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Caricatura de Alfredo Sabat

miércoles, 1 de noviembre de 2017

La cultura de la corrupción

Por María Celsa Rodríguez

Latinoamérica tiene un alto índice de corrupción.
Enquistada en sus instituciones, no cabe duda que este mal procede desde la misma sociedad  de la que surgen  los políticos, siendo el elemento cutáneo que la cubre.

Un experimento de campo nos muestra  con claridad- en el vídeo-, como en distintos niveles sociales y hasta en estudiantes universitarios, el accionar corrupto encuentra un motivo para ser accionado.
Así nos permitirá entender "porque estamos como estamos en nuestra sociedad".
Diez personas colocadas en una fila lineal  -de cinco grupos distintos-, debían llegar a una caja que contenía $200, pero antes,  contestarían una serie de preguntas, las cuales si la respuesta era "SI" tenían que dar dos pasos hacia adelante.
Les vendaron los ojos a los participantes para que no imitaran a los otros.
Las preguntas eran:
Desde haber sobornado a un policía, comprar  algo ilegal o robado, pagar para entrar en un lugar prohibido, tramitar ilegalmente un documento y pagar para zafar una falta cometida.

Como verán, todos habían cometido algún acto de corrupción.
Al final, los invitaron  a recibir "su premio":
Salir corriendo a tomar el dinero que estaba en la Caja.
Bastó que uno lo hiciera para que los demás lo siguieran.
Como dice el vídeo: "así es en esta sociedad, basta con seguir a uno, para que otro se sumen y así lo vean como algo tan normal...
Y aunque duela aceptarlo, vivimos en una sociedad que ve la corrupción como algo natural...
Y hemos llegado al punto que sin importar a quien o que me lleve de por medio, [se piensa], 'yo soy el que debe salir beneficiado'".


John Ackerman escribió:
"Para erradicar la corrupción de fondo, desde sus raíces, habrá que repensar radicalmente nuestra forma de abordar el fenómeno.
Específicamente tenemos que cambiar nuestro enfoque, nuestra estrategia y nuestro diagnóstico.
[...] Las explicaciones culturalistas de la corrupción son iguales de maleables.
Donde no hay corrupción se dice que la cultura local no la propicia, y donde si la hay, resulta que es un problema cultural".
Entonces - piensa Ackerman-, "si un semáforo [en Estados Unidos] es casi un muro, en México es una simple sugerencia.
Pero Estados Unidos tiene escándalos como Enron, Worldcom, Savings Et Loan y Arthur Andersen.

Estas explicaciones culturalistas también iluminan por completo la posibilidad de diseñar políticas  de combate a la corrupción".
Poco inteligente es quien piensa que solo el político socialista es corrupto y mentiroso, como si fuera la corrupción un patrimonio exclusivo del socialismo, cuando es la sociedad quien posee la cultura de la corrupción y de la dádiva.
Entonces ¿para qué gastar tiempo y presupuesto en crear políticas públicas  que rediseñe una cultura que instale en la sociedad el valor de la conducta anti-corrupta, si al final el ciudadano seguirá cayendo en acciones clientelares, pagando coimas o "arreglando" una multa de tránsito con el inspector?
Aclara Ackerman "que la formación de conciencia  y la provisión de información básica y esencial sobre los derechos y obligaciones  de los ciudadanos es profundamente útil siempre y cuando se visualice  un ciudadano activo y participativo".

Hugo Zemelman  en "Cultura y Política en Latinoamérica" piensa que el  "recurso que ha sido  utilizado ampliamente como factor de gobierno, es la corrupción.
No se trata de señalar aquí la existencia como puede ocurrir en cualquier país, de un número más o menos grande  de funcionarios deshonestos sino de una corrupción estructural, que forma parte de los sistemas de control y regulación del aparato ideológico y administrativo.
Verticalmente la corrupción forma cadenas  de supeditación, lealtad y clientela; y horizontalmente establece una red de complicidades, de solidaridad y cohesión".

El clientelismo es su forma más básica de afianzarse, pero también está la captura de faltas, la burocracia, los favores sexuales y el tráfico de influencia, estos se dan tanto en los organismos públicos como privados,  usando  tales "ascensores" para escalar posiciones y obtener beneficios.
Así podemos detectar a mediocres en cargos importantes que sin base académica persuaden  inteligencia y se crean títulos que no se posee.

Piensa Zemelman "que en esta materia no es posible  hablar de reglas que regulen la corrupción, y por ello en esta materia si reina la anarquía: cada quien roba lo que puede y como puede".
Se puede pensar en una tolerancia domesticada hacia algo  tan natural  que no nos escandaliza.
Y este vídeo demuestra que en la práctica habitual,  cualquier sujeto  lo hace.
Entonces educar para ser ciudadanos honestos y éticos debe ser una necesidad instrumentada en las políticas públicas.
Sin embargo nos preguntamos,  ¿podrán los que se sirven de la corrupción fortalecer la honestidad y la ética  en una sociedad que naturalizó la corrupción?
¿Podrán los que se sirven de la corrupción ponerse en calidad de "docentes" de la honestidad y de la ética cuando tienen manchada su conciencia?

Ya no se trata de ministros, ex presidentes y jueces, se trata de que cada uno tome conciencia si puede levantar el dedo acusador y apuntar a un corrupto sin mirarse al espejo y  verse en el atuendo de uno.
El vídeo demuestra  que en mayor o en medida todos lo han hecho.

Yo sí puedo levantar el dedo acusador,  porque nunca cometí una acción corrupta.

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