"Si
quieres paz, lucha por la Justicia". Pablo VI
Tenemos
la obligación, frente a nosotros mismos y a nuestra posteridad, de tomar
conciencia del crucial momento que nos toca vivir; de nuestra actitud y, sobre
todo, de nuestra acción personal, depende el futuro, tanto de corto cuanto de
largo plazo.
La
viabilidad de nuestro país sólo será posible si conseguimos recuperar la
Justicia, volviendo a poner la venda en su lugar y equilibrando su balanza.
Ha
llegado la hora, conciudadanos, de echarnos a la calle y gritar ¡BASTA!
Para
explicarles, a todos y cada uno de estos nefastos personajes encargados de
imponer la ley y que tanto han desvirtuado ese rol y, sobre todo, la tan
honrosa magistratura con que la sociedad los ha distinguido, que nuestra
paciencia ha llegado al límite.
La Argentina ha
asistido, por décadas, a la inmunda prostitución de los magistrados que, de
acuerdo al rol que la Constitución les asigna, debieran actuar como límites
frente a los excesos del Estado ante los particulares, como custodios de su
correcta aplicación y, en especial, en la persecución de la corrupción.
Hoy,
debido a la irrupción de la política más bastarda en el proceso de designación
de los jueces, estamos sometidos todos a la voluntad de personajes
inescrupulosos, impunemente enriquecidos por los favores prestados al poder de
turno.
¿Cómo vamos a
aceptar ser juzgados por personas tan corruptas como Freiler, Rafecas, Canicoba
Corral, Casanello y tantos otros?
¿Cómo
vamos a permitir que estos tránsfugas decidan sobre nuestra honra, nuestra
libertad y nuestro patrimonio?
¿Tan
bajo hemos caído como ciudadanos libres y soberanos que somos incapaces de
resistir la degradación moral que impregna nuestra sociedad?
¿De
qué estamos hechos?
¿Cómo podemos
observar, sin reventar de indignación, el infame y libre pavoneo de tantos ex funcionarios,
parientes, testaferros y nuevos "capitanes de empresa" enriquecidos
sin explicación alguna?
Las
inmensas fortunas que exhiben y gastan con impudicia están construidas con
dineros que nos fueron exprimidos con impuestos confiscatorios y faltan en
alimentos, hospitales, escuelas, viviendas, saneamiento, caminos, rutas, vías
férreas, gas y electricidad, comunicaciones y hasta defensa nacional.
¿Cómo
educamos a nuestros hijos y vamos a trabajar, día tras día, si todos esos
delincuentes continúan refregándonos en la cara su libertad después de haber
cometidos tantos y tan graves delitos?
Son
los responsables directos de la enorme mortalidad infantil en el norte y,
también, de la monstruosa expansión del narcotráfico…
¿Seguiremos
mirando hacia otro lado cuando las luchas entre las bandas, todas socias del
kirchnerismo y de muchos de los jueces, nos lleven a la penosa realidad del
México actual?
¿No
nos da vergüenza que en Brasil ya haya habido 144 condenas de funcionarios,
políticos y empresarios, que suman 1600 años de prisión, y más de 1700
investigaciones abiertas?
El vergonzoso
Juez Luis Rodríguez, otro indigno inquilino de Comodoro Py, se negó
ayer a pedir el desafuero y la detención de Julio de Vido; uno de los reclamos
que llevaremos a la calle lo tendrá como destinatario directo.
Ya
no llama la atención que nunca haya allanado la enorme y lujosa mansión que el
ex Ministro posee en el country Puerto Panal -incluye una gigantesca pajarera-,
en el cual es vecino de los también impunes Máximo Kirchner, Osvaldo Sanfelice
(su socio) y Fabián de Souza (socio de Cristóbal López), los dos últimos claros
testaferros de Néstor y Cristina.
No
pretendo, en ningún caso, englobar en la podredumbre a la totalidad de los
magistrados, pues los hay muy buenos en todos los fueros y en todas las
instancias y, en algunos casos, hasta son mayoría.
Pero
hay una dramática concentración de corrupción en la Justicia Criminal Federal,
y grandes focos infecciosos en la Laboral, en la de Seguridad Social y, por
supuesto, en la ordinaria Penal, que tanto ha servido a la delincuencia común.
Con
una Justicia seria, independiente y rápida, todo será posible y, sin ella, nada
lo será.
Si
los jueces actuaran conforme a la ley, el Poder Ejecutivo sería controlado en
cada una de sus acciones, y podríamos reprimir eficientemente la corrupción de
nuestros mandatarios, funcionarios y empresarios; con eso, cada una de las
partidas presupuestarias iría a cumplir el objetivo previsto en salud, en
educación, en vivienda, en infraestructura.
El
delito disminuiría rápidamente, y esa seguridad cotidiana, que hemos perdido
hace tantos años, volvería a ser una costumbre y recuperaríamos la normalidad
en nuestras vidas.
Los conflictos
gremiales y sociales se solucionarían con celeridad, ya que la sociedad entera
confiaría en sus probos magistrados y obedecería, sin dudarlo, las sentencias
que dictaran.
Nuestros
policías dejarían sus innegables vinculaciones con el crimen, y combatirían
eficazmente el narcotráfico y los otros delitos graves.
Las
reglas se volverían inmutables y los inversores, tan desconfiados ellos,
encontrarían innecesario establecer la jurisdicción extranjera para dirimir las
diferencias en los contratos.
Es
cierto que el Estado está en deuda con el Poder Judicial, y el crédito a favor
de éste se prueba fácilmente con la cantidad de vacantes en juzgados y
tribunales colegiados, con su infraestructura edilicia colapsada, con la
gigantesca acumulación de papeles y con la obsolescencia de los medios
informáticos puestos a su disposición.
Todo
eso depende del Consejo de la Magistratura y de la Corte Suprema, cuyo
Presidente -Ricardo Lorenzetti- se ha visto beneficiado con el manejo de un
enorme presupuesto.
Por
eso, para manifestar nuestro descontento, mantener la presión cívica sobre los
jueces y avisarles que nuestra paciencia se ha agotado el 3 de agosto nos
concentraremos en la Plaza Lavalle (y, espero, en todas las capitales
provinciales ante sus tribunales), donde tienen sus sedes la Corte Suprema de
Justicia y el Consejo de la Magistratura.
Nunca
lo he hecho, pero hoy le pido por favor que difunda esta convocatoria, sobre
todo para que llegue a los jóvenes, tan ausentes el 20 de junio en Comodoro Py,
ya que serán los directos beneficiarios de este cambio urgente que la Argentina
exige.
Bs.As.,
8 Jul 17
Enrique
Guillermo Avogadro
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