Por
José Luis Milia
El Teniente
Coronel Martín Rodríguez es un soldado veterano.
Pertenece
a esa clase de hombres que son aplaudidos mientras la sociedad civil los
necesita
y olvidados
cuando el peligro ha pasado.
Es
esto, casi un paradigma de la ingratitud humana pero como sucede desde hace
siglos se podría decir que los soldados- sea cual sea la bandera bajo la cual
combaten- están acostumbrados a esa egoísta indiferencia de aquellos que al deber
la vida y la libertad no quieren o no saben cómo pagar la dedicación que pusieron
para protegerlos.
Párrafos
como éste se han escrito en todos los idiomas, lo que no es probable que se
haya contado nunca es que la sociedad a la que salvaron de vivir en una
“república” de borregos no solo les haya dado la espalda,
sino
que hoy mira con indiferencia como la revancha- disfrazada de justicia por político y escribas mercenarios-
les niega a ellos lo que falsamente dicen defender: Derechos Humanos.
El Teniente
Coronel Martín Rodríguez es uno más de aquellos a los que la infame tómbola
de la justicia argentina puso en un banquillo para ser acusado sin pruebas y
condenado sin apelación, con la única ayuda que necesita un juez prevaricador y
un fiscal contumaz:
No más de un par
de testigos falsos.
Vinculado
a la causa de Campo de Mayo, se negaron los jueces a investigar si él había
revistado en esa guarnición y se contentaron, y dejaron contentos a los
mafiosos que los mandan aceptando como verdadera la declaración de un
detenido que escapó de Campo de Mayo y que alegó que:
“que
cree (sic) que estuvo detenido en
Campo de Mayo y que una vez escuchó a través de la pared que al lado alguien
hablaba por teléfono y decía “Soy el
Capitán Rodríguez, deme con el Mayor Zambrano”.
Al
T.O.F. N° 2 de San Martín, jamás le importó averiguar quién era el Mayor
Zambrano pero asumió, con inicua celeridad, que el Capitán Rodríguez no podía
ser otro que él.
Como
una sola declaración, que además era de una patética vaguedad, no daba para
condenar, se le agregó otra de boca de un sargento talabartero, expulsado
del Ejército y totalmente desconocido para Rodríguez que declaró
que él había visto a Rodríguez en Campo de Mayo, agregando el sargento que se
había alegrado de que a Rodríguez lo hubieran metido preso ya que a él lo
habían dado de baja del Ejército por su culpa.
Estas
dos declaraciones- perversas en su
ambigüedad- sirvieron para que Rodríguez lleve más de siete años de
cautiverio.
El Teniente
Coronel Martín Rodríguez es una víctima más de una “justicia” falaz y
prevaricadora.
Duele,
pero también aburre, decir esto porque estas situaciones se vienen repitiendo
desde el inicio de estas parodias judiciales.
Duele
porque en tantos años de siniestras puestas en escena no ha habido en esos
circos judiciales ni un par de huevos ni los ovarios suficientes para
que, en una muestra de dignidad que salvaría a la justicia argentina
del fango en que la vienen arrastrando, juez o jueza se plantaran frente a los
que han hecho de los derechos humanos una asociación ilícita dedicada al curro…
Curro
que alguien prometió terminar, y mostraran a la República que aún hay decencia
entre tantos payasos togados, pero, de entre los muchos viles que pueblan la
justicia argentina, él cayó en manos
de Lucila Larrandart, jueza parcial si las hay, ya que llegó a la
justicia luego de ser “pesquisa” en la Conadep y querellante en los “juicios
por la verdad” representando a familiares de desaparecidos,
su
manifiesta iniquidad quedó plasmada en el escrito que condenaba a Rodríguez, ya
que utilizaba, para condenar, elementos de sus investigaciones en la Conadep.
El
otro juez, cómplice en esta canallada jurídica, Héctor Sagretti fue catapultado
a este lugar por Eduardo Luis Duhalde,
ex montonero y secretario de derechos humanos en el gobierno Kirchner.
El Teniente
Coronel Martín Rodríguez tiene hoy 71 años, padece asma, hipertensión
arterial, diabetes y colesterol elevado…
Dos
veces ha pedido la prisión domiciliaria, la primera vez se rechazó el pedido de
la misma manera que lo hacen los jueces que, en su cobardía, ya que en su miedo
imaginan que serán escrachados, si en sus decisiones se dejan llevar por la
misericordia que todo juez probo debe tener frente al sufrimiento humano.
La
segunda vez fue rechazada en la sala 2 de la cámara de casación.
Pensar
que los jueces de esta cámara aceptarían el pedido hubiera estado dentro de los
difusos límites de la ilusión, ya que quien lleva allí la voz cantante es Alejandro Slokar, ex funcionario de
Néstor Kirchner, ex presidente de justicia legítima y famoso por intentar, de cualquier manera, archivar la denuncia del fiscal Nisman
contra Cristina Fernández de Kirchner.
Los otros dos, Angela Ledesma y Juan Mahiquez
son simples cuatro de copas sumisos a los dictados del primero.
El
Teniente Coronel Martín Rodríguez, ante más de siete años de injusticia y desprecio
de su persona ha decidido dar su última batalla.
Ha
comenzado una huelga de hambre que está dispuesto a llevar hasta las últimas
consecuencias.
No
estoy de acuerdo, quizás porque al no estar en lo que su corazón le manda,
puedo dar razones, quizás insustanciales, para que no lo haga.
Pero
es un soldado, y si algo no se le puede negar a un soldado es caer peleando con
la mirada fija en el enemigo…
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