Por María Celsa Rodríguez
Latinoamérica tiene
un alto índice de corrupción.
Enquistada en sus instituciones, no cabe duda que este mal
procede desde la misma sociedad de la
que surgen los políticos, siendo el
elemento cutáneo que la cubre.
Un experimento de campo nos muestra con claridad- en el vídeo-, como en distintos
niveles sociales y hasta en estudiantes universitarios, el accionar corrupto
encuentra un motivo para ser accionado.
Así nos permitirá entender "porque estamos como estamos
en nuestra sociedad".
Diez personas colocadas en una fila lineal -de cinco grupos distintos-, debían llegar a
una caja que contenía $200, pero antes,
contestarían una serie de preguntas, las cuales si la respuesta era
"SI" tenían que dar dos pasos hacia adelante.
Les vendaron los ojos a los participantes para que no
imitaran a los otros.
Las preguntas eran:
Desde haber sobornado a un policía, comprar algo ilegal o robado, pagar para entrar en un
lugar prohibido, tramitar ilegalmente un documento y pagar para zafar una falta
cometida.
Como verán, todos habían cometido algún acto de corrupción.
Al final, los invitaron
a recibir "su premio":
Salir corriendo a
tomar el dinero que estaba en la Caja.
Bastó que uno lo hiciera para que los demás lo siguieran.
Como dice el vídeo: "así es en esta sociedad, basta con
seguir a uno, para que otro se sumen y así lo vean como algo tan normal...
Y aunque duela aceptarlo, vivimos en una sociedad que ve la
corrupción como algo natural...
Y hemos llegado al punto que sin importar a quien o que me
lleve de por medio, [se piensa], 'yo soy el que debe salir
beneficiado'".
John Ackerman escribió:
"Para erradicar
la corrupción de fondo, desde sus raíces, habrá que repensar radicalmente
nuestra forma de abordar el fenómeno.
Específicamente tenemos que cambiar nuestro enfoque, nuestra
estrategia y nuestro diagnóstico.
[...] Las explicaciones culturalistas de la corrupción son
iguales de maleables.
Donde no hay corrupción se dice que la cultura local no la
propicia, y donde si la hay, resulta que es un problema cultural".
Entonces - piensa Ackerman-, "si un semáforo [en
Estados Unidos] es casi un muro, en México es una simple sugerencia.
Pero Estados Unidos tiene escándalos como Enron, Worldcom,
Savings Et Loan y Arthur Andersen.
Estas explicaciones culturalistas también iluminan por
completo la posibilidad de diseñar políticas
de combate a la corrupción".
Poco inteligente es
quien piensa que solo el político socialista es corrupto y mentiroso, como si
fuera la corrupción un patrimonio exclusivo del socialismo, cuando es la
sociedad quien posee la cultura de la corrupción y de la dádiva.
Entonces ¿para qué gastar tiempo y presupuesto en crear
políticas públicas que rediseñe una
cultura que instale en la sociedad el valor de la conducta anti-corrupta, si al final el ciudadano seguirá cayendo en
acciones clientelares, pagando coimas o "arreglando" una multa de
tránsito con el inspector?
Aclara Ackerman "que la formación de conciencia y la provisión de información básica y
esencial sobre los derechos y obligaciones
de los ciudadanos es profundamente útil siempre y cuando se
visualice un ciudadano activo y
participativo".
Hugo Zemelman en
"Cultura y Política en Latinoamérica" piensa que el "recurso que ha sido utilizado ampliamente como factor de
gobierno, es la corrupción.
No se trata de señalar aquí la existencia como puede ocurrir
en cualquier país, de un número más o menos grande de funcionarios deshonestos sino de una corrupción estructural, que forma parte de los
sistemas de control y regulación del aparato ideológico y administrativo.
Verticalmente la
corrupción forma cadenas de
supeditación, lealtad y clientela; y horizontalmente establece una red de
complicidades, de solidaridad y cohesión".
El clientelismo es su forma más básica de afianzarse, pero
también está la captura de faltas, la burocracia, los favores sexuales y el tráfico
de influencia, estos se dan tanto en los organismos públicos como
privados, usando tales "ascensores" para escalar
posiciones y obtener beneficios.
Así podemos detectar a mediocres en cargos importantes que
sin base académica persuaden
inteligencia y se crean títulos que no se posee.
Piensa Zemelman "que en esta materia no es posible hablar de reglas que regulen la corrupción, y
por ello en esta materia si reina la anarquía: cada quien roba lo que puede y
como puede".
Se puede pensar en una tolerancia domesticada hacia
algo tan natural que no nos escandaliza.
Y este vídeo demuestra que en la práctica habitual, cualquier sujeto lo hace.
Entonces educar para
ser ciudadanos honestos y éticos debe ser una necesidad instrumentada en las
políticas públicas.
Sin embargo nos preguntamos,
¿podrán los que se sirven de la corrupción fortalecer la honestidad y
la ética en una sociedad que naturalizó
la corrupción?
¿Podrán los que se sirven de la corrupción ponerse en calidad de
"docentes" de la honestidad y de la ética cuando tienen manchada su
conciencia?
Ya no se trata de ministros, ex presidentes y jueces, se
trata de que cada uno tome conciencia si puede levantar el dedo acusador y
apuntar a un corrupto sin mirarse al espejo y
verse en el atuendo de uno.
El vídeo demuestra
que en mayor o en medida todos lo han hecho.
No hay comentarios:
Publicar un comentario