"Todo
es cuestión de perspectiva. Desde la terapia intensiva, la sala de
rehabilitación parece un spa". Claudio
Jacquelin
El
título remite a una vieja publicidad brasileña que mostraba a un tipo bebiendo
vodka en cantidad.
A
la mañana siguiente, se levantaba sin efecto alguno si se trataba del producto
de la marca auspiciante pero, si la ingesta había sido de la competencia, los
efectos resultaban devastadores.
Se
han viralizado en la Argentina los videos con el discurso de asunción de Jair
Bolsonaro, y de varios de sus ministros; la mayor repercusión la tuvieron el
del Presidente, el del Chefe da Casa Civil (Jefe de Gabinete), Onyx Lorenzoni,
y el del Ministro de Justicia y Seguridad, Sergio Moro.
En
la medida en que ya hemos entrado aquí en modo electoral, me parece interesante
pensar qué influencia podrían tener los procesos que han comenzado a vivirse en
nuestro gran vecino sobre las campañas con vistas a las elecciones que se
sucederán a lo largo de todo el año.
La
primera cuestión que salta a la vista es el marcado alineamiento que ha
establecido Bolsonaro tanto con Donald Trump cuanto con Benjamín Netanyahu
(Israel) y Víctor Orbán (Hungría), mandatarios
favoritos del norteamericano en Medio Oriente y Europa.
No
hay que olvidar que la contribución brasileña a la victoria aliada
(Montecassino y Normandía, especialmente) en la II Guerra fue retribuida por
Estados Unidos nada menos que con una gran acería en el Nordeste brasileño,
simiente de la gigante Compañía Siderúrgica Nacional actual.
La
conspicua ausencia de nuestro Presidente en el acto de toma de posesión de su
colega, que encabeza una de las mayores economías del mundo y es, a la vez,
nuestro principal socio comercial, pone un signo de interrogación sobre el
pretendido liderazgo que la opinión generalizada atribuye (¿o atribuía?) a
Mauricio Macri en la región, en especial después de la exitosa y pacífica
reunión del G-20 en Buenos Aires.
Por
lo demás, y más allá de una cierta morigeración en los dichos presidenciales
con relación a sus afirmaciones en campaña, hay una diferencia notable entre la
actitud inicial del Presidente brasileño y la del nuestro, pese a que ambos
llegaron al poder con una sensible minoría en el Congreso, situación agravada
para Bolsonaro por la presencia de más de treinta partidos diferentes con
representación parlamentaria.
Así,
la firmeza con que aquél ha encarado los cuatro primeros días de gestión lo
distinguen francamente de lo que vemos en la Argentina hasta hoy, cuando ya han
transcurrido tres años desde la asunción de Macri.
Éste heredó,
como su colega, una administración pública repleta de militantes del
clepto-populismo que lo antecedió pero, mientras que aquí siguen
vegetando en sus puestos, en Brasil se los dejó cesantes en masa.
Resulta
innegable el prestigio que gozan las fuerzas armadas allí y en Chile, aún después de
gobiernos militares tan prolongados (1964/1981 y 1973/1990, respectivamente), justificado porque, en ambos casos,
dejaron a sus democracias Estados modernos y dinámicos.
En
cambio, el enorme endeudamiento, el fracaso económico, la derrota en Malvinas y
la mayoritaria deserción de sus jefes a la hora de respaldar el accionar de sus
subordinados, significó para sus homólogos argentinos un pasivo que aún hoy
resulta complicado levantar.
Pero
eso sólo no basta para explicar la masiva presencia de altos oficiales en el
gobierno de Bolsonaro ni la influencia que ello tendrá en la conducción del
Estado y, sobre todo, en lo que atañe a la seguridad ciudadana.
La propia
presencia del ex Juez Moro garantiza que la lucha contra la corrupción y la
droga, contra la violencia y las organizaciones criminales será frontal. Me parece que, a
poco de andar, nuestra Patricia Bullrich tendrá que adecuar el accionar de sus
fuerzas para prevenir la inmigración masiva de delincuentes de toda laya.
El mismo
fenómeno se está dando en Uruguay, donde se han recolectado firmas para imponer
la realización de un plebiscito para que la ciudadanía decida mantener la
lenidad actual o incrementar fuertemente las penas a los delincuentes,
incluyendo la reclusión perpetua.
Las
últimas encuestas, en razón del sideral crecimiento de los asesinatos que
registra nuestro vecino, hablan de un 60% a favor de la agravación, obviamente
resistida por el izquierdista Frente Amplio.
Y
dado que esos flagelos están golpeando tan fuertemente a la Argentina, me
parece que adquirirán mayor trascendencia en las preocupaciones sociales; en
especial si, como sostiene el Gobierno, la economía comenzara a mejorar a
partir del segundo trimestre.
Es
por eso que me pregunto qué influencia tendría un éxito de las políticas de
seguridad de Bolsonaro en nuestras elecciones de este año.
Y
no me refiero sólo a las áreas de seguridad ni a las políticas internacionales,
sino a algo que va más allá, en medio de un mundo que parece haberse
desencantado con la democracia como sistema de gobierno.
Esas
olas que recorren América desde hace tantos años, ¿también traerán ejercicio
legítimo del poder y de la autoridad, aunque vengan acompañados por paz
interior, lucha contra la corrupción y austeridad en el gasto público?
Bs.As.,
5 Ene 19
Enrique
Guillermo Avogadro
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