Los kirchneristas creen que, fogoneando las tomas, logran el voto de los pibes de 16 y 17 años.
La última vez que tomé la Escuela Superior de Comercio
“Carlos Pellegrini” fue por motivos bastante más contundentes que los actuales.
En el medio de una asamblea durante el turno tarde, unos
policías irrumpieron en el patio al grito de “¡¡…a ver si se dejan de joder de
una buena vez!!...”.
Los pibes entre 12 y 17 años miraron con asombro y antes de
responder nada, uno de los canas se adelantó, cargó su Itaka y disparó al aire.
Al día siguiente, cuando la noticia se supo en todos los
turnos, decidimos tomar el colegio.
Fue en 1975.
Pasaron muchos años.
Por suerte, hoy en día un episodio semejante no sería
posible.
Sin embargo, ahora vemos que andan todos muy alborotados con
estas nuevas tomas de colegio fogoneadas por algunos sectores políticos, como
el kirchnerismo.
Seguramente, calculan que así van a lograr el voto de los
pibes de 16 y 17 años.
Mi Dios, no aprenden
más.
El 20% de los pibes apoyan las tomas y el 80% no.
El kirchnerismo cada vez tiene más habilidad para juntar votos en
contra de sí mismo.
Allá ellos.
Los chicos que están tomando los colegios se oponen a la
nueva reforma educativa que quiere instrumentar el Gobierno de la Ciudad.
Puede ser que la gente de Larreta no haya explicado
suficientemente bien el tema.
Ya sabemos que
explicar bien las cosas no es una especialidad del PRO.
Pero de ahí a tomar colegios parece un poco mucho.
La principal crítica es que la nueva reforma prevé prácticas
educativas, onda pasantías, durante el último semestre de quinto año.
En principio, a mí no me suena mal.
Pero habrá que escuchar a los que saben.
Sin embargo, sobre este tema, los militantes montan la idea
de que se pretende mandar a trabajar gratis a los chicos y que esto es
parte de la reforma laboral que el gobierno neoliberal de Macri Gato está planeando
para esclavizar al pueblo…
Sara sarasasasa.
A mí me da la impresión de que, en cuánto los alumnos se
aburran de la toma, los que van a ir a tomar los colegios son los dueños y los
gerentes de las empresas a las que el Ministerio de Educación les tiene pensado
mandar estudiantes para que hagan las pasantías y les rompan las pelotas todo
el día.
Es un pálpito nada más.
Sin embargo, no puedo evitar que este episodio me remita a
la Itaka de aquella tarde de 1975.
En realidad, la cosa
venía de antes.
A la muerte del General Perón, en julio de 1974, las huestes de López Rega tomaron definitivamente
el poder y, de la mano de Isabelita, iniciaron una etapa inolvidable de la
historia argentina, nunca suficientemente aclarada.
Ni mucho menos juzgada.
Pensar que hay gente que le pide al kirchnerismo que haga
una autocrítica cuando todavía hoy, si a los peronistas les hablás de
Isabelita, miran para el costado y silban bajito.
Entre las primeras medidas que tomaron Isabel, López Rega y
sus muchachos, estuvo el raje del entonces ministro de Educación designado por
Cámpora y luego ratificado por Perón: el Dr.
Jorge Taiana (padre).
El tipo era un peronista de ley, de la vieja guardia.
Padre del actual ex
canciller de la gran hotelera egipcia.
En realidad, la hotelera lo echó en 2010 pero ahora lo mandó
a buscar con urgencia y lo puso de compañero de fórmula porque es lo único más
o menos presentable que le queda al kirchnerismo.
El resto no puede ni abrir la boca ni poner la cara ni nada.
Volviendo al punto, aquella derecha peronista de Isabel no
estaba para andar bancándose a gente democrática como Taiana (padre) y lo reemplazó por un tal Oscar Ivanissevich,
un nacionalista de extrema derecha que ya había sido ministro de Perón en 1948.
n agosto de 1974, lo sacaron del sarcófago y lo pusieron en
reemplazo de Taiana.
Lo primero que hizo Ivanissevich fue rajar al entonces
rector de la UBA, Rodolfo Puiggrós,
padre de la pedagoga y ex diputada del FPV Adriana Puiggrós.
Como dice la que ahora no se acuerda ni de Aníbal ni de la
pobreza en Alemania, “todo tiene que ver con todo”.
Para reemplazar a Puiggrós en la UBA, el ministro
Ivanissevich nombró a un personaje llamado Alberto Ottalagano, famoso por haber
escrito un libro cuyo título era:
“Soy Fascista ¿Y qué?”…
Le juro amigo lector que esto es rigurosamente cierto.
Si lo googlea, va a encontrar el libro cuya tapa es la foto
del mismo Ottalagano con el brazo en alto, en un blend exquisitamente
equilibrado de 50% Hitler, 30% Mussolini, 20% Franco.
Una delicia.
En cuanto asumió, Ottalagano declaró asueto administrativo
para empezar a limpiar gente de la universidad.
El Pellegrini, que depende de la UBA, se cerró desde
septiembre hasta diciembre de 1974.
Antes de Navidad, abrieron una semanita para ponernos las
notas.
Aprobamos todos y nos mandaron a casa de vacaciones.
Cuando volvimos en marzo de 1975 (empezaba mi quinto y
último año) ya había nuevas autoridades y por todo el colegio caminaban
personajes raros de pelo cortito y anteojos negros.
Al poco tiempo, aparecieron las primeras listas de chicos
amenazados de muerte.
Rápidamente los
padres organizaron asambleas, los estudiantes tomamos el colegio y todos juntos
exigimos explicaciones y seguridad para los alumnos.
De mi división, los condenados a muerte eran mis amigos
Claudio y Rosa.
No doy los apellidos para evitar represalias tardías.
Cristina está en campaña, D’Elía, Aníbal, Esteche y Berni
están sueltos.
Stiuso vaya uno a saber en que anda.
Milani puede salir en cualquier momento.
Después te meten a la fiscal Fein.
Nunca se sabe.
Por las dudas, es
preferible el anonimato y curarse en salud.
Fue en el medio de una de esas asambleas que aparecieron los
monos con sus Itakas. Inolvidable para un pibe como yo.
Hubo también una gran toma antes de todo esto, cuando
derrocaron a Salvador Allende. Yo era mucho más chico.
Marchamos en protesta por Figueroa Alcorta hasta la embajada
de Chile.
Hasta donde yo me acuerdo, Pinochet ni se enteró.
Pero la toma estaba justificada.
No era un asunto menor.
Años después, en 2012, me dio un poco de vergüenza que los pibes
tomaran el Pellegrini reclamando el cambio del concesionario del buffet porque
las hamburguesas eran malas y caras.
En los 70, las hamburguesas también eran un asco pero si a
alguno se le hubiera ocurrido tomar el colegio por semejante pelotudez, las
organizaciones estudiantiles, tanto de derecha como de izquierda, lo hubieran
descuartizado en el patio de la escuela, con justa razón.
Aclaremos que las hamburguesas de los colegios secundarios
fueron siempre horribles, tanto con la derecha peronista como con la derecha
kirchnerista (durante los procesos revolucionarios suele comerse bastante mal,
mirá Venezuela).
Me gusta que los
pibes militen, debatan, interpelen.
Pero no me gusta que tomen un colegio al pedo.
Ni que manchen con pintura y aerosoles el patio en donde una
placa de bronce recuerda los nombres de todos los chicos y profesores
desaparecidos.
Una toma de colegio contra Pinochet era muy ambiciosa.
Contra las hamburguesas era un papelón.
¿Contra los planes de estudio?
Mmmm.
Me parece que volcamos.
Cuando pienso en todo esto, siempre recuerdo a un gran
profesor de cuarto año, Eduardo Said,
que engrosa la lista de profesores
desaparecidos del Pellegrini durante los años de la dictadura.
El primer día de clase, entró al aula y lo primero que dijo
fue:
“…Que les quede claro que millones de obreros argentinos, que no pueden
mandar a sus hijos a este colegio, trabajan para que ustedes sí puedan estudiar
acá, y gratis.
No les voy a permitir de ninguna manera que pierdan el tiempo y
malgasten el dinero del pueblo”.
Le debo a ese señor una enseñanza imborrable:
El verdadero significado del progresismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario