Mal
paga el diablo a quien le sirve, decía la abuela.
Hace
7 años viajé al Aeroclub Carmelo, de Uruguay, investigando para mi libro Ataque
a Casa Rosada.
Me
interesaba ya que todos los aviones atacantes volaron a Uruguay, y uno acuatizó
en el Rio de la Plata, a escasos metros del comienzo la cabecera de la pista de
Carmelo.
Encontré
lo que buscaba: fotos, testigos de aquellos hechos, y algo que no buscaba, un Lear
Jet argentino, matrícula LV-ZSZ, aterrizando ahí, y despegando a los pocos
minutos.
Era
raro, porque es una pista de pasto, está a solo un minuto de vuelo del
Aeropuerto de Colonia, asfaltado, y a seis de Montevideo, con todos los
servicios, como Aduana.
Hablando
con el jefe de Aeródromo, este me contó que el avión venía todas las semanas
desde San Fernando, y que bajaban dos bolsos enormes.
También
que el gobierno de su país les había dado una orden:
“Si
viene un argentino con seis millones de dólares, solo deben preguntarle una
cosa”:
¡Si
quiere un café!
Aquel
avión había pertenecido originalmente a Coca Cola Company, pero ahora era de
una empresa truchísima llamada Top Air SA, de Lázaro Báez.
Pensé
que tenía un gran dato, pero ya estaba hecha de antes la denuncia:
La tenía Sandra
Arroyo Salgado,
Jueza Federal de San Isidro.
Le
sobraba la información y las pruebas.
Hasta
los chicos que cortan el pasto en el Aeródromo de San Fernando lo sabían.
Pero ella, la Cámara
Federal y la Corte Suprema dejaron que sigan llevándose la plata hasta el 18 de
enero del 2015,
cuando es asesinado el ex marido de Sandra y padre de sus hijas, Alberto Nisman.
Ahí
se abandona la operación, dado que ella ya no era "del palo".
El
19 de octubre del 2015, tras perder las elecciones, prendieron fuego al avión
(catalogado como accidente en despegue).
¿Valió
la pena, Sandrita?
Frente
a casi todas las unidades militares del país hay carteles que dicen:
“Aqui se torturó,
etc.”
Yo
quiero que frente a Tribunales de San Isidro haya un cartel que diga:
Aquí los Jueces,
Fiscales, Secretarios traicionaron la Constitución, y dejaron que se robe un
país.
Horacio
Rivara
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