"Al analizar las dificultades para
avanzar en las reformas, a pesar de todo, se demostró que el Congreso, con sus
peculiaridades y morosidades, representa los intereses y las visiones
existentes en la sociedad. Cabe al Gobierno (y principalmente al Presidente)
entender los términos del juego democrático". Fernando Henrique Cardoso
A pesar de las persistentes complicaciones
que afectan a la economía nacional, la planilla de sumas y saldos de la
Argentina del año que terminará mañana ofrece, a mi entender, resultado
positivo.
Esos problemas trabarán el desarrollo hasta
tanto la sociedad en su conjunto cambie su chip y deje de pensar de un modo tan
raro.
No debemos olvidar que, en octubre pasado, el
60% de los votantes optó por variantes populistas, que tanto nos han costado
durante las últimas siete décadas.
Y, peor aún, casi el 50% de los ciudadanos de
la Provincia de Buenos Aires sufragó a favor de Cristina Elisabet Fernández, aun habiendo confirmado que la asociación
ilícita que encabezara con su marido muerto ha saqueado el país hasta dejarlo
exangüe.
Si alguien todavía duda acerca de los límites
a los que está dispuesta a llegar la procesada Senadora de la Nación, bastará
con que observe cuál fue la postura de su Unión Ciudadana en la Legislatura de
la Provincia de Buenos Aires, donde se opuso con armas (con su violenta
invasión al recinto, el Intendente de Ensenada, Mario Secco, probó que no es sólo literatura) al acuerdo
fiscal que permitirá a la Gobernadora, María Eugenia Vidal, disponer de los
fondos necesarios para transformar el siniestro Conurbano en un lugar apto para
vida humana.
La razón de esta sin razón es bien clara, ya
que ha sido el peronismo, que gobernó
ininterrumpidamente la Provincia desde 1987, quien lo convirtió en la base decisiva de su clientela electoral,
utilizando pobreza, ignorancia y subsidios arbitrarios.
De todos modos, ese raro síndrome no afecta
sólo a los que votaron contra Cambiemos:
Todos, al menos los que pagamos nuestros
impuestos con regularidad, protestamos por la exacción que ellos representan
pero, a la vez, nos quejamos por el alza en el precio de los servicios públicos
que implica la quita de subsidios a los mismos; pretendemos acceder a bienes de
consumo importados y, en sentido contrario, queremos proteger la cara e
ineficiente industria nacional.
Nos inquieta que suba el dólar y salimos corriendo
a comprarlo, mientras reclamamos por el sufrimiento que significa para muchos
productos regionales la baja cotización de la divisa; nos conmueve el 30% de pobreza que padece
nuestra población,
pero despotricamos contra los planes sociales destinados a
paliarla;
no ahorramos en pesos, pero nos indignamos
cuando el Estado se ve obligado a endeudarse en el exterior para cubrir el
déficit fiscal;
nos parecen denigrantes los montos
previsionales pero, sin vergüenza alguna, aprovechamos las moratorias que permitieron
jubilarse sin aportes a más de dos millones de personas; y los ejemplos pueden seguir hasta el
infinito.
El Gobierno ha logrado algunos triunfos
legislativos que, pese a ser bastante menores, van en el sentido correcto y
otorgan cierta previsibilidad al futuro.
Ello es tan así que, cuando los suman a la
transparencia en las estadísticas públicas, son ponderados por los mercados
internacionales y han permitido bajar a la mitad la tasa de interés de los
préstamos.
Si bien es cierto que el endeudamiento
externo puede convertirse en una grave crisis si apareciera algún cisne negro
en el mundo, el crecimiento pequeño pero constante que se ha previsto permitirá
controlar en poco tiempo ese riesgo, ya que la incidencia de la deuda, medida
como % del PBI, se irá reduciendo paulatinamente.
Los países exitosos crecen poco pero en forma
constante, mientras la Argentina lo hacía fuertemente
algunos años y caía en otros en recurrentes y demoledoras crisis, en un proceso
de suma cero.
Seamos conscientes que, hasta ahora, sólo se
trató de modificaciones casi cosméticas y ajustes leves que, a pesar de ello,
habilitaron la generación del caos que se vivió frente al Congreso y que dejó
un saldo de policías heridos lamentable.
¿Qué sucederá cuando se discutan proyectos
esenciales que podrán doler en el bolsillo de la población?
En este aspecto, también se muestra la misma
esquizofrenia que nos afecta, ya que exigimos terminar con piquetes,
ocupaciones y marchas, pero nos horrorizamos si las fuerzas de seguridad se ven
obligadas a reprimir.
Uno de los logros más relevantes que
obtuvimos como sociedad en estos dos últimos años se relaciona con la cultura
del diálogo y la negociación, pilares de cualquier democracia moderna.
Eso se puso de manifiesto en el Congreso, que
permitió sancionar leyes claves, y en especial cuando cerró filas para oponerse
a la violencia de los marginales contratados por el kirchnerismo en alianza con
el trotskismo irredento, con la penosa excepción de los pocos legisladores que
conservan Cristina Fernández y Sergio Massa.
Algo sin duda bueno fue el
aislamiento que aplicaron las organizaciones sociales –Barrios de Pie, CCC y CTEP- que se retiraron de la plaza cuando
comenzaron los orquestados disturbios.
En la columna de los muchos dramas que nos
sucedieron, lo más trágico fue la pérdida del submarino ARA San Juan, con su
terrible costo de cuarenta y cuatro vidas, que nos enlutó a todos desde que
desapareciera las profundidades; espero que las investigaciones en marcha
brinden las respuestas que la sociedad exige.
Debemos reflexionar acerca de qué política de
Estado queremos para la defensa nacional, y atribuir a las fuerzas armadas los
recursos económicos necesarios para cumplir su rol de preservar nuestros
recursos naturales y la soberanía.
La Justicia, siempre tan atenta a los
efluvios del poder y también a la temperatura de la calle, comenzó a salir del
estado catatónico que la afectó durante doce años, y encarceló a muchos
figurones de la corrupción…
De todos modos, quedan inexplicablemente en
libertad tipos tales como Ricardo Echegaray, los Eskenazy (Banco y fondos de
Santa Cruz e YPF), Florencia Kirchner, Anímal Fernández, Daniel Scioli, todos los implicados en las coimas de
Odebrecht, etc., amén de los protegidos por fueros, como Carlos Menem,
Cristina Fernández y Máximo Kirchner.
Está pendiente la ley que permita la
caducidad del dominio de los corruptos, en especial respecto a aquellos fondos
que se encuentran en el exterior y que podrían ser embargados por los jueces
argentinos para solicitar su repatriación.
El Gobierno continúa en deuda en el tema “del curro de los derechos humanos” (Mauricio Macri dixit), tanto en lo que se refiere al
reconocimiento a las víctimas de la guerrilla cuanto a la publicación de las
siderales indemnizaciones pagadas a los terroristas y sus familiares y, sobre
todo, en la falta de reclamo al cese de las prisiones preventivas que afectan a
tantos ancianos desde hace décadas violando los pactos internacionales que el
país ha suscripto y dado rango constitucional.
En el orden internacional, nos hemos
reinsertado exitosamente en el mundo civilizado; y nos hemos sumado a los
países de la región que van dejando atrás las falsas recetas de izquierda para
gobernar, y donde sólo quedan como rémoras la curiosamente bien administrada
Bolivia y la trágica Venezuela; contra toda esperanza, anhelo que la comunidad
internacional ponga rápido fin al inhumano sufrimiento ese país, que
diariamente muere por falta de alimentos y remedios en manos de un decadente
chavismo.
Ha llegado el momento de cerrar, por este
año, las notas semanales con las cuales he intentado que dejemos esa extraña
pulsión suicida que nos acompaña desde hace tantas décadas.
Ruego a Dios que nos otorgue un 2018 en paz y
tranquilidad, con la serenidad individual y colectiva que permita esa
transformación vital.
¡Hasta el año próximo!
Bs.As., 30 Dic 17
Enrique Guillermo Avogadro
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