Por
Joaquín Morales Solá
A Cristina
Kirchner solo la puede perseguir el gobierno de los Estados Unidos.
Ya
ni siquiera es Mauricio Macri el arquitecto de sus tormentos judiciales.
La
megalomanía de la ex presidenta la llevó a reclamar que su caso judicial sea
tratado directamente por la Corte Suprema de Justicia, que tiene la competencia
sobre los casos que involucran a las embajadas extranjeras.
Ni Hugo Chávez
ni Nicolás Maduro llegaron tan lejos.
Lo
cierto es que mientras trata de entretener a los suyos con la persecución
norteamericana y con la Corte Suprema,
Cristina
Kirchner mostró que es la jueza de hecho de los tribunales federales de Dolores.
En
esos juzgados se urde la principal operación política para apartar de la causa
de los cuadernos a los fiscales Carlos Stornelli y Carlos Rívolo, y al propio
juez Claudio Bonadio.
Ella
habló en el Senado el miércoles pasado sobre detalles de esa causa que se
encontraba entonces bajo secreto del sumario.
Cristina
no es parte en ese expediente y ni siquiera está nombrada.
No tenía ningún
derecho a conocer los detalles de la supuesta investigación del juzgado de
Dolores, pero los expuso impúdicamente en el Senado.
Solo
un día después, el jueves, se conoció la citación a declaración indagatoria a
Stornelli por parte del juez federal formal de Dolores, Alejo Ramos Padilla,
miembro de una familia de militancia kirchnerista y él mismo integrante de
Justicia Legítima, la rama judicial que se creó bajo el liderazgo de la ex presidenta.
Tal vez por eso
Cristina conocía el expediente como ningún otro argentino, salvo el juez,
lo conocía.
La
causa se inició porque otro mitómano, el falso abogado Marcelo D'Alessio, le
había pedido al empresario agropecuario Pedro Etchebest un soborno en nombre de
Stornelli para sacarlo de la causa de los cuadernos.
Etchebest
nunca estuvo en la causa de los cuadernos ni nadie lo denunció en ese
expediente.
D'Alessio
le contó a Etchebest que lo había mencionado ante Stornelli el ex ministro de
Kirchner en Santa Cruz Juan Manuel
Campillo, pero el abogado de este desmintió categóricamente esa
afirmación.
Los
que conocen el expediente aseguran que el nombre de Etchebest no figura en la
causa.
Primera
conclusión:
¿Qué
mente tan delirante podría pedir un soborno a alguien que no figura en ninguna
investigación judicial?
¿Para
qué lo haría, si Etchebest podía chequear fácilmente si estaba o no bajo
investigación judicial?
Ya
en 2007, tres días después de asumir su primer mandato como presidente,
Cristina Kirchner dijo un incendiario
discurso por cadena nacional en el que acusó a la CIA de haberle plantado a
Guido Antonini Wilson.
El
voluminoso venezolano acababa de declarar en Miami que los 800.000 dólares que
le secuestraron en el aeroparque de Buenos Aires eran para la entonces reciente
campaña electoral de Cristina.
Antonini
Wilson viajó de Caracas a Buenos Aires en un avión privado contratado por el
gobierno argentino y que trasladó solo a funcionarios argentinos y venezolanos.
Uno
de los argentinos era Claudio Uberti, hombre de confianza de Néstor Kirchner
que acaba de arrepentirse ante la Justicia.
Contó,
entre otras cosas, que vio el dormitorio de los Kirchner lleno de bolsos con
dinero.
La
causa de Antonini Wilson se diluyó con el paso del tiempo.
Nadie
reclamó nunca los 800.000 dólares que le secuestraron.
La
CIA nunca más volvió a aparecer en los discursos de los Kirchner.
El
kirchnerismo sabe levantar cortinas de humo y sabe más desviar la atención
cuando está acorralado.
La
Corte Suprema debería actuar, según Cristina, porque D'Alessio se presenta como
agente de la DEA, la agencia norteamericana encargada de la lucha contra el
narcotráfico.
La embajada
norteamericana desmintió que ese falso abogado fuera empleado de cualquier
dependencia del gobierno norteamericano.
Pero
es cierto que D'Alessio se presentaba como funcionario de "la
embajada" (en supuesta referencia a la norteamericana), donde decía cobrar
38.000 dólares mensuales.
La
Corte Suprema no tiene jurisdicción en este asunto, aun en el improbable caso
de que D'Alessio haya sido un agente inorgánico de la DEA.
La
Corte se ocupa solo de cuestiones judiciales que tienen como actor formal y
oficial a las embajadas extranjeras o que involucran a personal perfectamente
acreditado.
D'Alessio miente
porque saca provecho de las mentiras.
O
miente porque miente.
A
un conocido conductor de televisión le ofreció un avión sanitario de la DEA
para trasladar a su padre enfermo desde Córdoba hasta Buenos Aires.
El
conductor prefirió no contestarle.
Se
vio cinco veces con Stornelli, cuatro en el despacho del fiscal y solo una en
otro lugar.
Fue
la reunión de Pinamar que sirvió para montar la operación que tiene en el juez
Ramos Padilla a un obsesivo ejecutor.
Es
probable que Ramos Padilla procese a Stornelli después de la declaración
indagatoria del próximo jueves.
El
fiscal será recusado en el acto por Cristina y toda la pandilla de ex funcionarios encarcelados.
Es
probable también que la recusación no prospere en los tribunales de Comodoro Py, porque en la causa de Dolores no hay nada
vinculante con la causa de los cuadernos.
Pero
la apelación de Stornelli deberá pasar antes por la Cámara Federal de Mar del
Plata, que tiene jurisdicción sobre Dolores.
Los
tribunales de Mar del Plata fueron colonizados por el cristinismo.
La
casualidad es improbable…
Stornelli
conoció a D'Alessio en los primeros días de noviembre pasado.
Se
lo presentó un periodista.
D'Alessio
tenía información, decía, sobre la importación de gas licuado porque había sido
funcionario de Enarsa.
Fue
la única denuncia que realmente hizo, pero fue sorteada y enviada a otro
juzgado.
Toda
la relación posterior con el fiscal fue una prueba de su imparable locuacidad,
de exhibición de riqueza y de falsas influencias.
En
el segundo encuentro, D'Alessio le anticipó a Stornelli que le llevaría pruebas
de que tanto el fiscal como el juez Bonadio estaban siendo "girados"
por uno o varios abogados.
"Girados" significa seguimiento
en la jerga de los servicios de inteligencia.
Nunca
aportó los datos de esa denuncia.
Pero
aparece Bonadio en la verborragia de D'Alessio.
Vuelve
a aparecer luego cuando refiere a una supuesta reunión de Bonadio con Stornelli
en el café del hotel Four Seasons, en la que asegura que fiscal y juez se
juntaron para tramar la detención de varias personas.
Bonadio y
Stornelli nunca se vieron fuera de sus lugares de trabajo.
No
hay entre ellos una amistad personal, aunque sí una buena relación profesional.
D'Alessio
habló también de que en Pinamar estaba el otro fiscal de la causa, Rívolo, pero
Rívolo fue por última vez a Pinamar cuando tenía 18 años.
Lo
recuerda porque entonces tuvo una novia de la que no se olvidó hasta ahora.
¿Es
cierto, así las cosas, lo que contó en tribunales sobre sus acciones contra el
narcotráfico en Oriente, en Mongolia, en Afganistán y en Paraguay?
¿Es
cierto que cuando lo sorprendieron entre tantas mentiras estaba buscando un
terrorista de Hezbollah en Paraguay?
La
reunión de Pinamar con Stornelli se hizo porque D'Alessio lo llamó para decirle
que tenía importante información sobre la "ruta del dinero".
Quería
verlo en la casa que habitaba el fiscal.
Este
lo convocó, en cambio, en un parador público.
Nunca
aportó datos sobre la "ruta del dinero", pero dijo que llevaba un
chofer personal que solo apareció en el momento final de la reunión.
Seguramente,
fue el que sacó las fotos en el parador.
El
juez Ramos Padilla no imputó por extorsión a Stornelli (no tenía ningún
argumento serio), pero usó las mismas
supuestas pruebas para imputarlo por operaciones ilegales de inteligencia.
Es
raro: son D'Alessio, Etchebest y el propio Ramos Padilla los que hicieron
inteligencia, usaron cámaras ocultas y escuchas telefónicas contra Stornelli.
En
esos días empezaba el demoledor testimonio de quien fue el contador de
confianza de los Kirchner, Víctor Manzanares.
La
casualidad permanente es más improbable.
Una campaña de
calumnias parecida sufrió el fiscal Alberto Nisman antes y después de que fue
asesinado.
En
los tribunales se ha hecho esta analogía en los últimos días.
Sea
como fuere, lo cierto es que el caso podría poner en riesgo la seguridad
personal de Stornelli, de Bonadio y de Rívolo.
Stornelli
le acercó al juez Julián Ercolini, que tiene la denuncia del fiscal contra
D'Alessio, algunos nombres y fotos de
ancestrales espías de la inteligencia local que estarían trabajando para
desestabilizar al juez y a los fiscales.
Pero
hay una mala noticia para Cristina:
La
causa de los cuadernos no corre ningún riesgo.
No hay un solo
acto ordenado por Bonadio que esté comprometido por el escándalo creado por
Cristina y sus disciplinados seguidores en la Justicia.
Tampoco
hay detenidos ni indagados en esa causa que estén en el océano de rumores que crearon
D'Alessio y Ramos Padilla.
No hay nada.
Solo
Cristina conduciendo un proceso judicial contra el juez y los fiscales que
llevan la investigación sobre corrupción más grande de la historia.
O,
lo que es lo mismo, sobre ella.
No hay comentarios:
Publicar un comentario