Detrás
del triunfo de Macron hubo suerte, habilidad política y el peso de la historia
Por
Adam Nossiter
PARÍS
— La contienda por la presidencia de Francia trascendió la política nacional.
Se
trató de la globalización contra la nacionalización y del futuro contra el
pasado.
Emmanuel
Macron, el centrista que nunca ha ocupado un cargo de elección popular, logró
una rotunda victoria al beneficiarse de un legado histórico y cultural único.
Aunque
muchos electores querían un cambio, se sentían consternados por el enojo
populista que ha causado radicales cambios políticos en Reino Unido y Estados
Unidos.
Macron
derrotó a la candidata de ultraderecha Marine Le Pen, quien obtuvo un resultado
por debajo del 40 por ciento, aunque antes de la elección sus asesores dijeron
que un porcentaje menor a esa cantidad sería considerado como un fracaso.
La victoria del
candidato desató la alegría de la clase política europea, porque Le Pen habría
hundido a la Unión Europea en una gran
crisis.
Pero
al final, Macron ganó por una combinación de suerte, cierta habilidad política
y el arraigado desdén que la mayoría de los franceses sienten por Le Pen y su
partido, el Frente Nacional.
Macron
dio su discurso frente a la pirámide en la plaza del Louvre. Credit Foto del
pool por Thomas Samson
Durante
el año pasado, muchos se preguntaban si la frustración pública generalizada
contra la clase dirigente occidental se había transmutado en un movimiento
populista universal.
El
referendo en Reino Unido para abandonar la Unión Europea en junio, seguido de
la elección presidencial de Donald Trump en Estados Unidos, dieron la impresión
de que era tendencia creciente.
La
candidatura de Le Pen, fiel partidaria de la ultraderecha europea, se
constituyó en otra prueba del auge de esta tendencia política.
Sin embargo, el
reto de la candidata era distinto porque la historia francesa es diferente.
Durante
los últimos seis años como presidenta del Frente Nacional se había concentrado
en un solo objetivo: Eliminar la asociación de su partido con los ex colaboracionistas
del régimen nazi, los extremistas de ultraderecha, los racistas que diseminan
el odio hacia los inmigrantes y los antisemitas que lo fundaron hace 45 años.
Sabía
que siempre sería una candidata minoritaria en tanto que recordara a los
franceses la que quizá sea la mayor mancha de su historia, los cuatro años de gobierno de la ultraderecha durante la Segunda
Guerra Mundial.
Su
padre, Jean-Marie Le Pen, el fundador del partido siempre se negó a reconocer
eso.
Dentro
y fuera del partido, se calificó a este proceso como un “exorcismo”:
Término
que sugiere que los demonios siguen asociados con su partido y los franceses no
los quieren de vuelta.
“No
había opción. No podía votar por Le Pen. No se puede votar por los
extremistas”,
dijo Martine Nurit, de 52 años, propietaria de un pequeño restaurante que
acababa de sufragar en la urna del 20 Arrondissement de París el domingo.
Votó
por el candidato de ultraizquierda Jean-Luc Mélenchon en la primera ronda, el
23 de abril, pero “sin la más mínima alegría” votó por Macron, el candidato
“orientado a los negocios”, en la segunda ronda.
“Principalmente,
voté contra Le Pen”, dijo.
Al
final, el “exorcismo” de Marine Le Pen fracasó estrepitosamente.
Fracasó
en el curso de su campaña cuando sus acalorados mítines dejaron al Frente en el
mismo pantano de donde había salido.
Y
después volvió a fallar en uno de los momentos críticos de la campaña, el
debate contra Macron, cuando los comentaristas franceses opinaron que decidió
aferrarse a los “demonios” que acechan a su partido.
En
el debate lanzó una diatriba contra Macron que se sintió como si durara horas,
espolvoreada con insultos y calificativos y, por desgracia, carente de
sustancia.
Parecía
perdida al opinar sobre diversos tópicos y vacilante en uno de sus temas
favoritos —la salida del euro— al que se opone la mayoría de los franceses.
En
Francia, esta elección fue una revelación fundamental sobre Le Pen y el Frente
Nacional.
Macron,
por otra parte, demostró una cualidad que a los electores franceses les ha
parecido esencial en los candidatos que han salido victoriosos:
Un dominio firme
de los temas críticos que enfrenta el país.
Ahí
donde Le Pen se perdió una y otra vez, Macron logró salir de manera decisiva.
Que
pueda llevar las cosas del dicho al hecho, es otra cosa.
La
última apuesta correcta de Macron fue que los electores franceses, al igual que
en todas partes, se sentían molestos con los partidos establecidos, que habían
juzgado como fracasos las políticas recetadas tanto por la derecha como por la
izquierda para lidiar con los males que aquejan a Francia.
Macron
se posicionó en el centro, equilibrando la protección del Estado benefactor
francés con un moderado estímulo a los negocios, en un intento por romper con
el estancamiento del empleo y la productividad.
No
obstante, la visión de Macron a favor del mercado provocó mucha oposición.
El
izquierdista Jean-Luc Mélenchon no solo se negó a respaldarlo, sino que
promovió la idea de que Macron y Le Pen eran amenazas equivalentes, un análisis
que respaldan muchos electores de ultraizquierda.
Casi
la mitad de los votantes de la primera ronda apoyaron a candidatos hostiles al
libre mercado y el capitalismo. Aunque el domingo votaron por Macron para
salvar al país de Le Pen, lo hicieron sin entusiasmo.
Sin ningún
partido tradicional que lo respalde, el obstáculo más inmediato que Macron
deberá sortear serán las elecciones legislativas del Parlamento francés en
julio.
Ha
prometido presentar candidatos en los 577 distritos parlamentarios, pero no
está claro si puede hacerlo. Tampoco queda claro cuántos socialistas
respaldarán su programa.
El
Frente Nacional, por su parte, podría ganar hasta 100 curules en el nuevo
parlamento, según algunos análisis; eso lo convertiría en un gran partido de
oposición.
En
efecto, aunque Le Pen sufrió una derrota contundente en la segunda vuelta,
logró una posición que no hace mucho habría sido impensable.
Además,
en su discurso de aceptación de la derrota, dejó claro que ya estaba pensando
en las elecciones parlamentarias y en el futuro.
También
está la posible oposición representada por Mélenchon, quien ganó en algunas de
las ciudades francesas más importantes —Marsella, Toulouse y Lille— y asegura
ser el principal opositor de izquierda de Macron.
Los
que votaron por él, al igual que los que votaron por Le Pen, no confían en
Macron.
El
domingo por la noche, en su discurso de la victoria inusualmente corto y
sobrio, Macron reconoció que había muchas personas a las que tenía que
convencer.
“Mi
responsabilidad será unir a todas las mujeres y los hombres dispuestos a asumir
los tremendos retos que nos aguardan y actuar”, dijo Macron.
“Lucharé con
todas mis fuerzas contra las divisiones que nos debilitan y nos desgarran”.


%2B(1).jpg)
No hay comentarios:
Publicar un comentario