“El gobierno tiene
los resortes para encauzar la acción privada en el sentido más favorable al
bienestar general". - Arturo
Frondizi
El
próximo miércoles veremos, en la Avda. 9 de Julio, que Hugo Moyano (más sus
hijos, su tercera mujer y los vástagos anteriores de ésta) se encuentran
absolutamente solos, como nunca lo han estado, en el amanecer del momento en
que irán presos. Aun así, sin duda estarán rodeados por lo más granado del
kirchnerismo (la CTA, los docentes y bancarios), el trotskismo, y los
movimientos sociales, incluida la CTEP, la organización encabezada por Juan
Gabrois, funcionario vaticano por designación de SS Francisco, todos aunados
solamente por su actitud opositora al Gobierno.
Es bueno recordar que el Papa cumple dos
roles:
Sumo
Pontífice de la Iglesia Católica Apostólica y Romana, y Jefe del Estado
Vaticano.
Cuando
habla de dogma su palabra es infalible para nosotros, los fieles de su Iglesia.
En
cambio, como estadista, no es más que un ser humano común, susceptible de
incurrir en errores y, sobre todo, con derecho a tener opinión propia en temas
terrenales.
Si le
envía rosarios a los imputados por corrupción o una carta personal a Hebe de
Bonafini, donde la bendice y la compara con Jesús como objeto de calumnias en
procesos amañados, está ejerciendo su derecho, pero no por ello sus
pareceres tienen que ser aceptados por la grey…
Y lo
mismo sucede con el resto de sus expresiones estrictamente políticas o
económicas.
La
soledad en que han dejado al Negro Moyano sus pares se debe a que éstos han
comprendido, con sagacidad y experiencia, que hoy el poder real está en manos
de Mauricio Macri quien, a diferencia de sus predecesores no peronistas, sorteó
con facilidad las elecciones de medio término.
Percibieron
que no se trata de un personaje débil o manejable sino que están frente a
alguien con decisión y firmeza.
Además,
puede abrir o cerrar la bolsa de recursos de las obras sociales gremiales,
principal fuente financiera de los sindicatos, y activar las acciones de la
Oficina Anticorrupción, que tanto preocupa a varios de los congéneres del líder
camionero, autores de similares delitos.
La
concentración del 22 para la defensa política frente a las acciones penales que
lo tienen contra las cuerdas puede derivar en violencia urbana, pero no dudo
que la Ministro de Seguridad está preparada para reprimirla…
A Patricia
Bullrich tampoco le temblará la mano para hacerlo.
Pero
hay otro ángulo en el que la mayoría de la sociedad está de acuerdo.
Me
refiero a la imperiosa necesidad de despedir al millón de empleados públicos
que se agregaron en la década anterior; en ello coinciden todos los ciudadanos,
asfixiados por una presión impositiva que no para de crecer.
Si por
unos pocos cientos de empleados, a los cuales no fueron renovados sus contratos
temporarios, la ciudad de Buenos Aires y sus accesos se ha transformado en un
caos, ¿qué sucedería si estuviéramos hablando de miles?
¿Estamos
dispuestos a pagar el precio, aunque sólo sea en materia de libre circulación?
Moyano
y sus socios son verdaderamente capaces de convertir nuestra vida en un
infierno por la falta de alimentos, de dinero, de combustibles, de exportación
de granos, de clases, etc., y no tengo dudas que activarán paros crecientes a
medida en que avancen las causas penales:
¿lo soportaremos
todos los que hoy despotricamos contra el inmenso poder que han sabido
construir extorsionando a mandatarios y ministros?
Esto
nos lleva a las dificultades económicas que jaquean al Gobierno, en especial la
indomable inflación.
En
materia de mercados, los factores psicológicos tienen una enorme importancia;
cuando un rumor -favorable o negativo, cierto o falso- trasciende, el precio de
los activos sube o baja sin ninguna razón aparente que lo justifique y, cuando
la multitud actúa como masa, la fortuna o la ruina están a la vuelta de la
esquina.
Muchos
pánicos y burbujas generalizados que se han producido en el mundo en épocas
recientes dan acaba prueba de esta afirmación.
Y en
este aspecto el accionar de los gremios y el desorden generalizado está
produciendo un grave deterioro en la imagen que Macri está intentando construir
de cara a los inversores; en especial cuando, como sucedió esta semana, se
reflejan en el diario más influyente en la materia, The Wall Street Journal.
Hay
virus enormemente peligrosos que se han instalado en nuestro cuerpo social
desde hace tiempo y, como terribles drogas adictivas, costará mucho tiempo
erradicarlos.
Por
estar enfermos de populismo, pretendemos que se nos “regalen” los servicios
públicos, sin pensar que los pagaremos con nuestros ya insoportables impuestos;
y al apostar permanentemente al alza futura de los precios internos y de los
salarios, convertimos a la inflación, la peor gabela, en una profecía auto
cumplida.
Sabemos que el precio del dólar en la
Argentina está atrasado,
y que esa situación perjudica enormemente a nuestras exportaciones industriales
y a las economías regionales.
Sin
embargo, tan pronto comienza una sensación alcista, salimos a remarcar los
precios a su ritmo, aunque no estén vinculados a las importaciones.
Nos quejamos del sideral déficit de nuestra
balanza de pagos,
pero batimos records absolutos en materia de turismo y compras en el exterior,
aprovechando precisamente el dólar barato.
Criticamos el nivel de endeudamiento del país
en el exterior, pero
no ahorramos en el país el dinero suficiente para solventar el sideral gasto
público heredado.
Tampoco
nos conforma el gradualismo del Gobierno, pero no proponemos recetas
alternativas políticamente viables para reducirlo.
Los industriales protestan por la baja en el
consumo, pero
rechazan frontalmente la apertura de la economía, que les permitiría buscar
clientes en el mundo entero.
Los dirigentes sindicales aúllan contra
cualquier medida que pretenda mejorar la competitividad y reclaman por la caída del poder
adquisitivo, mientras se asocian a los pedidos de las entidades patronales,
pero sus pretensiones en materia salarial aportan nuevo combustible al incendio
inflacionario.
Nos sentimos por completo inseguros, pero calladamente permitimos que se procese
a un policía que mata a un asesino frustrado que huye y a un padre que golpea a
un individuo mayor por intentar seducir por Internet a su hija de once años.
Hace cuarenta, rogábamos que las Fuerzas
Armadas reprimieran a los terroristas que ponían bombas, asesinaban y secuestraban a mansalva, pero hoy miramos para otro lado cuando se
nos enfrenta a la realidad de dos mil ancianos militares presos, muchos sin
condena, por ganar la guerra a la guerrilla.
En
resumen, todos tenemos que dejar la hipocresía de lado y tomar conciencia de
cuánto depende de nosotros mismos que la Argentina se reconvierta en el país
viable y envidiable que alguna vez fuimos y deje atrás esta espiral de
decadencia en que nos hemos sumergido desde hace décadas.
Es
cierto que costará grandes sacrificios presentes lograrlo, pero así dejaríamos
a nuestra descendencia un legado de paz y prosperidad del cual hoy carece.
¿Seremos,
realmente, capaces de hacerlo…?
Enrique
Guillermo Avogadro
No hay comentarios:
Publicar un comentario