“Nada me han enseñado los años
siempre caigo en los mismos errores
otra vez a brindar con extraños
y a llorar por los mismos dolores” José Alfredo Jiménez
La Cámpora, aquél rejuntado de jóvenes con el cerebro tan
lavado como para reconocer el liderazgo de Máximo Kirchner y ofrecerse como
“pibes para la liberación” ladrona e imaginaria que constituyó el verdadero
objetivo político de los pingüinos, debe sentirse como la rana que, mientras
transporta al escorpión a través del río, es picada por éste. Cuando el
batracio lo mira asombrado, ya que ambos morirán, el insecto le explica que
envenenar está en su naturaleza y, por eso, era inevitable.
Cristina Elisabet Fernández, desesperada ante la certeza de
su inminente derrota frente a Esteban Bullrich en la carrera senatorial por la
Provincia de Buenos Aires y por la inminencia de su calvario penal, ha decidido
prescindir de los imbéciles lobotomizados, de los que tanto ha dicho
enorgullecerse, para recostarse en los intendentes del Conurbano que aún dicen
responderle.
Pero como esta autoproclamada eximia política tiende a
equivocarse reiteradamente, es probable que, a último minuto, muchos de esos
mini-gobernadores ordenen a sus fieles cortar boletas y, de tal forma,
conservar la mayoría en cada Concejo Deliberante. Ya lo hicieron cuando vieron
arder las barbas del kirchnerismo en 2009, 2013 y 2015; y resulta lógico que lo
hayan hecho, toda vez que ese organismo legislativo tiene la llave para que el
Intendente conserve su cargo.
Otro ámbito en el cual el kirchnerismo se está identificando
con esa esencia de escorpión de su líder se desarrolla en la ciudad de Buenos
Aires, donde continúa la toma de colegios secundarios. Los chicos que encabezan
la protesta desnudan, en las distintas entrevistas que realizan los medios de
prensa, lo absurdo de las consignas que repiten hasta el cansancio,
provenientes de los chips que les implantan los adultos; en general, dicen oponerse
a cosas que “podrían” suceder, sin explicar por qué las pasantías laborales (en
realidad, formativas) durante el quinto año los perjudicarían.
En ese teatro, y en el que están construyendo los falsos
mapuches en el sur, con el patrocinio de las FARC y de Sendero Luminoso, se
está poniendo en juego la autoridad y la majestad del Estado para imponer las
leyes. Resulta repugnante que algunos jueces prohíban a las autoridades
ministeriales denunciar penalmente a los jóvenes que impiden a sus compañeros entrar
a los colegios para estudiar o, peor aún, que hagan retroceder a las fuerzas
policiales cuando deben ingresar a un sector del territorio nacional en el que
impera, por la fuerza, la inventada soberanía del famoso “terreno sagrado”.
Para entender a qué nos enfrentamos, tal como reconoció el
Senador Miguel Pichetto, debemos retroceder a 1975, cuando el ERP, apoyado
luego por Montoneros, intentó transformar a Tucumán en una zona “liberada” para
recibir el reconocimiento internacional. Quienes lo evitaron, siguiendo órdenes
legítimas de un gobierno democrático, elegido por el mayor porcentaje de votos
que registra nuestra historia, están siendo juzgados, y condenados, en procesos
amañados por los mismos terroristas de entonces.
Lo único cierto hoy, a un mes de las elecciones
legislativas, es que Cambiemos se ha transformado en una alianza fuerte que
dominará el escenario político durante los próximos años; esta semana, en una
charla que me tocó dar en la sede de uno de los partidos que la integran, me preguntaron
cómo veía el futuro del PRO. Mi respuesta, obviamente, comenzó por la historia.
El origen de todas las formaciones políticas tuvo un origen
socio-económico. El Partido Conservador fue la expresión política de la clase
propietaria de la tierra y fundadora de la República; el Radical, el vehículo
de la clase media compuesta por los hijos de inmigrantes para acceder al poder;
y el Peronista, fue la construcción de su líder para, con el respaldo de los
obreros industriales, instalarse hasta hoy en la mitología nacional.
Ese cambio de manos del poder sólo pudo producirse porque
los herederos de la élite que estaban destinados a ejercerlo en beneficio de
todos, como lo hizo la generación del 80, abdicaron de su obligación. Durante
décadas, los patriarcas enseñaron a su descendencia que no debía meterse en
política, porque era sucia, y así ésta dejó la administración de nuestro bien
más preciado –la propia Argentina- en manos de los peores, generalmente
populistas y ladrones.
Antes que se me critique, me permito recordar que el
concepto –la conducción de las masas por las élites- es compartido por todas
las formas de la izquierda. La Revolución de Octubre, en 1917, fue organizada
por veinte rusos decididos, encabezados por Lenin; el asalto al Cuartel de la
Moncada, y la consecuente caída de Fulgencio Batista, fue obra de Fidel Castro
y de una pequeña compañía de desarrapados asesinos; y los estragos que produjo
la guerrilla terrorista en la Argentina de los 70’s fueron protagonizados por
un grupo de mesiánicos que creyó, equivocadamente, que las mayorías los
seguirían para cambiar para siempre nuestro destino.
Pues bien, la principal virtud del PRO ha sido precisamente
esa, es decir, la de atraer a la política a centenares de jóvenes profesionales
exitosos, con mucha experiencia y enormes logros en la actividad privada, y
comprometerlos en la administración del Estado, a pesar de los magros ingresos
que esa actividad les reporta y, sobre todo, a situarse en primera fila para
los permanentes ataques y denuncias penales del kirchnerismo más acérrimo.
El Gobierno instruyó a sus funcionarios para que respondan,
con demandas por calumnias, a cada una de las falsas imputaciones que reciban.
El primer blanco de esta nueva praxis fue el inefable Diputado Rodolfo Tailhade,
conspicuo miembro de La Cámpora y del Consejo de la Magistratura, desde el cual
protegió a delincuentes como el suspendido Juez Eduardo Freiler, a quien Germán
Garavano, Ministro de Justicia, le está exigiendo una millonaria indemnización.
Lo que sigue ocurriendo en Venezuela, en realidad
agravándose, va en camino a convertirse en la Cuba de hace ya 70 años. Mientras
el mundo miraba para otro lado, Fidel transformó a la paradisíaca isla en un
mero satélite de la Unión Soviética. Como instrumento de ella, mientras
destruía la economía y pauperizaba a sus conciudadanos, sembró América Latina
de movimientos guerrilleros que, en nombre de una supuesta revolución
liberadora, sumergieron al continente en un mar de sangre y fuego.
Hoy, obviamente, el mapa geopolítico es otro, pero en
Caracas se dan cita Cuba, Irán, China y Rusia, y ninguno de ellos está
dispuesto a ceder este nuevo enclave comunista en Sudamérica; habrá que ver si
el mundo occidental, que hoy ve jugar irresponsablemente con misiles atómicos a
Donald Trump y Kim Jong-un, estará dispuesto a tolerarlo.
Bs.As., 23 Sep 17
Enrique Guillermo Avogadro
No hay comentarios:
Publicar un comentario