LUIS MAJUL Periodista
¿Qué habríamos escrito quienes nos
consideramos periodistas críticos si a un subsecretario General de la
Presidencia de Néstor Kirchner o de Cristina Fernández le hubieran encontrado
un millón 200 mil dólares en una cuenta, en Andorra, que no fue declarada ni
ante la AFIP ni ante los organismos de control?
Le hubiésemos pedido a Néstor o Cristina que
le solicitaran la renuncia por haber ocultado la información.
Y a los fiscales y jueces, que investiguen el
presunto delito de evasión.
Por eso, sin estridencias ni
sobreactuaciones, hay que decir que Mauricio
Macri debería pedirle a Valentín Díaz Gilligan que abandone su puesto.
Primero, porque no desmintió los datos.
Y después, porque su explicación lo dejó
todavía más complicado.
¿Cómo habríamos actuado ante el caso que
involucra al ministro de Finanzas, Luis Caputo, a quien se lo acusa de haber
ocultado la propiedad de empresas of shore en las Islas Caimán?
Caputo sostiene que nunca fue propietario ni
accionista, pero los documentos que publicó la periodista Emilia Delfino
demuestran lo contrario.
La fuente de Delfino es irreprochable: la Comisión de Valores de los Estados
Unidos.
Una vez más: si Caputo omitió información
ante la AFIP y los organismos de control, el Presidente o el jefe de gabinete
deberían pedirle la dimisión.
Caputo, según el Presidente, uno de los más
valiosos ministros de su gobierno.
Asegura que sus contactos y formación
profesional están haciendo que Argentina consiga préstamos que antes no
lograba.
Y a tasas razonables, para lo que es la
economía internacional y la economía del país.
Así que seguramente Macri lo va a sostener,
hasta que el caso se vaya diluyendo o el ministro pueda demostrar su inocencia.
O quizá le terminará soltando la mano si las
pruebas lo terminan abrumando.
Sin embargo el Presidente debería exigirle que presente explicaciones públicas y
argumentos convincentes y certeros, o pedirle que se aparte del cargo.
Porque el tiempo y la duda conspiran contra
el principal sustento político de Cambiemos y el Gobierno:
La hipótesis de que ahora no se toleran los
niveles de corrupción de las administraciones pasadas;
que sus altos funcionarios deben ser y
parecer, porque esa es la razón más poderosa por la que Macri se transformó en
Presidente y le fue ratificada su confianza en octubre del año pasado.
Lo mismo debió haber hecho con Jorge Triaca: apartarlo del cargo.
Pero primero lo retó.
Después le hizo pedir disculpas ante toda al
gabinete.
Y al final lo sostuvo.
Y se bancó el enorme costo político de
hacerlo.
Macri privilegió los resultados de su
gestión, el vínculo con los gremios y su lealtad para enfrentar a su nuevo
adversario político, Hugo Moyano.
¿Qué reacción habría provocado en la prensa una
intromisión como la de Macri en el Poder Judicial, a propósito del caso del
policía Luis Chocobar, si en su lugar la hubiera hecho Cristina Fernández?
El jefe de Estado salió a dar su opinión como
ciudadano contraria a un fallo de segunda instancia, que consideró al accionar
de Chocobar un exceso de legítima defensa.
Como decía Carlos Fayt, las opiniones son libres y los hechos son sagrados.
Pero un Presidente no es un ciudadano
cualquiera.
La influencia de su palabra y de su
pensamiento es enorme.
Los focus groups de Jaime Durán Barba podrán
decir que la opinión de Macri sintoniza con la de la mayoría de los votantes.
Incluso los hombres de la mesa chica del
Gobierno podrán argumentar que Macri siempre fue sincero y nunca lo ocultó.
Que él piensa lisa y llanamente que después de dar la voz
de alto cualquier policía puede y debe disparar, y que no estará cometiendo un
delito sino cumpliendo con su deber.
Es cierto.
Los jueces se pueden equivocar.
Las leyes se pueden cambiar.
Lo que no puede hacer Macri es imponer el
cambio cultural a golpe de declaraciones, por muy simpáticas que caigan a sus
electores y quienes no lo eligieron.
Los consultores interpretan que la caída de
la imagen del Gobierno y de quien lo encabeza es tolerable y pasajera.
Que el dato más preocupante, de cara al
futuro, es la caída de las expectativas sobre el consumo, la economía en
general, y de cada elector en particular.
Pero Macri es un hombre de suerte.
En uno de los momentos más difíciles de su
gestión el dirigente con peor imagen de la Argentina lo enfrenta, se asocia con
Cristina Fernández y Máximo Kirchner, y lo coloca una vez más del lado de los
buenos.
Los nubarrones que aparecen en la economía,
por lo vaivenes del dólar y la lenta baja de la inflación, compiten, en el
interés de los lectores más informados, con el caso Chocobar y la inseguridad
de todos los días.
Esta semana, además de Moyano, regresará a la
tapa de los diarios Roberto Baradel, y competirá una vez más con María Eugenia
Vidal, la figura política de mejor imagen en todo el país.
Macri percibe ahora esta pequeña ventaja
circunstancial.
Por eso le pidió a cada uno de los
integrantes de su equipo que no se calienten y que salgan a explicar cada una
de las decisiones políticas y económicas controvertidas.
Que si son inocentes se defiendan de las
acusaciones y presenten pruebas.
A algunos ministros y secretarios les sonó
como un ultimátum.
Mejor…
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