Un límite para el juego inicial de Alberto Fernández
El
candidato viene descalificando casi a diario el papel de la Justicia en los
casos por corrupción.
Asoma
contradictorio frente al objetivo de sumar votos más allá de la sólida base
kirchnerista.
Además,
está la apuesta al PJ.
Y
los gestos hacia “factores de poder”
Por
Eduardo Aulicino
Apenas
puesto a caminar como candidato a presidente, Alberto Fernández contó que el
análisis básico de Cristina Fernández de Kirchner para consagrarlo habría sido
el siguiente:
Él
tendría la virtud de sumar y ella misma, al revés, la carga de dividir.
Ese
sería el cálculo básico para resolver una fórmula de peso inverso, donde la ex
presidente aseguraría la masa sustancial de votos y el ex jefe de gabinete
debería agregar el plus necesario para romper el techo actual.
Tarea
compleja en la que el primer obstáculo quedó a la vista:
La ofensiva
contra las causas por corrupción no aporta al rearmado de imagen.
Esa
tarea, por supuesto, incluye y trasciende el terreno electoral en términos de
campaña.
También
hace al tejido con sectores del PJ, con Sergio Massa y con los gobernadores
como objetivos territoriales.
Y
además anota el ejercicio –ya iniciado, como operador destacado del proyecto
CFK- que supone transitar puentes propios para reponer relaciones de la ex
presidente y el mundo empresarial, entre otros sectores distantes y de
considerado poder de influencia.
Este último
objetivo era aceptado con cierto malestar y resignación en el Instituto Patria
como un precio a pagar para volver al poder, con aliviada exposición de su
jefa política.
Así,
según se decía en medios peronistas, lo habrían asimilado los sectores más
duros del círculo de la ex presidente, no sólo La Cámpora, que además no
descuida sus espacios internos.
Algunos
de sus dirigentes, entre ellos el propio Máximo Kirchner, Andrés Larroque y
Eduardo Wado de Pedro, venían hilvanando acuerdos con gobernadores y con
intendentes del GBA.
Eran el eje
único de negociación efectiva.
Alberto
Fernández no fue el iniciador de ese tipo de tratativas, pero añadió sin dudas
otros y diferentes elementos con su reciente nominación:
Según
se escucha, facilita el discurso de "unidad amplia", sin la ex
presidente con su formal candidatura como condicionante, y sugiere
"garantías" de una relación más atenta y no fuertemente subordinada
para los jefes provinciales.
El
interés, en este caso, está puesto en el apoyo político real.
Algunos
sólo han hecho guiños y otros expresan renovada vocación kirchnerista, según el
peso de la marca CFK –es decir, niveles de adhesión o rechazo a nivel local-,
con un agregado:
La mayoría de
ellos habrá resuelto sus propias reelecciones en los tres primeros fines de
semana de junio.
La
cuestión de fondo es entonces asegurar un compromiso sólido para la larga
campaña nacional, con despliegue de las estructuras oficiales propias en un año
de cuidada exposición de otro tipo de aportes, especialmente financieros.
Distinta
atención genera el efecto de la designación del ex jefe de Gabinete en el mundo
de los "poderes fácticos" y alrededores, polos de atracción
permanente más allá del discurso.
Desde
su alejamiento del circuito de la ex presidente, Alberto Fernández era
duramente criticado y descalificado por sus contactos con industriales de
primera línea, banqueros y hasta ruralistas.
También,
por supuesto, por sus contactos con representantes de la diplomacia de Estados
Unidos y hasta con referentes, pasados o actuales, de organismos
internacionales.
En
estas horas, el acceso a esos puentes es incluso exagerado entre las funciones
que se le asignan como candidato, para recrear o generar vínculos que por lo
bajo son considerados estratégicos: desde el FMI hasta los mercados y los
inversores extranjeros.
Sólo
la Iglesia, cultivada desde hace rato aquí y en Roma incluso por la ex
presidente, quedaría afuera de tales especulaciones y pasos reales.
Otra
cosa serían las señales al electorado.
Y
en primer lugar, las que se contemplan como dirigidas a franjas opuestas al
Gobierno y a la vez lejanas o refractarias al proyecto CFK.
Ese
sería el sector, heterogéneo y más independiente, sobre el cual debería
trabajar Alberto Fernández como expresión "moderada", según el
concepto más sencillo.
Sin
embargo, el ex jefe de Gabinete viene escalando en sus definiciones contra los
casos judiciales que involucran a la ex presidente, con múltiples procesos y,
ayer mismo, enfrentada a su primer juicio oral y público, por el manejo de la
obra pública: dijo que se "inventó una historia truculenta para incluir a
Cristina en esta causa".
Ese
tipo de declaraciones –en algunos casos contradictorias con dichos de otra
época- venía creciendo desde antes de su postulación.
Quizá la más
sonora fue aquella advertencia sobre las cuentas que deberían rendir, dijo, cinco
jueces y camaristas federales.
Pero
más inquietantes fueron las recientes definiciones sobre la voluntad de
"revisar muchas sentencias".
Pensado
en perspectiva de un triunfo electoral, sólo proyecta sombras y da sustento a
las especulaciones sobre un indulto.
Los
dichos de las últimas horas expresaron a la vez los mismos cuidados expuestos
por la ex presidente –al eludir el saludo a ex funcionarios, ayer, en la
audiencia judicial-, porque su descalificación de las causas por corrupción
parecen tener un único objetivo:
Preservarla
de manera exclusiva, sin entrar en debate sobre Julio De Vido, José López o
Lázaro Báez, como ocurrió apenas regresado a Buenos Aires desde Río Gallegos.
Esos
elementos asoman como los que "dividen".
Puede
decirse, según la opinión generalizada entre consultores y políticos, que las
denuncias y causas por corrupción no alterarían la base de apoyo del
kirchnerismo.
Pero
se supone que la necesidad de sumar más allá del voto propio sería el motor de
la fórmula tal como fue presentada el sábado último.
Alberto
Fernández enfrenta además dos dudas iniciales, más allá incluso de su voluntad.
Una
tiene que ver con el cierre de la dupla, que en medios peronistas genera
interpretaciones sobre una posible reformulación si así llegaran a requerirlo
las negociaciones para "ampliar la unidad".
Eso
quedaría en claro a más tardar en un mes, cuando venza el plazo para anotar las
listas.
La otra remite
al poder detrás del poder.
Algo
que él mismo había dejado plantado como tema cuando sostenía que la mejor
resolución era la candidatura CFK, para evitar el efecto Cámpora-Perón o
"títere".
Despejar
esa incertidumbre es un trabajo tal vez más persistente, contra el cual
conspiraría la batalla asumida en el frente judicial.
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