“Yo os envío, como
ovejas en medio de los lobos”.
Mateo 10:16
El Poder
Ejecutivo nacional –y el de la Provincia de Buenos Aires no se quedó atrás al
promulgar la demencial ley que impide el cuestionamiento de un número
dogmático, - los 30.000 desaparecidos-
pretendía obtener una actitud contemporizadora por parte de los organismos que
nuclean (ya fue confesado por ellos mismos) a quienes reivindican el accionar
de los terroristas de los 70’s y hasta pretenden traerlo al presente, mientras militan en el kirchnerismo
tumbero.
Para
justificar esta última afirmación basta recordar qué sucedió durante la
manifestación del 24 de marzo de este mismo año en la Plaza de Mayo, donde fue
leída una proclama, firmada por todas las organizaciones, en la que propusieron
volver a las armas para derrocar al Presidente, al cual identificaron con la
dictadura militar…
Las denuncias penales formuladas por
sedición, instigación a cometer delitos, intimidación pública y apología del
crimen fueron rápidamente archivadas por el diligente Juez Marcelo Martínez de
Giorgi, otro
conspicuo inquilino de Comodoro Py, porque afectaban: ¡El derecho a la libertad de
expresión!
Durante dos años, el Gobierno creyó que, para
conseguir la paz que buscaba, bastaba con su total prescindencia respecto al
accionar del Poder Judicial colonizado y la completa inacción de la Secretaría
de Derechos Humanos frente a la
situación de los ancianos militares y civiles detenidos por presuntos crímenes
de lesa humanidad, aguantar sin inmutarse los cortes de calles y caminos y la
ocupación de los espacios públicos por encapuchados armados con palos y la
absurda permisibilidad frente a la actual presencia de claros propaladores
del odio y la violencia institucional en los medios de comunicación del propio
Estado…
Esa inútil política de seducción
incluyó cancelar cualquier esperada medida tendiente a la revisión de las
írritas sentencias dictadas en los fraudulentos procesos de venganza, que
mantienen casi dos mil presos políticos en las cárceles de todo el país.
Pero, en su
inocencia, no se dio cuenta que ese terreno, el de los malversados derechos
humanos, era el campo de batalla elegido por el perdidoso kirchnerismo y el
“club del helicóptero” para continuar con su guerra abierta contra Mauricio
Macri, la democracia y la República.
Siguió
tolerando, y subsidiando, las actividades desestabilizadoras del Centro de
Estudios Legales y Sociales (CELS, de Horacio Verbitsky), de la Asamblea
Permanente por los Derechos Humanos (APDH), de Madres (Hebe Bonafini, quien el
jueves pasado reiteró su incondicional apoyo a Cristina Elisabet Fernández) y
Abuelas (Estela Carlotto) de Plaza de Mayo e H.I.J.O.S., y hasta les permite la
posesión de lugares y edificios emblemáticos que debieran pertenecer a toda la
ciudadanía.
Pese a que
ya había alterado el orden constitucional con sus acciones a favor de Milagro
Sala, una política presa por la multiplicidad de delitos de los que se la
acusa, y humillado con ello a la Justicia argentina, el Gobierno continuó
contribuyendo financieramente al sostenimiento de la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos (CIDH), que ahora se ha sumado a la tergiversación (la
“desaparición forzada” en manos de la Gendarmería) de los hechos comprobados en
el caso de Santiago Maldonado, que encontró la muerte ahogándose en un río del
sur, mientras acompañaba los actos terroristas de esa falsa etnia.
Y ello, aun cuando la presencia en la
CIDH de Raúl Zaffaroni garantiza su utilización como efectiva arma contra las
instituciones argentinas.
El nuevo
camino que ha comenzado a recorrer se vincula, qué menos se podía esperar, con
el tema de los inventados mapuches que buscan la secesión de un territorio, no
por casualidad de multimillonario valor y al que califican falsamente de
ancestral, tanto de Argentina como de Chile. Los movimientos indigenistas han sido elegidos también por el Foro de
San Pablo como arietes contra los Estados y las democracias de América.
El objetivo
de la fábula construida con la desaparición temporal del tatuador y el
descubrimiento de su cadáver intacto,
ha sido claro, ya que aún la familia y las organizaciones de izquierda
nacionales e internacionales, contra toda evidencia, lo siguen utilizando para
victimizarse y culpar al Gobierno, a la Ministro de Defensa (Patricia Bullrich)
y a la Gendarmería por su supuesto asesinato.
En este tema
en particular, y dada la segura influencia y el dinero de las FARC colombianas,
de Sendero Luminoso peruano, de los colectivos chavistas y de las
organizaciones terroristas chilenas en la región, la Justicia no podrá
continuar con su aberrante política de reconocimiento fáctico de una soberanía
–pedir permiso para ingresar y aceptar
que los okupas palpen de armas a las fuerzas de seguridad- distinta a la
nacional en las regiones afectadas por este fenómeno, porque está en juego la propia existencia del Estado que,
por definición, debe velar por el cumplimiento de las leyes y por la integridad
de su territorio.
Esta semana,
la CIDH celebró en Montevideo su 165° período de sesiones. En ella, tanto la
Asociación de Abogados por la Justicia y la Concordia cuanto el Centro de
Estudios Legales sobre el Terrorismo y sus Víctimas (CELTyV) fueron impedidos a
gritos de participar, pese a haberse inscripto con los requisitos exigidos, y
el Dr. Guillermo Fanego, un abogado defensor, fue expulsado con violencia de la
sesión, todo ello con el aquiescente y permisivo silencio de las autoridades
del cuerpo.
Quedó probado así cuál es el rol que
le ha asignado a este organismo de la O.E.A. el Foro de Pablo, es decir, un
lugar en el que sólo la izquierda cerril, el falso progresismo y los regímenes
cleptocráticos puedan tener voz.
Esa actitud,
de neto corte stalinista, se consumó en presencia de Claudio Avruj, Secretario
de Derechos Humanos argentino, que recibió, de parte de Estela Carlotto, una
puñalada trapera.
Esta también
confesa dirigente kirchnerista acusó a nuestro Gobierno, ante una nutrida
concurrencia regional, de abandonar la postura sesgada que se mantuvo durante
toda la década saqueada y de llevar adelante una inexistente política que, de
concretarse, simplemente permitiría que la protección alcanzara a todos los
habitantes de la nación, en especial a aquéllos que lucharon con las armas
legales contra la subversión y a las víctimas civiles del terrorismo, y no
solamente a esos monumentalmente indemnizados y premiados “jóvenes idealistas”,
que asolaron el país hace cuarenta años.
El viernes pasado, Mauricio Macri
criticó a la Comisión diciendo que estaba operando sobre el caso Maldonado con
“fines políticos”.
¡Era hora de
que perdiera la inocencia y lo descubriera!
Esperemos que, a partir de ese tardía
toma de conciencia, proponga al Congreso que la Argentina deje de pertenecer a
la CIDH, como lo hizo Donald Trump con la UNESCO, terminando así con la supremacía de
las resoluciones de dicho organismo sobre nuestro Poder Judicial, ya que nuestra presencia en ella convalida
la bastarda utilización de todos los escenarios, micrófonos y cámaras
posibles para denostar y combatir contra el sistema democrático y republicano,
ese que la Argentina y casi todos los países del continente han elegido para
vivir.
Bs.As., 1
Nov 17
Enrique Guillermo Avogadro
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