"Tal vez sea ésta la sensación agónica a
pagar por quien se lanza a la vida pública: el juicio de la Historia, y a él los personajes no asisten. Cuando la
gran maestra de los hombres emite su sentencia, el veredicto recae sobre los
muertos".
Fernando Henrique Cardoso
Usted me ha oído predicar, durante años,
contra la estupidez de los argentinos y el despilfarro permanente que hacemos
de nuestros escasos recursos, pero el Dr. Juan Carlos Parodi, un compatriota,
ilustre cirujano, que se desempeña en la Universidad de Michigan, lo hizo
magistralmente.
Le sugiero, le encarezco, no perderse una sola frase de su esencial y
dolorosa charla en especial cuando habló de pobreza, de paternidad, de
subsidios familiares, de educación y de salud públicas.
Confieso que quedé absolutamente impactado
por sus brillantes y terribles palabras.
En estos días, el tema de la reciprocidad
entre naciones en cuanto a los dos últimos temas aparecieron en la agenda
cotidiana, a raíz de la negativa de Evo Morales, por cierto un Presidente
populista e importante miembro del club del socialismo del siglo XXI, a atender
gratuitamente a nuestros ciudadanos en los hospitales públicos de Bolivia.
Cuando el Gobernador de Jujuy, Gerardo
Morales, reaccionó en forma simétrica, la Cancillería tomó cartas en el asunto
y todo quedó en agua de borrajas, con un claro perjuicio para nuestro país:
Mientras llegan a nuestros nosocomios
bolivianos por centenares, son raros los casos inversos, una situación que se agrava
aún más en el caso de los paraguayos.
En los escasos minutos durante los cuales se
explayó sobre estos temas, el Dr. Parodi puso la pica en Flandes:
La pobreza no es una virtud, es una carencia.
Y al decirlo, enfrentó directamente al
“pobrismo” que se pregona desde el Vaticano, que ataca al capitalismo como un mal, cuando en realidad se trata del mejor sistema económico que el hombre
ha puesto en práctica en todo el mundo, incluyendo por supuesto a la China
comunista.
También lo hizo cuando describió con crudeza
la situación del treinta por ciento de nuestra población que vive sumergida en
la pobreza por la falta de alimentación adecuada y, sobre todo de una educación
eficiente y actualizada.
Con indubitables números en la mano, nos dijo
que no sólo no somos ricos sino, además, seriamente estúpidos. Regalamos
recursos impositivos mediante la gratuidad en la universidad y en los
hospitales a extranjeros que puede afrontar su costo, mientras nuestros niños
mueren de inanición en el norte argentino y caen en el delito y en la droga en
los conurbanos de todo el país.
Con demostrativas estadísticas preparadas por
Roberto Cachanosky, probó cuán negativos son los subsidios sociales al ser
aplicados como lo hacemos hoy, y simultáneamente aconsejó un camino inverso por
completo, usando el ejemplo de China, que sólo tiene un tres por ciento de
pobres entre sus miles de millones de habitantes.
En mi nota del fin de semana anterior, incluí
un breve párrafo referido al aborto, y senté en él mi posición personal frente
al tema.
Dije que, desde el punto de vista científico
–no religioso ni filosófico-
se trataba de un asesinato…
Coincidí así con la Declaración
Interamericana de Derechos del Niño, que
aquí tiene rango constitucional desde 1994, que establece que la vida
comienza con la concepción.
Está demás decir que fui aplaudido y
denostado en similar cantidad de respuestas pero, en un tema tan grave, no se
trata de cosechar amigos.
A quienes argumentan que la mujer tiene
derecho a decidir sobre su cuerpo le respondo que, al quedar embarazada, ese cuerpo se ha tornado solamente en el
habitáculo donde crece un ser diferente,
que no merece ser vulnerado en su derecho
esencial a la vida para proteger un derecho de un rango netamente inferior.
La alternativa no pasa por matar al feto sino
por brindar educación reproductiva en forma masiva, aplicar la recomendación de
Parodi sobre los subsidios familiares y, simultáneamente, generar un sistema
rápido, transparente y serio de adopción para esos chicos no deseados.
Como dijo el disertante, aún estamos a tiempo
de tomar el toro por las astas y evitar convertirnos, por la vía de la
inmigración irrestricta, masiva y de baja calidad y de los premios a las
familias numerosas pobres, en la dolorosa Venezuela actual o en una Europa
“islamisada”.
El destino latinoamericano de la Argentina
debe ser, y sólo depende de nosotros lograrlo, guiar a la región entera con
nuestros faros de cultura, educación, investigación y tecnología, como lo
hicimos con la generación del ochenta, y no en pauperizar a nuestro país hasta
igualar a los peores ejemplos entre nuestros vecinos.
Finalmente, un consejo al Gobierno:
Los ministros y funcionarios deben actuar siempre como
fusibles para impedir que el corto circuito llegue al Presidente.
Me parece que esto no está sucediendo y, pese
a que en la enorme mayoría de los personajes cuestionados se trata de actos
realizados antes de ingresar en la función pública y con dineros propios y
privados (no públicos, como tantas otros casos que están siendo investigados en
la Justicia) –lo que los
transformaría en meras infracciones impositivas-, es peligroso para la
cuidada imagen que Cambiemos ha construido, y que la sociedad le exige
conservar, que sea el propio Mauricio
Macri o Marcos Peña quienes salgan a la palestra a defender a los involucrados.
Bs.As., 3 Mar 18
Enrique Guillermo Avogadro
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