Entre
los que no ven y los que no quieren ver hemos conformado una sociedad negadora
y estúpida que reparte su tiempo entre la indiferencia y el shopping.
Agudos
analistas políticos que desde hace años vienen anunciando en libros de llamativos
títulos la muerte del kirchnerismo no
son menos patéticos que quienes se alquilan al peronismo de turno para vivir
del asistencialismo oficial.
En verdad, ambos
mienten.
Banal
el público que escucha con atención a esos oráculos móviles que se han cansado
de errar el diagnóstico pero que capitalizan el encono de ciertos sectores con
el peronismo actual, al que le venden ejemplares confirmando pronósticos falsos
pero acondicionados al gusto del consumidor…
Opinólogos
de redes sociales que afirman desde el 2007 que “Kirchner ya perdió”, para
encantamiento de mucho pavote que quiso creerlo a pesar de la realidad misma.
Si
algo bueno hizo el kirchnerismo en esta vida fue desnudar la genética peronista
porque a través de ella demostró científicamente que no importa si la
perversidad destructiva es propia o no de las personas sino el sistema de
organización social que apliquemos, que la alienta o controla.
Los
Kirchner le cerraron la boca a los defensores del menemismo y al largo listado
de peronistas vergonzantes que durante años han querido encontrar cualidades en
las políticas implementadas durante los ´90, quizá para justificar la
colaboración con las salvajadas que asestó Carlos Menem a las instituciones.
La
bonanza económica del uno a uno que, en el siglo XX le hizo de paraguas a la
fiesta menemista, es un espejo en el que en el presente siglo se pueden mirar
con idéntica sonrisa los consumidores beneficiados por la madre soja.
¿Pueden acaso
indignarse hoy con el oficialista Carlos Menem los que acompañaron con su
acción o su silencio el desmantelamiento de las fuerzas armadas argentinas que
él llevó adelante a cambio de ser recibido con honores en Francia y Suecia?
¿Es para
indignarse el manejo de las causas judiciales que hacen en la actualidad los
jueces que Menem nombró y protegió?
¿Sorprenden las
medidas que adoptan conspicuos terroristas de los ´70, hoy en su carácter
de funcionarios públicos a cargo de
medios de comunicación, defensorías del pueblo o procuraciones?
¿No fue el
general Balza, hoy representante diplomático del gobierno argentino, un
preferido de la banda menemista?
¿No estamos
hablando de herencias del peronismo menemista que el peronismo kirchnerista
cobijó en su administración sin un gramo de rencor, culpa o prurito?
La
disolución social que provocó la influencia del peronismo no se detiene…
En
todo caso, verlos a todos ellos
juntos y revueltos no es más que el cosmos en orden.
Lo
alarmante es el “despiplume” que imprimieron en el resto de las fuerzas
políticas.
Alfonsín
padre pactando con Menem;
Alfonsín
hijo cambiando figuritas con el kirchnerismo primero y con De Narváez después;
los
liberales enamorados de los Rodríguez Saa, caudillos provincianos que hacen del
estatismo peronista su mayor virtud;
las
distintas variedades de socialismos saltando cual bailarina de una a otra
alianza circunstancial para ganar tiempo y juntando con el mediomundo desde K
decepcionados a radicales radicalizados;
el
socialismo de Binner es una suerte de compota:
Un postre que le
sienta bien a cualquiera.
Pero
no están solos en esto de sorprender y dar lástima.
El
ultra conservador Partido Demócrata prestando la cara para la foto con el que
sea en orden a arañar alguna silla de la burocracia nacional, provincial o
municipal para uno o más dinosaurios.
Hubiese
sido más digno para su historia que el proceso inexorable en el que están hubiese desembocado en la extinción definitiva
que esta prostitución de sus principios porque aunque no sabemos cuánto van a
recibir por apoyar al peronismo pero lo que sea, es demasiado poco.
El
peronismo traga o destruye.
Con
Carrió no pudo y, como reza una de las leyes de Murphy, los K dijeron:
“Si no puedes
contra ellos, confúndelos”.
Y
es lo que hicieron…
Armaron
una feroz campaña de descalificación contra Elisa Carrió que pegó y muy bien en
una población absolutamente permeable y predispuesta a criticar sobre todo, lo
que no es capaz de emprender.
“Carrió
no tiene los patitos alineados” fue lo más elegante que disparó el
gobierno nacional contra la única fuerza que, con errores y excesos,
representó, dentro del sistema político, la opción menos “sistema”.
Ahora
el peronismo con Cristina Kirchner a la cabeza se encamina a la monocromía
política donde se sienten, como su mentor, cual pato en el agua.
Las
instituciones son un vago recuerdo; la independencia de los poderes, otro.
La igualdad ante
la ley, impracticable porque no hay ley ante la cual ser iguales.
El
periodismo, por lo general el último reducto de resistencia que conservan las
sociedades, cartelizado en tiempos de Carlos Menem, a fuerza de dinero había
que esperar que el paso del tiempo,
hiciera el resto.
La
espera ya está dando los frutos.
Hasta
ahora, nada indica que una fuerza revolucionaria emerja de las entrañas con
fuerza y con intención de modificar el rumbo.
Mientras
tanto y no sabemos por cuánto tiempo, hay que celebrar que, para quienes lo que
ofrece esta Argentina repugna, siga habiendo dos salidas:
Ezeiza
y Puerto Nuevo sin contar, claro, esos aeroclubs en los que suelen encontrarse
los mismos de siempre…
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