORAZÓN MISMO DE ROMA

Porque -creo que lo escribí hace tiempo, aunque igual no fui yo- es contradictorio, peligroso, y hasta imposible, disfrutar de las ventajas de ser romano y al mismo tiempo aplaudir a los bárbaros (que no vienen a integrarse sino a destruirla)

¡Dios mío, te piedad de Occidente!

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