"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

lunes, 10 de octubre de 2016

LA PURIFICACIÓN DEL ALMA

Purificar significa quitar a una cosa lo que le es extraño, dejándola en el ser y perfección que debe tener según su calidad.
También significa limpiar de toda impureza a algo no material.
Y en sentido místico que Dios acrisole las almas por medio del trabajo y el ejercicio de la voluntad.
La purificación del alma tiene como principal objetivo la intencionalidad de las acciones, ya que promueve que esa intención sea buena, correcta y adecuada.
Qué es lo que motiva el cometido de las acciones, porque se comete y cual es la guía y el tramo que lleva desde el pensamiento y la ideación a la acción misma.
En mi mente, en mi espíritu se concibe un acto determinado, el cual a veces se evalua, se considera, pero a veces no, funcionando como una respuesta automática.
Muchos de estos actos corresponden a estímulos que recibimos y ante los cuales reaccionamos.
¿Cómo reaccionamos?
¿Por qué reaccionamos?

Hay tres formas de reacción, la aceptación, el rechazo o la indiferencia.
Si el acto concuerda con nuestras ideas y nuestras proyecciones, lo aceptaremos, si está en oposición a lo que pensamos lo rechazaremos y si no nos toca en absoluto lo recibiremos con indiferencia.
Estas reacciones se forjan desde nuestra tierna infancia, donde el estímulo exterior, los modelos que observamos y las conductas que nos inducen moldean nuestra personalidad.
Se va creando una estructura mental que atesora respuesta a cada situación, que se repite casi rutinariamente en la vida.
La existencia de los niños está signada por la repetición de sucesos, de estímulos y respuestas, que se producen día a día y que terminan creando una condición, una constante que señala el comportamiento ante las contingencias de todos los días.
Levantarse, asearse, nutrirse, relacionarse con los demás, estas respuestas orgánicas y psicológicas se dan de acuerdo con la cultura adquirida, con la tradición del lugar y de la sociedad a la cual se pertenece y con las prioridades de la familia íntima del sujeto.
Termina en una especie de automatismo ya que los estímulos son tantos, tan variados y tan seguidos que casi no se procesan las respuestas.
Solo unos pocos durante el día merecen una reflexión y son aquellos a largo plazo que no condicionan el presente inmediato.
Aunque a veces circunstancias especiales hacen que haya que evaluar respuestas perentorias y ajustar conductas no estandarizadas y fuera de lo común.

En los momentos de distorsión el hombre reflexiona sobre lo que hizo y como lo hizo.
En un marco de buenas intenciones, de deseos de progreso y de adaptación a la sociedad en que se vive, poder cuestionarse y evaluar el nivel de respuesta puede llevar a una perfección y un crecimiento personal
Hay en ellos una dosis de humildad y una gran voluntad que poner en práctica.
Comienza la purificación del alma, que consiste en separar las conductas correctas y adecuadas de las que no lo son, para que en el momento de la respuesta a los estímulos estemos preparados paras cambiar nuestro comportamiento.
Como se logra adecuar la conducta a ese cambio dependerá de la percepción personal y de la priorización de valores que tenga cada uno.
Así como hemos aceptado y copiado las respuestas que nos indujeron de pequeños, es posible que podamos aceptar y copiar las conductas sociales que observamos ser más adecuadas para un buen funcionamiento del grupo humano en el que vivimos.

La primera condición es la claridad de pensamiento, saber y entender como principio de comprensión las consecuencias de nuestro comportamiento.
Luego forjar una escala de valores, en las que se priorice la verdad, la bondad, la justicia, la paz y la solidaridad.
Lograr que nuestra alma posea una perfecta armonía y paz interior, y que esa armonía y paz se irradie al exterior, a nuestros semejantes, a nuestros actos y a la proyección de nuestras ideas e ideales.
Es el estado en el cual el alma se encuentra purificada, despojada de toda impureza material y espiritual y habremos alcanzado el grado de bendición y felicidad para nosotros y para nuestros semejantes.
Elías D. Galati

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