¿Qué
hechos explican por qué Obama no pudo dejar un país unido, pujante y con
convicciones lo suficientemente fuertes para votar a un miembro del Partido
Demócrata como presidente?
Por
Sebastián Maril
Según
el diccionario de la Real Academia Española un síndrome “el conjunto de
síntomas característicos de una enfermedad o un estado determinado”.
La
improbable elección de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos de
América, llevó a gran parte del planeta a preguntarse cómo 62 millones de
norteamericanos pueden ser tan necios de permitir que una persona supuestamente
inestable habite la Casa Blanca.
Trump
genera en muchas personas una obstinada ceguera que les impide ver más allá del
personaje que nos muestran todos los días los medios.
Su
forma de ser, modales, exabruptos y apariencia física desarrolla una ira
interna en cada persona que permite albergar un síndrome del cual no es fácil
curarse, especialmente cuando todo los
que nos cuentan sobre el presidente de los EE.UU. es estrictamente negativo.
Trump
es odiado, detestado, criticado.
Lo
tildan de arrogante, mujeriego, nacionalista, patotero, chocante, maleducado y
de muchos calificativos más.
Sin embargo, es
el presidente de los Estados Unidos en un país donde nadie llega a la
presidencia por casualidad.
Convertirse
en el líder de la primera potencia mundial, requiere pasar por un sinfín de
filtros, escrutinios, debates y análisis. Trump aprobó el examen y lo hizo a su
manera.
Siendo
Trump.
Ignoró todo
sentido común electoral e hizo caso a sus instintos.
Fue
contracorriente y, desde el primer día, leyó mejor que ningún otro candidato
republicano o demócrata lo que el país estaba pidiendo de su líder.
Los hechos
¿Si
la presidencia de Barack Obama fue tan buena, por qué en las últimas elecciones
los demócratas perdieron la Casa Blanca, el Senado, la Cámara Baja y 33 de 50
gobernaciones?
La
respuesta a esta pregunta ayudará a mitigar los síntomas del Síndrome Trump que
padecen muchos.
El
mundo critica abiertamente a Trump sin conocer que la esencia del electorado
que lo votó, pide a gritos que su
presidente se comporte de la manera que lo está haciendo.
Esta
es una realidad que se gestó durante muchos años y, si la negamos,
continuaremos horrorizándonos por cada punto y coma fuera de lugar.
Trump
sabe cuándo actuar como un presidente y cuándo jugar a la pelota para la
tribuna.
Al
fin y al cabo aquellos que lo votaron lo consideran como el amigo del “asado”
de los domingos.
Por
un lado, tosco, malhablado, arrogante y chocante.
Por
el otro, exitoso, carismático, astuto y ganador.
Ese
es Trump.
La
persona que en 2014 durante una entrevista con la revista TIME dijo:
“Yo nunca pierdo. Toda mi vida he ganado. No
estoy acostumbrado a perder”.
Durante
ocho años el planeta aplaudió la soberbia de Obama pero en tan solo cinco meses
condena la arrogancia de Trump.
¿Por
qué?
¿Porque
habla como el amigo chanta de la esquina?
¿Porque
no sabe comportarse como el presidente de la primera potencia mundial?
¿Porque
no encaja en los más altos estándares políticos del establishment de
Washington?
¿Porque
critica a los medios?
Aquél
que niega la soberbia permanente que exhibía el ex presidente Obama, debe
entender que los demócratas sufrieron la peor derrota electoral desde 1984
exactamente porque la obstinada ceguera de Obama de gobernar soberbiamente sólo
para las grandes urbes, lo llevó a
ignorar al norteamericano rural del interior del país durante ocho años.
El
norteamericano que votó en masas a Trump.
Así
se gestó el EE.UU. de hoy, dividido entre las grandes urbes demócratas y las
zonas rurales republicanas del interior.
La
transformación
Recordemos
la célebre frase que utilizó Obama durante la campaña electoral de 2008 en el
Estado de Wisconsin para describir a cierto sector del electorado
norteamericano:
“Son
amargos. Se aferran a sus religiones y a sus armas para justificar sus críticas
a aquellos que no opinan como ellos”.
Esta
descripción despectiva del norteamericano ruralista, cristiano y tradicional,
caracterizó los ocho años de su presidencia.
Si
no ¿qué
otra respuesta existe para explicar por qué el supuestamente mejor presidente
de la historia reciente de los EE.UU., no pudo dejar un país unido, pujante y
con convicciones lo suficientemente fuertes para votar a un miembro del Partido
Demócrata como presidente de los EE.UU.?
Repito,
los demócratas perdieron la presidencia, el Senado, la Cámara Baja y 33 de 50
gobernaciones.
¿Entonces
para quién gobernó Obama?
El
gigante dormido
Permítanme
que les cuente un secreto: Obama
despertó a un gigante dormido.
Las
políticas de Obama fueron tan divisorias que llevó a un sector del electorado a
elegir al candidato menos calificado de los 17 que se postularon por ambos
partidos.
No
es coincidencia que todas las grandes urbes de los EE.UU. votaron a Hillary
Clinton y el resto a Donald Trump.
Obama
gobernó para estos polos urbanos y lo hizo muy bien.
El mapa
electoral norteamericano no miente.
Obama
gobernó para el 50% de la población pero, al hacerlo, generó tanta ira y
rechazo en el otro 50% que despertó a un gigante dormido quien encontró en
Trump a su mensajero.
El
gigante ruralista, cristiano, del interior del país, votó a alguien que deje la
diplomacia a un lado y se ocupe de ellos y más específicamente, que se ocupe de
ponerle freno a la transformación de la esencia de los EE.UU.
Aquellos
que votaron a Trump quieren a un líder sin pelos en la legua, capaz de
transmitir literalmente lo que ellos están pensando.
Recuerden
otra célebre frase de Obama en la Universidad de Missouri en octubre de 2008:
“Estamos
a tan solo cinco días de cambiar fundamentalmente a los Estados Unidos de
América”.
Obama,
muy astutamente, logró dar los primeros pasos de este cambio fundamental y, al
hacerlo, abrió una grieta en la sociedad que demandará varios ciclos
electorales para cerrarla.
Cuando
un conocido periodista argentino se horroriza al ver un viejo video de Trump
luchando ficticiamente con una persona cuya cabeza tiene el logo de una
conocida cadena de noticias, explíquenle a ese periodista que esa cadena de
noticias lleva 18 meses publicando mentiras absolutas sobre el presidente,
llamándolo “subnormal” a él, “enfermo” a su hijo y peores calificativos a su
mujer.
Google
está disponible para aquellos que no creen que esto sea cierto.
Por
esto mismo, no es novedad que Trump les devuelva estos favores.
No
es de extrañarnos que el electorado que lo votó aplauda esta falta de decoro
hacia los medios que durante ocho años fueron el megáfono de la soberbia de
Obama.
No
debe sorprendernos que el establishment republicano, el establishment
demócrata, los servicios de inteligencia y los medios, quieran a Trump fuera de
la Casa Blanca.
Todos
estos quieren a uno de los suyos en Washington.
Todos
desean alguien del palo y no a Trump.
Para terminar
repito una vez más que Trump sabe cuándo debe comportarse como un presidente y
cuándo puede darse el lujo de mostrarse indiferente ante una situación.
Durante
toda la campaña presidencial, Trump fue contracorriente, fue atípico, fue
diferente.
Así
llegó a la Casa Blanca y así gobernará…
No
actuemos horrorizados.
Es
el Trump de siempre y el motivo que explica por qué es quien es.
Aquél
que desee continuar aceptando como una realidad absoluta todo los que nos
cuentan los medios sobre EE.UU. y sobre Trump, se estará haciendo un gran daño.
Detrás de cada
exabrupto hay un norteamericano que lo aplaude.
Entendamos
y aceptemos esta realidad.
Podemos
no compartirla pero no condenemos a Trump por ser como es sin antes entender
por qué es como es.
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