Por José
Luis Milia
Sólo Dios
Nuestro Señor sabe dónde estará ahora Néstor Kirchner.
Sea cual sea
el lugar al que Él lo haya destinado es solo el resultado de un Juicio justo y
único, sin jueces prevaricadores o dispuestos a vender su sentencia.
Más aún y
aunque me pese, sé que debo, como católico, aceptar que si en el último milésimo de segundo de su vida terrenal él
tuvo la lucidez de arrepentirse de su impenitente ruindad, puede estar
disfrutando de la Eterna Luz que de Nuestro Señor emana.
Lo que me
abruma, aunque sepa que me alejo peligrosamente del: “…como perdonamos a
nuestros deudores.”, es que le hayas dado la indulgencia de irse antes de
tiempo.
Sí, Señor, me molesta
ese toque final de caridad con que lo eximiste de pagar sus culpas en la tierra.
Tu
benevolencia nos quitó a los argentinos la posibilidad del ejemplo.
De hacer
magisterio a partir de un juicio justo, donde él fuera juzgado, pero también
todos nosotros porque nadie hay, en este muladar en el que él y su banda
convirtieron a la República, que pueda ser indultado a priori ya que la omisión
y la cobardía también son pecados.
Pero además,
los argentinos necesitábamos ese Juicio, lo necesitábamos para que reviviera la
idea de decencia y trabajo en la República, un juicio magistral que les
mostrara a nuestros hijos que en esta tierra y de allí en más, la única manera
de crecer, tanto individualmente como conjunto social, era en base a la
honradez y el esfuerzo.
Brevemente, lo
necesitábamos para volver a ser Nación.
No puedo
sacarme del alma el dolor de saber que él no sufrirá terrenalmente lo que hizo
padecer a quienes, por conveniencia, eligió como Enemigos.
No seamos
simples, no me refiero a los políticos.
Solo un
ingenuo puede creer que ellos podían serlo.
Porque esa
chusma barata, responsable de todos los actos de cobardía, rapacidad y
estupidez que se repiten a diario y desde hace tiempo en esta tierra y que
están siempre prestos a ser cómplices de cualquier enjuague que les permita
pasar- pillajes e influencias
mediante- el resto de su vida con algo más, con mucho más, de lo que
jamás pueda soñar un jubilado que dedicó a su Patria y a su familia una vida de
trabajo.
Jamás fueron
los políticos sus enemigos,
¡Como lo iban a ser si
eran del palo!
Y además,
siendo más fáciles que gatos de cincuenta años, su pusilanimidad le hubiera
permitido cazarlos con una trampera para lauchas.
No, me
refiero a los padecimientos que hizo padecer a aquellos que por haber honrado
un Juramento que hicieron a la Patria son permanentemente vejados por un hampa
resentida a la cual Néstor Kirchner compró dándole la posibilidad de la
venganza como ordalía y como negocio.
El ni
siquiera los conocía, porque cuando los ruidos de la guerra le pasaron cerca no
dudó en poner tierra de por medio.
Jamás
conoció, aunque los odió siempre, a los que treinta años después serían objeto
de su odio prefabricado, pero su filosofía parda le dijo que eran las figuras
perfectas para que un pueblo infantil que se cree cualquier cosa tuviera algo –
alguien – en quienes descargar sus fracasos.
Pero a los otros,
que también estuvieron en esa guerra, aquellos que en tiempos anteriores
frecuentaba, los ignoró malamente cuando supo que los silbidos que sentía cerca
no eran de una cancha de fútbol si no de balas, y les cortó el rostro hasta el
momento en que supo que era redituable abrazar a sus madres e inventarse épicas
historias que nunca sucedieron porque, según él decía, “la izquierda le daba fueros”.
Hubiera
querido para él que lo dejaras con nosotros hasta el momento en que un tribunal
justo y exacto dispusiera su futuro.
Haber tenido la
oportunidad de darle un juicio ecuánime – esa clase de juicio que siempre le
negó a sus Enemigos – muy diferente a esos autos de fe que montan los
tribunales federales solo para vejar a aquellos que nos evitaron un futuro de
lacayos, y que son, más que Juicios, circos de ocasión donde los jueces en su
cobardía juegan de verdugos para congraciarse con las turbas, donde se compran
testigos y los fiscales son meras figuras utilizados como payasos por un
ventrílocuo.
Nada más que
eso era lo que quería, Señor.
En mi
soberbia pensé que era lo mejor para mi Patria.
Tu voluntad,
Señor, se ha hecho sobre la mía.
La acepto y
te pido perdón
JOSE LUIS
MILIA
Josemilia_686@hotmail.com
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