“Un
verdadero príncipe, un gobernante que se precie de tal, debe ofrecer la vida
antes que entregar la dignidad de sus súbditos y la suya propia”. Federico
Andahazi
Ninguno
de nosotros –a esta altura, ni siquiera el 20% que la votó en todo el país en
octubre- considera a Cristina Elisabet
Fernández una verdadera princesa, ya que ha dado acabada pruebas de
privilegiar sólo su interés, personal y pecuniario, antes que los de la Patria
o, inclusive, a su partido político y, menos aún, que los de quienes robaron
para la familia Kirchner durante décadas, en la Provincia de Santa Cruz y en
todo el país más tarde.
La Argentina, más allá de
los inesperados y exitosos acuerdos que consiguió suscribir el Gobierno el
jueves con los gobernadores y con la CGT, está
inmersa en una situación económico-financiera sumamente complicada: Necesita
endeudarse en el exterior para sostener el imprescindible gradualismo (30% de
los habitantes son pobres) en el ajuste por la debilidad del ahorro interno,
tiene
una de las más altas tasas de inflación del mundo, para intentar controlarla el
Banco Central sube las tasas de las LEBAC a límites enormes,
la
presión impositiva es desmesurada,
el
costo laboral y previsional nos impide ser competitivos,
el
Estado tiene un déficit que alcanza al 10% del PBI,
el
colapso de la infraestructura vial y ferroviaria incide gravemente en los
costos internos,
y sobran en
todas las administraciones públicas más de un millón de empleados, a los que no
se puede despedir mientras no haya quien los absorba.
Ese
panorama, como es lógico, está incidiendo en la falta de inversiones genuinas,
esas que inocentemente esperábamos como una lluvia.
Sin
ellas, resultará imposible que la Argentina crezca a un ritmo que le permita
reducir el porcentaje de deuda en relación al PBI, colocando al país en una
zona de gran vulnerabilidad ante la eventual aparición de “cisnes negros” en el
mercado internacional…
El
default de Venezuela, ¿será uno de ellos?
Ante
esa combinación de factores negativos me pregunto cuánto ha incidido en ellos
la feroz rapiña a que fue sometida la Argentina durante los últimos años.
Si
recordamos que durante la década pasada ingresaron en las arcas públicas nada
menos que US$ 970 mil millones, y que el país quedó en ruinas, tendremos al
menos una respuesta parcial.
Sería suficiente
pensar cuánto nos costó la ambición de Néstor Kirchner de quedarse con YPF en
materia de pérdida del autoabastecimiento energético y, consecuentemente, en la
enorme cantidad de esenciales divisas que nos hemos visto obligados a dilapidar
para importar gas y electricidad, y de perpetuarse en el poder a través del más
impúdico clientelismo,
Pero
no basta, porque día a día aparecen nuevos chancros expuestos que muestran
hasta qué punto llegó el saqueo.
Veamos
algunos ejemplos que permiten una aproximación:
Los
fondos desaparecidos de Santa Cruz; la mina de carbón de Río Turbio;
los
negociados con Hugo Chávez con bonos de deuda argentina;
los
inexistentes caminos y centenares de propiedades a nombre de Lázaro Báez;
la
venta fraudulenta de dólar futuro;
el
lobby de las constructoras encabezadas por Skanska y Odebrecht;
la
explosión del juego y la tolerada evasión impositiva de Cristóbal López;
la penetración
del narcotráfico gracias a la sociedad con Cristina y su gerente Anímal
Fernández;
los
US$ 50 millones en propiedades en Miami del “valijero” y secretario
presidencial Daniel Muñoz;
“Sueños
Compartidos” y la Tupac Amaru;
Fútbol
para Todos;
los
sobreprecios en los cargamentos de gas licuado;
el
enriquecimiento de Ricardo y Pablo Barreiro, Osvaldo Sanfelice y Martín
Aguirres;
el
negociado de Ciccone; las cadenas de hoteles de los Kirchner y Relats;
Rudy Ulloa Igor
y su transformación de cadete en empresario de multimedios;
la
apropiación de tierras fiscales en Calafate;
la
malversación de subsidios en la Secretaría de Transportes (colectivos y
ferrocarriles) y en el INCAA;
el brutal
incremento de la pauperización y su consecuencia en el crecimiento de los
asentamientos y villas de emergencia;
el latrocinio en
el PAMI y en IOMA;
las
cajas fuertes de Florencia Kirchner;
las
montañas de dinero pesadas en “La Rosadita”;
el gran abanico
de medios de prensa sostenidos exclusivamente por la publicidad oficial; la
Universidad de las Madres de Plaza de Mayo;
los
viajes de personajes en aviones privados y el transporte de diarios y
medialunas a Río Gallegos en los Tango; etc., etc..
¿Cuál
fue el costo para el país de la disparatada guerra contra el campo que abortó
por el voto “no positivo” de Julio Cobos?
¿Cuánto
se robó con las indemnizaciones a los terroristas y a sus familiares?
¿A cuánto
alcanzan los saldos de las cuentas de Cristina y su familia en las islas
Seychelles y otros paraísos fiscales?
¿Cuánto
nos costó y qué objetivo real tuvo la expedición de Guillermo Moreno a Angola?;
¿fue, como creo,
para cambiar las montañas de billetes de € 500 que juntaba Néstor, para
acariciarlos y entrar en éxtasis, por diamantes africanos?
Sin
duda, otra vez estamos hablando de miles de millones de dólares.
Tal
como algunos suponían y pocos esperaban, la sucesión de prisiones preventivas
decretadas contra ex funcionarios de primer nivel del kirchnerismo ha provocado pánico entre los afectados,
en
especial porque el ánimo de todos ellos se vio francamente perjudicado por la
falta total de solidaridad de la “noble viuda”
En la medida en
que varios de quienes ahora viven atrás de las rejas han involucrado –como lo
hizo ella misma- a sus propios hijos en la comisión de un sinnúmero de delitos
gravísimos (lavado de dinero, enriquecimiento ilícito, fraude y complicidad en
la corrupción, etc.), la preocupación de cada uno se ha incrementado
exponencialmente.
Ya
vimos “arrepentirse” a personajes menores como Leonardo Fariña y Federico
Elaskar, pero ahora se han sumado
Alejandro Burzaco y Alejandro Vanderbroele, que han comenzado a hablar de
los negocios de Cristina y su hijo Máximo, de Amado Boudou, de Ricardo
Echegaray, de Juan Manuel Abal Medina, de Gabriel Mariotto, de Julio Grondona y
de Gildo Insfrán.
Julio
de Vido amenaza epistolarmente contar lo mucho que sabe y, seguramente, lo
seguirán Lázaro Báez, tan pronto la remolona Justicia se lleve puestos a sus
hijos, y Luis D’Elía y el propio Anímal Fernández, transformados en las más
llorosas viudas de don Néstor.
En
esta materia, todo lo que leemos diariamente en la prensa no ha hecho más que
empezar, y en Comorodo Py, con el despido de Eduardo Freiler, se respira un
aire levemente más puro.
Con certeza, las
cárceles de Marcos Paz y Ezeiza se seguirán poblando de delincuentes como los
descriptos, pero no podemos ni debemos resignarnos a que ése sea el único costo
que deberán pagar.
Es
imprescindible que devuelvan las inmensas fortunas que han robado, para que
sirvan para paliar, al menos en parte, el monumental daño que su accionar ha
generado en términos de pobreza, miseria y costo argentino.
De acuerdo con
la definición del Tratado de Roma, el kirchnerismo cometió un verdadero
genocidio, como bien saben los qom y los wichis.
En
estos días, está circulando por las redes una versión que atribuye al insólito
e inexplicable viaje a Europa de Alicia Kirchner, Gobernadora de la Provincia
de Santa Cruz, que se encuentra en
crisis terminal, el propósito de buscar y negociar asilo político para su
cuñadísima y sus hijos.
Estoy
convencido que se trata de un disparate, toda
vez que hoy ningún país otorga protección a los acusados de corrupción:
Alberto Fujimori, ex Presidente del Perú, fue extraditado por Japón, pese a ser
ciudadano también de ese país, y hoy se pudre en una cárcel de Lima.
Las
excepciones, claro, son los falsos paraísos comunistas de Venezuela y Cuba...
Pero no me parece que, con las veleidades que la caracterizan, Cristina se
muestre proclive a residir en ellos, donde le resultaría imposible exhibir sus
joyas y sus exclusivas carteras Louis Vuitton.
Bs.As.,
18 Nov 17
Enrique Guillermo Avogadro
Enrique Guillermo Avogadro
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