"Y
aquí en la puerta, cansado de vagar,
las
mascaritas al baile miro entrar". Francisco García Jiménez
Le
ruego se tome el trabajo de releer "Las Olas y la Hipocresía" (1), ya
que podrá comprobar que, en marzo de 2015, era posible prever los gigantescos
terremotos que se están produciendo en América del Sur, forzados por un ansia
de decencia y anticorrupción que, en épocas de bonanza, nunca es tan intensa en
nuestros pueblos, en especial cuando son gobernados por regímenes populistas
que, al menos en teoría, "roban pero hacen".
Desde
entonces, esos movimientos telúricos se llevaron al cajón más indigno de la
historia a la extendida y relatada década de los Kirchner que, cual
"atilas" contemporáneos, arrasaron
la Argentina durante doce años, a punto tal que hoy cuesta ver al pasto
crecer después del paso de aquellos caballos.
Como
aquí ese cambio copernicano se produjo a través de las urnas, los regímenes
regionales que se habían transformado en sus socios nada pudieron decir, más
allá de plañideros discursos de despedida a Cristina.
Antes que ella,
habían sido defenestrados, siguiendo procesos estrictamente constitucionales
conducidos por los congresos y la justicia, tragicómicos personajes como
Zelaya, en Honduras, y Fernando Lugo, el obispo padre de una cuantiosa grey.
En
este último caso, sin embargo, su expulsión dio pie a los caraduras Lula da
Silva, Néstor Kirchner y Pepe Mujica
para usarla como excusa y suspender al Paraguay como miembro del Mercosur.
El
orgulloso parlamento guaraní se oponía al ingreso de Venezuela al agonizante
club, y así don Hugo Chávez pudo finalmente sentar en él sus reales.
Esta
semana culminó en Brasília el juicio político que expulsó a Dilma Rousseff del
Palacio do Planalto.
Todo
el proceso, más allá de reconocer que muchísimos de los diputados y senadores
que votaron en su contra están imputados por graves hechos de corrupción cuando
no de crímenes comunes, fue conducido en el marco de la más estricta legalidad,
controlada por el Supremo Tribunal Federal, uno de cuyos integrantes presidió
las últimas sesiones de votación; el resultado se expresó a través de una
mayoría que excedió, en mucho, los dos tercios necesarios.
Intentar
explicar en detalle y en una breve nota cómo funciona la política en Brasil
constituye un reto imposible y, por ello, sólo diré que la brutal caída en la
popularidad de Dilma y del propio Lula no se debe sólo al estallido de los
escándalos del petrolão, el lava-jato o el antiguo mensalão, que han llevado a
muchos funcionarios, ministros, políticos y empresarios a la cárcel, algunos
con penas durísimas…
Desde
mi punto de vista, mucho ha tenido que ver en esa penosa ecuación la fuerte
reversión en el proceso que con FH Cardoso, Lula y Dilma (en su primer mandato)
había logrado sacar de la pobreza a cuarenta millones de brasileños, que
comenzaron a consumir, desde mejor comida hasta celulares.
Ahora,
los muchos que han vuelto a caerse de la clase media se han transformado en los peores críticos del PT y de toda la
política, en general.
Michel
Temer, jefe del PMDB y otrora Vicepresidente de Dilma, concluirá el mandato de
ésta hasta el último día de 2018.
Carece
hoy de apoyo popular, y él mismo está alcanzado por denuncias graves de
corrupción.
Sin
embargo, creo que podrá sacar a su país de la profunda crisis en que el
populismo del PT lo sumiera y, apoyado en las predicciones del Banco Mundial y
del Fondo Monetario Internacional, estoy convencido que Brasil volverá a crecer
en 2017.
De
más está decir que se trata de una espléndida noticia para Argentina, ya que se
trata de nuestro principal socio comercial.
Con
una celeridad digna de mejor causa, el mismo miércoles los disfrazados y
paradigmáticos demócratas:
Evo Morales,
Rafael Correa y Nicolás Maduro (por si no lo ubica, es el que recibe
mensajes de parajicos chiquiticos) retiraron sus embajadores de Brasília
arguyendo que se había producido un golpe de estado fomentado por los medios
concentrados y las grandes corporaciones (¿le
suena?),
y
Cristina Elizabet Fernández se sumó a
ese coro de ridículas viudas a través de Tweeter.
Claro,
todos lo hicieron para justificar sus propios relatos.
Por
su parte, el propio Maduro debió soportar, a pesar de la campaña de terror
desatada para evitarla, una muy masiva marcha, que se repetirá este mes, en
Caracas y en todas las ciudades importantes de Venezuela para exigir al Consejo
Electoral el cumplimiento de los plazos legales -curiosamente establecidos por
la Constitución que sancionó el propio Hugo Chávez- para convocar al referendum
revocatorio que busca su expulsión del poder antes de fin de año.
Toda
América del Sur, una vez más, ha demostrado cuán hipócrita es al declamar
contra las violaciones a los derechos humanos:
Así
como lleva décadas de silencio frente a las atrocidades de los gerontes
cubanos, hoy repite esa más que vergonzosa actitud ante el régimen venezolano,
que no hesita en detener y torturar opositores, vaciar las instituciones
-Congreso incluido-, robar a manos llenas, convertir a su país en un narco mercado
terrorista, asesinar a sus conciudadanos, y hambrearlos hasta la muerte.
También
la tienen ya muy dura, por diferentes razones,
Correa en Ecuador, Bachelet en Chile, Morales en Bolivia y Vázquez
en Uruguay.
El
primero, atado a la convertibilidad, ha visto su economía destrozada por la
caída del precio del petróleo, vendido a futuro a China en pago de los
siderales préstamos recibidos y malgastados.
Michelle,
practicante de un estatismo insensato, está destruyendo uno de los modelos de
desarrollo más exitosos de la región, y la baja en la cotización del cobre está
contribuyendo a ese nefasto propósito.
Por
lo demás, su propio hijo está involucrado en un caso de corrupción, algo
inaudito en el país.
Evo, tras una
movida de incierto futuro sobre el sector minero, soportó que uno de sus ministros fuera asesinado a golpes por una turba
de huelguistas, y se ve vinculado a episodios de corrupción a través de su
amante.
Y
a Tabaré, que también está haciendo lo suyo en materia de estatismo idiota, le
resulta imposible gobernar por los palos en la rueda que pone todos los días no
la oposición sino su propio partido, cuya
facción mayoritaria conduce el inefable Pepe.
En
general, entonces, estamos ante un panorama esperanzador.
América
Latina está despertando, quiere terminar con la corrupción y, con certeza, la
democracia representativa imperará en nuestros países, que podrán así retomar
la senda del desarrollo sustentable.
Disponemos
de innumerables recursos naturales, apetecidos por el mundo entero.
Pero
debemos poner el acento en la educación y el progreso de nuestros pueblos, ya
que son los únicos medios idóneos para permitirnos salir del atraso y cerrar la
gigantesca brecha tecnológica que nos separa de los países centrales, que
todavía tiende a profundizarse.
Bs.As.,
3 Sep 16
Enrique
Guillermo Avogadro
(1) (http://tinyurl.com/o5h3zc2)
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