Del
editor al lector
Ricardo
Roa
En
medio de la nueva entrega televisiva de José López, sus bolsos y monjas, del
inhibido Cristóbal y alguna vedette embarazada sin querer o algún famoso
confundiendo, también sin querer, plata ajena con propia, en medio de esa
Argentina desopilante dediquemos un tiempo a hablar de educación.
Nuestra
educación es pésima pero no nos importa.
Donde
se pone en juego el porvenir colectivo y donde se decide qué podrán pensar y
hacer nuestros hijos carece de relevancia.
Lo
dicen las encuestas:
Sólo el 4%
piensa que es el problema más importante.
Es
mala educación.
La
Argentina le debe casi todo lo que ha sido y es a su educación.
Después
de la Constitución, el país tuvo una ley clave:
La 1420 de
educación gratuita y obligatoria.
Sus
logros permitieron otra ley básica:
La del voto
universal y secreto.
Y
fue también la que posibilitó la reforma universitaria que nos dio tres de
nuestros cinco Nobel.
La
educación hizo un milagro que comenzó a desmoronarse hace medio siglo, en el
66, con la Noche de los Bastones Largos
de un gobierno golpista.
Y
la democracia no logró reconstruir el daño.
Hemos
sido testigos de buenos propósitos y de malos resultados.
Alfonsín
convocó al Congreso Pedagógico que terminó en un fracaso.
Menem
federalizó la educación y las provincias pobres tuvieron una educación más
pobre.
La
Alianza no pasó de enunciar buenas intenciones
y el
kirchnerismo dejó que avanzara el declive:
Sólo se interesó
por el relato.
El
atraso es gigante.
De
cada diez que entran a la secundaria terminan cinco.
El
86% de los alumnos primarios carece de jornada extendida.
Y
se reciben apenas dos de cada diez universitarios.
Y
hay más estadísticas tan horribles como éstas.
Este
es nuestro presente.
Quizás
pueda revertirse.
Anteayer
los ministros de educación del país, con Macri y los gobernadores, llamaron a
un debate y se comprometieron a construir 3.000 jardines de infantes, sostener
la inversión en el 6% del PBI y avanzar en la doble escolaridad.
Los principales
gremios docentes no fueron.
Prefirieron
hacer su propio encuentro y amenazar con medidas de fuerza para después de las
vacaciones.
Pocas veces ha
sido tan grande la distancia entre las necesidades de la sociedad y la
resistencia conservadora de los gremios a cualquier reforma.
Siguen
instalados en el relato que denuncia por neo liberal todo lo que no salga de
ellos.
Un
caso lunático, el de Adriana Puiggros:
Dice
que hay una persecución internacional contra los sindicatos apoyada por las
corporaciones y Bill Gates.
Un
caso sensato:
Que al volver a
clases los chicos se encuentren con que avanza un acuerdo y no con nuevos
paros.
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