Por
Marcos Aguinis
@AguinisMarcos
Tras
unos días de reflexión, Sergio Massa se despachó con una carta pública al
presidente Macri.
Es
indudable que la pensó mucho.
Su
tono respetuoso y aparentemente moderado fue un acierto, porque responde al
deseo mayoritario del pueblo argentino.
En
ella predomina el anhelo de la reflexión compartida, la división de poderes, la
vigencia institucional y que las leyes favorezcan a todos o casi todos.
También reiteró
que el espíritu de su bloque es "trabajar para la gente".
Recordó
que acompañó iniciativas del Gobierno que beneficiaron al país.
Impecable.
Pero también
subrayó que eran "serios y responsables con las cuentas públicas".
Aquí
brotan las disonancias, sin embargo.
Aliarse
con firmeza al kirchnerismo que dice combatir, confunde.
Añadió
que "necesitamos que arranque la economía y que baje de verdad la
inflación".
Pero su proyecto
lo niega.
Lo niega
frontalmente.
Su
proyecto demorará el arranque de la economía y aumentará la inflación que –con
enorme esfuerzo- se ha tratado de disminuir a lo largo de este difícil año.
Se
detendrán obras públicas y habrá menos inversiones.
No
disminuirá el desempleo.
¿Así
se trabaja para la gente?
¿Asumirá
su responsabilidad por el daño que va a generar este tipo de política?
Ha
sido muy claro el Consejo Profesional de Ciencias Económicas al afirmar sin
medias tintas que el proyecto que
encabeza Sergio Massa provocará "efectos distorsivos en la estructura
tributaria integral".
También
denunció que incorpora nuevos impuestos, un asunto sobre el que se habla poco.
Pero
son nuevos impuestos para compensar la merma de la recaudación que generará la
suma del mínimo no imponible.
Perdón por decirlo de
un modo brutal:
Esto
no es "trabajar para la gente", sino en contra de la gente, mareando
a la gente.
También
marcó este Consejo el daño que se infligirá a los plazos fijos, y que se bajará
el incentivo al ahorro. Reflexiones adicionales de esta institución profesional
afirman que todo el proyecto que encabeza Massa aumentará las dudas sobre la
previsibilidad de nuestras leyes.
Lo
cual, traducido a un castellano básico, significa
que sus presuntos esfuerzos a favor de la gente y el país, perjudicarán
al país y a la gente.
El
regreso de las huestes populistas mediante leyes distorsivas no traerá
progreso, ni empleo, ni productividad.
Basta
hacer un poco de memoria.
Perón
recurrió a la inflación para financiar el gasto que provocaba su gestión basada
en seducir las masas con regalos (además
de medidas sociales justas).
Los
militares echaron mano al endeudamiento público.
Alfonsín,
para hacer frente a las desorbitadas exigencias de los paros generales y una
oposición inmisericorde, tuvo que volver a la maldita inflación.
Menem
la cambió por el endeudamiento.
Los
Kirchner volvieron a la inflación.
Y
aquí estamos, en medio de la ciénaga.
Para
colmo, con un mundo que empezó a esperanzarse con la Argentina otra vez.
Pero
esta imagen se perderá rápido.
Y
no tendremos otra oportunidad.
Porque el
regreso de las huestes populistas mediante leyes distorsivas no traerá progreso, ni empleo, ni
productividad, sino un destino como el que ahora desangra a Venezuela.
El
pueblo argentino, pese a que aún no se tomaron las medidas antipopulares que
funcionen como verdaderos antibióticos de la enfermedad que arrastra hacia la
decadencia en todos los rubros, sigue confiando en que las cosas mejorarán.
Por eso el apoyo
al actual Gobierno supera el 50%, aunque dos tercios de la población
asegure –con razón- que estamos mal.
Pero podríamos
estar peor.
Mucho
peor.
Si
Massa aspira a ser Presidente dentro de siete años, debería alejarse de las
iniciativas populistas.
Sabe
muy bien a dónde conducen.
Sabe
muy bien que son "pan para hoy y hambre para mañana".
O
ni siquiera pan para hoy.
Es
un político talentoso y con buena imagen.
¡Que
no nos defraude, por favor!
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