CLAUDIO FANTINI
Cristina
sostiene que la oposición la ha elegido a ella como cabeza de la resistencia al
"modelo de ajuste" que impone Macri.
Como si en
lugar de haber competido el oficialismo contra fuerzas opositoras, hubiera sido
una elección entre fuerzas opositoras, la ex presidenta deduce que el
escrutinio la coronó vencedora del derecho a liderar a la oposición.
Con ese
curioso razonamiento, su discurso eludió las felicitaciones a los ganadores,
que estuvieron presentes en los discursos de los demás candidatos derrotados el
domingo.
A nivel
nacional su fuerza política había sido ampliamente vencida por Cambiemos y ella
misma acababa de perder frente a un candidato de bajo voltaje, como Esteban
Bullrich, pero Cristina hacía una lectura según la cual las urnas acababan de
imponerla sobre las demás opciones opositoras, obligándolas a encolumnarse tras
su liderazgo.
Lo más
curioso es que, de algún modo, los números le dan la razón.
Según las
cifras, el partido creado por Perón quedó al borde de la extinción. Sin
embargo, mirar las cifras puede generar una ilusión óptica.
El peronismo fue barrido porque
Cristina lo partió y lo debilitó, después de haber dividido a la sociedad argentina entre
veredas que se aborrecen.
Con algunas
excepciones, la dirigencia peronista tardó demasiado en emanciparse de su
reinado personalista y vertical.
Igual que
Scioli, se dejó denigrar demasiado y terminó derrumbándose a sus pies.
Ella quedó parada, en medio de la
devastación peronista.
Pero el
peronismo tendría más futuro sin ella, que arrodillándose de nuevo ante la
monarca que todavía se aferra al cetro.
El caso de
Cristina no tiene que ver con el "no te sientas vencido ni aún
vencido" que escribió Almafuerte.
Tiene que ver con la negación de la
derrota.
Pero esa
negación de la realidad no es el principal problema de la ex presidenta.
El principal problema es que la
derrota hará crecer vertiginosamente su debilidad política, y el crecimiento de esa debilidad
será directamente proporcional al crecimiento de su vulnerabilidad ante los
fiscales y jueces que la investigan por corrupción.
Políticamente
débil y judicialmente vulnerable,
Cristina puede ser más peligrosa.
Es una líder
sectaria al frente de una agrupación con muchos seguidores que actúan como
miembros de una secta.
Y habiendo
sido apologeta de la violencia setentista, es imposible descartar que ella y
los muchos allegados que también están acorralados por jueces y fiscales,
busquen una salida violenta a la encrucijada en la que se encuentran
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